• 08/05/2024 23:00

La educación es el futuro

El gran congreso nacional por la educación [...] puede ser el primer paso cualitativo para que comencemos, con paso firme y rumbos claros, a hacer de nuestra educación la base del verdadero desarrollo [...]

“La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. El autor de esa sentencia fue una figura insigne del pasado siglo: Olof Palme, quien fuera ministro de Educación y dos veces primer ministro de Suecia, cuya vida, cuando estaba en la plenitud de su potencial creador fue truncada por su asesinato en una calle de Estocolmo, mientras paseaba a pie con su esposa.

Memorable y digno de ser estudiado es el visionario discurso que pronunció en 1969, en Versalles, Francia, en la Sexta Conferencia de Ministros de Educación, de Europa, cuando despeñaba esa cartera de la que pasó a presidir el gobierno sueco, del que era titular cuando su vida fue extinguida en 1986.

Su discurso, estaba supuesto a concentrarse en el análisis de la enseñanza media, pero por su clara visión hacia el futuro, terminó, tal vez, como uno de los más comprensivos y sesudos que se hubieran escrito.

La enseñanza, como ocurre en Panamá, tradicionalmente se divide en primaria, secundaria y superior. La primaria, o nivel inicial debe proveer a los estudiantes que la culminan de la preparación básica necesaria para transitar con éxito por el nivel secundario y este, a su vez, debe preparar suficientemente a sus egresados para las diferentes carreras que se imparten en la educación superior. Por ser un proceso escalonado, si cada nivel no cumple sus objetivos, el resultado es el que estamos teniendo en Panamá. Las universidades denuncian las fallas que traen acumuladas los estudiantes que “se gradúan” del nivel secundario y, a su vez, los responsables de educar en el nivel secundario, denuncian que el producto que les llega de los niveles primarios no está lo suficientemente preparado para el nivel secundario.

Si de esos dictámenes cabe hacer una conclusión, esta es que nuestro sistema educativo, a todos los niveles, adolece de fallas que deben ser corregidas mediante una “nueva política educativa”, que debe diseñarse, implantarse y desarrollarse durante los próximos 10, 15 ó 20 años. En otras palabras, debe ser una política de Estado y no de uno no de dos Gobiernos.

Un recuento retrospectivo de “los movimientos” supuestamente destinados a producir como resultado esa nueva política educativa nacional, aparte del saldo de confrontaciones y de huelgas poco o nada han aportado que pueda registrarse como avances en la dirección correcta.

Así la cosas, el saldo acumulado de las falencias de nuestra educación, por corregir, será una tarea que deberá abordar con urgencia; pero con sentido y visión de futuro el nuevo gobierno que se inaugura el próximo 1 de julio. El éxito que pueda lograr dependerá de que su aproximación sea lo más inclusiva posible. La educación no es un tema sectorizado del que solo son protagonistas el gobierno y los educadores. Por consiguiente, para buscar los nuevos derroteros, deben tomarse en cuenta a todos los que le concierne y deben jugar un rol: el Gobierno; los padres de familia; las iglesias, que regentan un importantes número de centros escolares; los centros educativos privados no religiosos; el recién creado Consejo de Rectores de la Universidades Públicas; los rectores de las universidades privadas; las academias nacionales; los representantes de la empresa privada (CONEP); los representantes de las organizaciones sindicales (Conato); los representantes de las organizaciones cívicas; los representantes de la diferentes etnias; y los representantes de los partidos políticos.

Todos esos sectores deben ser convocados por el Gobierno a un gran congreso nacional por la educación, que debe ser inaugurado con un mensaje del próximo presidente en el que ratifique el compromiso de su administración de ejecutar la política de Estado que allí se apruebe.

El mensaje presidencial también debe incluir el anuncio de medidas concretas, con un cronograma para su ejecución, para el mejoramiento de la infraestructura escolar, el equipamiento de los centros educativos, los comedores escolares, el suministro de ordenadores y de uniformes escolares.

El gran congreso nacional por la educación, si todos los sectores que participan lo hacen con sentido patriótico, puede ser el primer paso cualitativo para que comencemos, con paso firme y rumbos claros, a hacer de nuestra educación la base del verdadero desarrollo equitativo y sostenible, que efectivamente cierre la brecha de la desigualdad, que es nuestra gran asignatura pendiente.

El autor es abogado
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