Gooden, Bishop y Lyndsay, herederos de la calidad afroantillana en el deporte
- 19/05/2025 00:00
Bishop debutó en los Centroamericanos de Atletismo en San José, Costa Rica, en 1969, donde se ubicó en el séptimo lugar del salto alto Panamá a lo largo de su historia deportiva en estos cien años y un poquito más, ha marcado pautas importantes en los estadios internacionales, indistintamente de la disciplina de la que se hable.
La combinación de atletas criollos, con los que se criaron o nacieron aquí de orígenes afroantillanos, europeos y estadounidenses, brindó una excelsa casta, que hicieron que nuestros adversarios deportivos, tomarán muy en serio nuestras participaciones.
Los juegos regionales, llámense Centroamericanos y del Caribe o Bolivarianos, de los más antiguos del mundo, mostraron ese rostro, pero indudablemente que, desde hacía mucho tiempo, a través de participaciones por invitación, éste ya se daba a conocer.
Nuevamente, era una combinación de deportistas de todos los orígenes, panameños por nacimiento o por convicción, que llegaron de una u otra forma a enaltecer a nuestro país.
El artículo de hoy busca una vez más exaltar esas figuras que, de orígenes de ultramar, fueron tan panameños como los que sus ancestros fueron aborígenes, españoles o sencillamente europeos, y que echaron raíces en tierras istmeñas.
Es cierto, no hay que olvidar los aportes de Fernando Navarro, Rafael Arana o Antonio Jaén, en el atletismo; o Rafael Martínez, Carlos Del Valle, Eduardo De La Guardia, en el baloncesto; José Antadillas, Carlos Álvarez, José Pinzón y Agustín Flores, en el béisbol.
Asimismo, de Nilda Villaverde y Adela Montilla, en el atletismo; Aida Miró, Urania Espino, Carmen Perdomo, Cecilia Anguizola y Cecilia Franceschi, en el baloncesto; y Aurora Ponce, Sonia Wortington, Rosa Palacio y Emma Alvarado, en la esgrima.
Todos ellos, atletas de origen latino, por decirlo de alguna manera, dieron sus aportes en los primeros años de actividad deportiva panameña, y brillaron con luz propia.
Época de oro No obstante, también los aportes afroantillanos despuntaron en esa época y le dieron brillo, orgullo e hidalguía a nuestra enseña patria en otras latitudes.
Un detalle. Esto no implica que no fueran panameños, sino que sus orígenes provinieron de una raza increíblemente importante para brillar, y que indudablemente unió su ingrediente al sabor criollo para que, en lo concerniente al deporte, supusiera una amalgama de triunfos y satisfacciones.
Hace cien años o un poquito menos se combinaban las figuras de Panamá Al Brown, Young Joe Walcott y Young Harry Wills, en el boxeo; de Cleveland Mitchell, Joseph Lyons, Oscar ‘Chic’ Levy y Pablo Cobos, en el béisbol; Reginald Beckford, en el atletismo; y Óscar Layne, en el ciclismo.
A todos ellos los une no solo el sentimiento de que estuvieron en alguna ocasión representando a Panamá, sino el de patria, como fue el caso de Beckford cuando arrasó en los Centroamericanos de La Habana, o el de Óscar Layne un poquito más adelante.
Es por ello que hoy deseo mencionar, solo como ejemplos, a tres exatletas que destacaron en su momento y que, su máximo orgullo, fue escuchar el himno nacional de Panamá tras sus victorias.
Ellos son las velocistas Carlota Gooden y Diva Bishop, y el pesista Hugo Lyndsay, todos de origen antillano, y que lograron triunfos y éxitos en competencias internacionales.
Carlota Gooden Los abuelos de Carlota llegaron de las Antillas, en medio de la construcción del Canal, siendo sus padres de Nombre de Dios y Gorgona, aunque nació y fue criada en el sector zoneita conocido como La Boca.
Se destacó en varios juegos regionales entre las décadas 50 y 60 del siglo pasado, dándose a conocer en los Bolivarianos de Caracas en 1951, donde logró medallas de oro en los 50 y 100 metros planos, y en la posta 4x100.
“Mis padres estaban muy orgullosos de mis triunfos y de que corriera por Panamá”, dijo en una ocasión.
Ella participó en otras competiciones, incluyendo algunas de su universidad en los Estados Unidos, y los Panamericanos de Chicago en 1959, donde obtuvo bronce en dos pruebas individuales y una en los relevos.
Luego participó en el torneo atlético Iberoamericano en Chile, donde ganó los 100 metros lisos y los relevos de los 400 metros.
Diva Bishop Diva es netamente de El Chorrillo, pero sus abuelos llegaron de Jamaica y Barbados contratados para trabajar en la vía interoceánica y una vez culminaron las obras, se ubicaron en el populoso barrio capitalino.
Debutó en los Centroamericanos de Atletismo en San José, Costa Rica, en 1969, donde se ubicó en el séptimo lugar del salto alto, y después coronó su actuación en los Bolivarianos de Maracaibo.
Un año después de los Bolivarianos de 1970, volvió a Costa Rica a otro Centroamericano de Atletismo y allí logró ganar, inclusive en el salto, y participó en el Centroamericano y del Caribe de Kingston, donde obtuvo la única medalla istmeña.
Luego llegaron los Bolivarianos de Panamá en 1973 y los Centroamericanos de ese mismo año, donde demostró todo su talento al acaparar cinco preseas doradas.
Su carrera ganadora la inició en los Juegos Bolivarianos de Maracaibo en 1970, donde obtuvo oro en el relevo 4x100 y una más de plata, en los 200 metros planos.
En los Centroamericanos de atletismo en Kingston en 1971, logró una presea de bronce en los 200 metros, mientras que, en los Bolivarianos de 1973 en Panamá, se llevó el oro en los 100 y 200 metros y en los relevos 4 por 100.
En los primeros juegos Centroamericanos en Guatemala de ese mismo año, fue la reina de la pista al conquistar cinco medallas de oro, en los 100 y 200 metros planos, el salto alto y colectivamente, los relevos 4x100 y 4x400.
En los Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo en 1974, su última gran competencia, obtuvo un tercer lugar en los 200 metros y un segundo en los relevos 4x100.
En resumen, ganó un total de 13 medallas, nueve de ellas de oro, siendo una de las máximas ganadoras de medallas de nuestro país.
Hugo Lyndsay Lyndsay es netamente colonense, pero sus abuelos paternos llegaron desde Jamaica para la construcción del canal y se radicaron en Colón.
Su idea inicial fue ser pelotero e imitar los logros obtenidos de Héctor López, pero una situación personal lo hizo cambiar de opinión y refugiarse en un gimnasio de halterofilia.
Hugo vagó por casi año y medio entre un deporte y otro, hasta que en 1968 entró al gimnasio de pesas ‘Los Olímpicos’ y se convirtió en uno de sus mayores referentes.
En 1972 participó en el Panamericano de pesas en Barranquilla, donde se ubicó en el sexto lugar de su categoría, y en los Bolivarianos de Panamá en 1973 cobró dos medallas de plata y una de bronce.
Cerró exitosamente el año, al dominar su división e imponer nuevos registros en los primeros Juegos Centroamericanos de Guatemala.
En 1976, con miras a viajar a las Olimpiadas de Montreal, fue dejado ‘vestido y alborotado’, ya que con la excusa de que no había dinero, llevaron solo a dos pesistas capitalinos, a pesar de ser la mejor opción panameña.
Al año siguiente sufrió una lesión que lo mantuvo alejado de los gimnasios hasta que en 1979 compitió en el nacional y obtuvo el título de los 100 kilos, quebrando de paso las marcas centroamericanas, luego de casi dos años de su forzoso retiro.
El alto nivel de competencia de Lindsay lo llevó a clasificar para estar en las Olimpiadas de Moscú en 1980, pero el boicot impuesto por los Estados Unidos, al cual se adhirió Panamá, le impidió por segunda ocasión estar en la máxima competencia deportiva.
Hugo siguió compitiendo, ganando medallas en los Bolivarianos de Barquisimeto (1981) y en los Centroamericanos y del Caribe de Santiago de Cuba (1982), anunciando su retiro en 1989.
Panamá a lo largo de su historia deportiva en estos cien años y un poquito más, ha marcado pautas importantes en los estadios internacionales, indistintamente de la disciplina de la que se hable.
La combinación de atletas criollos, con los que se criaron o nacieron aquí de orígenes afroantillanos, europeos y estadounidenses, brindó una excelsa casta, que hicieron que nuestros adversarios deportivos, tomarán muy en serio nuestras participaciones.
Los juegos regionales, llámense Centroamericanos y del Caribe o Bolivarianos, de los más antiguos del mundo, mostraron ese rostro, pero indudablemente que, desde hacía mucho tiempo, a través de participaciones por invitación, éste ya se daba a conocer.
Nuevamente, era una combinación de deportistas de todos los orígenes, panameños por nacimiento o por convicción, que llegaron de una u otra forma a enaltecer a nuestro país.
El artículo de hoy busca una vez más exaltar esas figuras que, de orígenes de ultramar, fueron tan panameños como los que sus ancestros fueron aborígenes, españoles o sencillamente europeos, y que echaron raíces en tierras istmeñas.
Es cierto, no hay que olvidar los aportes de Fernando Navarro, Rafael Arana o Antonio Jaén, en el atletismo; o Rafael Martínez, Carlos Del Valle, Eduardo De La Guardia, en el baloncesto; José Antadillas, Carlos Álvarez, José Pinzón y Agustín Flores, en el béisbol.
Asimismo, de Nilda Villaverde y Adela Montilla, en el atletismo; Aida Miró, Urania Espino, Carmen Perdomo, Cecilia Anguizola y Cecilia Franceschi, en el baloncesto; y Aurora Ponce, Sonia Wortington, Rosa Palacio y Emma Alvarado, en la esgrima.
Todos ellos, atletas de origen latino, por decirlo de alguna manera, dieron sus aportes en los primeros años de actividad deportiva panameña, y brillaron con luz propia.
No obstante, también los aportes afroantillanos despuntaron en esa época y le dieron brillo, orgullo e hidalguía a nuestra enseña patria en otras latitudes.
Un detalle. Esto no implica que no fueran panameños, sino que sus orígenes provinieron de una raza increíblemente importante para brillar, y que indudablemente unió su ingrediente al sabor criollo para que, en lo concerniente al deporte, supusiera una amalgama de triunfos y satisfacciones.
Hace cien años o un poquito menos se combinaban las figuras de Panamá Al Brown, Young Joe Walcott y Young Harry Wills, en el boxeo; de Cleveland Mitchell, Joseph Lyons, Oscar ‘Chic’ Levy y Pablo Cobos, en el béisbol; Reginald Beckford, en el atletismo; y Óscar Layne, en el ciclismo.
A todos ellos los une no solo el sentimiento de que estuvieron en alguna ocasión representando a Panamá, sino el de patria, como fue el caso de Beckford cuando arrasó en los Centroamericanos de La Habana, o el de Óscar Layne un poquito más adelante.
Es por ello que hoy deseo mencionar, solo como ejemplos, a tres exatletas que destacaron en su momento y que, su máximo orgullo, fue escuchar el himno nacional de Panamá tras sus victorias.
Ellos son las velocistas Carlota Gooden y Diva Bishop, y el pesista Hugo Lyndsay, todos de origen antillano, y que lograron triunfos y éxitos en competencias internacionales.
Los abuelos de Carlota llegaron de las Antillas, en medio de la construcción del Canal, siendo sus padres de Nombre de Dios y Gorgona, aunque nació y fue criada en el sector zoneita conocido como La Boca.
Se destacó en varios juegos regionales entre las décadas 50 y 60 del siglo pasado, dándose a conocer en los Bolivarianos de Caracas en 1951, donde logró medallas de oro en los 50 y 100 metros planos, y en la posta 4x100.
“Mis padres estaban muy orgullosos de mis triunfos y de que corriera por Panamá”, dijo en una ocasión.
Ella participó en otras competiciones, incluyendo algunas de su universidad en los Estados Unidos, y los Panamericanos de Chicago en 1959, donde obtuvo bronce en dos pruebas individuales y una en los relevos.
Luego participó en el torneo atlético Iberoamericano en Chile, donde ganó los 100 metros lisos y los relevos de los 400 metros.
Diva es netamente de El Chorrillo, pero sus abuelos llegaron de Jamaica y Barbados contratados para trabajar en la vía interoceánica y una vez culminaron las obras, se ubicaron en el populoso barrio capitalino.
Debutó en los Centroamericanos de Atletismo en San José, Costa Rica, en 1969, donde se ubicó en el séptimo lugar del salto alto, y después coronó su actuación en los Bolivarianos de Maracaibo.
Un año después de los Bolivarianos de 1970, volvió a Costa Rica a otro Centroamericano de Atletismo y allí logró ganar, inclusive en el salto, y participó en el Centroamericano y del Caribe de Kingston, donde obtuvo la única medalla istmeña.
Luego llegaron los Bolivarianos de Panamá en 1973 y los Centroamericanos de ese mismo año, donde demostró todo su talento al acaparar cinco preseas doradas.
Su carrera ganadora la inició en los Juegos Bolivarianos de Maracaibo en 1970, donde obtuvo oro en el relevo 4x100 y una más de plata, en los 200 metros planos.
En los Centroamericanos de atletismo en Kingston en 1971, logró una presea de bronce en los 200 metros, mientras que, en los Bolivarianos de 1973 en Panamá, se llevó el oro en los 100 y 200 metros y en los relevos 4 por 100.
En los primeros juegos Centroamericanos en Guatemala de ese mismo año, fue la reina de la pista al conquistar cinco medallas de oro, en los 100 y 200 metros planos, el salto alto y colectivamente, los relevos 4x100 y 4x400.
En los Centroamericanos y del Caribe de Santo Domingo en 1974, su última gran competencia, obtuvo un tercer lugar en los 200 metros y un segundo en los relevos 4x100.
En resumen, ganó un total de 13 medallas, nueve de ellas de oro, siendo una de las máximas ganadoras de medallas de nuestro país.
Lyndsay es netamente colonense, pero sus abuelos paternos llegaron desde Jamaica para la construcción del canal y se radicaron en Colón.
Su idea inicial fue ser pelotero e imitar los logros obtenidos de Héctor López, pero una situación personal lo hizo cambiar de opinión y refugiarse en un gimnasio de halterofilia.
Hugo vagó por casi año y medio entre un deporte y otro, hasta que en 1968 entró al gimnasio de pesas ‘Los Olímpicos’ y se convirtió en uno de sus mayores referentes.
En 1972 participó en el Panamericano de pesas en Barranquilla, donde se ubicó en el sexto lugar de su categoría, y en los Bolivarianos de Panamá en 1973 cobró dos medallas de plata y una de bronce.
Cerró exitosamente el año, al dominar su división e imponer nuevos registros en los primeros Juegos Centroamericanos de Guatemala.
En 1976, con miras a viajar a las Olimpiadas de Montreal, fue dejado ‘vestido y alborotado’, ya que con la excusa de que no había dinero, llevaron solo a dos pesistas capitalinos, a pesar de ser la mejor opción panameña.
Al año siguiente sufrió una lesión que lo mantuvo alejado de los gimnasios hasta que en 1979 compitió en el nacional y obtuvo el título de los 100 kilos, quebrando de paso las marcas centroamericanas, luego de casi dos años de su forzoso retiro.
El alto nivel de competencia de Lindsay lo llevó a clasificar para estar en las Olimpiadas de Moscú en 1980, pero el boicot impuesto por los Estados Unidos, al cual se adhirió Panamá, le impidió por segunda ocasión estar en la máxima competencia deportiva.
Hugo siguió compitiendo, ganando medallas en los Bolivarianos de Barquisimeto (1981) y en los Centroamericanos y del Caribe de Santiago de Cuba (1982), anunciando su retiro en 1989.