Una Copa Oro con lecciones
- 03/07/2025 00:00
Panamá se fue invicta del torneo, pero le faltó ser pragmática para no ser despedida temprano, dejó la impresión de que el rival la había estudiado más que ella a él El domingo veremos una final de la Copa Oro en la que muchos panameños ponían anticipadamente a la Selección de Panamá como protagonista; no ha sido así. El positivismo, el entusiasmo y el apoyo incondicional ayudan, estimulan e impulsan y hay que mantenerlo, pero no garantizan necesariamente que se reflejen en un resultado a favor.
Es cierto que al equipo lo respalda un nivel de juego y un rendimiento que lo ha ubicado en la Concacaf como actor destacado con regularidad durante los años que Christiansen ha estado al frente, de ello hay que regocijarse por contribuir al crecimiento del fútbol panameño manteniendo, entre otros aspectos, la mirada de los clubes del exterior en nuestros jugadores; un número significativo de panameños participa en diversas ligas extranjeras.
Sin embargo, hay que procurar que los jugadores y los aficionados no se llenen con expectativas que dan por sentado que un título está ya al alcance porque en la anterior edición lo tuvieron cerca (Copa Oro 2023 y Liga de Naciones 2025) alcanzándolo ahora por lógica. No hay correspondencia en ese sentido.
Esto no significa que se deba disminuir el interés en aspirar con ahínco el lograr títulos o ponerlos en la mira del teleobjetivo, lo que sí debe recalcarse es que Panamá no es una potencia en la región para considerarla obligada a estar presente en las finales de los torneos de selecciones de la Concacaf, obligados por historia, condiciones económicas, capacidad de sus ligas etc., sí están México, Estados Unidos y Costa Rica, los países con mayor presencia en la Copa Mundial de Fútbol: México con 17, Estados Unidos 11 y Costa Rica 6 y con las ligas mejor organizadas.
Sin lugar a dudas, la eliminación de Panamá de la Copa Oro por parte de Honduras duele, un dolor que es saludable si se le limita en su alcance al recordar que el objetivo principal del proceso liderado por Christiansen es lograr la clasificación a la Copa Mundial de Fútbol Estados Unidos, México y Canadá 2026; no alcanzarla es el verdadero fracaso. Desde este enfoque, la eliminación de la Copa Oro ha dejado lecciones que se deberían evaluar.
Partamos de que la selección tiene condiciones y capacidades para hacerse con el cupo directo o la opción de repechaje que da el grupo A en la ronda final de las eliminatorias que se inician en septiembre, pero la Copa Oro ha dejado señales de que alcanzarlo puede ser más difícil de lo que se esperaba. Una de estas señales ha sido la de una Guatemala a la que se le superó por 1-0 pero demostró, sobre todo ante Canadá, que sigue en fase de crecimiento como rival complicado a superar. El Salvador fue menos de lo que se esperaba, aunque esto no debería conducir a disminuirle como rival, Hernán Bolillo Gómez conoce a Panamá, sumado a su experiencia en el manejo de equipos en circunstancias críticas. Cuando te tienen tan estudiado a veces hay que modificar el libreto para no perder el factor sorpresa.
Precisamente aquí hay que amarrar un análisis sobre lo que dejó el partido frente a Honduras que presentaba a un conjunto que fue goleado 6-0 en su primer partido, ante otro que llegaba sumando tres victorias y de candidato al título. La selección panameña fue ampliamente superior a la hondureña en el primer tiempo, el 1-0 a favor fue poca diferencia, no se correspondía con lo acontecido en el campo de juego. Una parte de que fuera así era mérito del portero Menjívar.
Desde el inicio de la segunda parte, Honduras entró con otro ímpetu, dispuesto a confrontar más la posesión del balón con la inclusión de Lozano, un jugador con un buen despliegue técnico, y luego dándole entrada a Palma; la idea era desajustar las líneas de Panamá adaptándose al juego rápido canalero, robándoles el balón y apelando a transiciones con balones largos hacia los costados por donde irrumpían los atacantes hondureños.
Lo fueron logrando en los últimos treinta minutos en la medida en que los panameños acusaron el desgaste de ir permanentemente en busca de la zona de remate, sufriendo físicamente el juego ríspido al que apelaron los catrachos en algunos tramos del partido. Panamá, no bajando el ritmo, priorizando el juego vertical al toque del balón para pausar el partido y manteniendo las líneas muy arriba, facilitaba ante la pérdida de la pelota el contrataque catracho.
Taparon los caminos para avanzar que tenía Christian Martínez como el principal tenedor del balón; Godoy se encontró superado en la contención y Panamá se fue enredando, quedándose físicamente sin piernas y sin saber proteger la pelota cuando las circunstancias lo requerían. Honduras se enchufó en el partido mientras Panamá tenía interrupciones. ¿Se actúa a tiempo en los cambios cuando se requería eficacia o cuando se hizo necesario resolver problemas inmediatos? Fue un interrogante que quedó en el aire.
El entrenador de Honduras, Reinaldo Rueda, dio muestras de que había estudiado muy bien a Panamá, sabía que llegar a los penales era una opción deseable, se prepararon para ello. Llegaron entusiasmados y con mucha confianza a su ejecución, a los panameños no se les sintió igual. Se entiende que no era lo ideal, pero cada instancia que contemple una competición se debe preparar con igual relevancia.
La conquista de la Copa Oro seguirá siendo un anhelo para Panamá. Independientemente de continuar en su búsqueda, la Copa dejó repensar si a Panamá no le falta ser a veces más pragmática, modificando el estilo de juego cuando las circunstancias lo requieren. A fin de cuentas, ¿no se trata de ganar?
El domingo veremos una final de la Copa Oro en la que muchos panameños ponían anticipadamente a la Selección de Panamá como protagonista; no ha sido así. El positivismo, el entusiasmo y el apoyo incondicional ayudan, estimulan e impulsan y hay que mantenerlo, pero no garantizan necesariamente que se reflejen en un resultado a favor.
Es cierto que al equipo lo respalda un nivel de juego y un rendimiento que lo ha ubicado en la Concacaf como actor destacado con regularidad durante los años que Christiansen ha estado al frente, de ello hay que regocijarse por contribuir al crecimiento del fútbol panameño manteniendo, entre otros aspectos, la mirada de los clubes del exterior en nuestros jugadores; un número significativo de panameños participa en diversas ligas extranjeras.
Sin embargo, hay que procurar que los jugadores y los aficionados no se llenen con expectativas que dan por sentado que un título está ya al alcance porque en la anterior edición lo tuvieron cerca (Copa Oro 2023 y Liga de Naciones 2025) alcanzándolo ahora por lógica. No hay correspondencia en ese sentido.
Esto no significa que se deba disminuir el interés en aspirar con ahínco el lograr títulos o ponerlos en la mira del teleobjetivo, lo que sí debe recalcarse es que Panamá no es una potencia en la región para considerarla obligada a estar presente en las finales de los torneos de selecciones de la Concacaf, obligados por historia, condiciones económicas, capacidad de sus ligas etc., sí están México, Estados Unidos y Costa Rica, los países con mayor presencia en la Copa Mundial de Fútbol: México con 17, Estados Unidos 11 y Costa Rica 6 y con las ligas mejor organizadas.
Sin lugar a dudas, la eliminación de Panamá de la Copa Oro por parte de Honduras duele, un dolor que es saludable si se le limita en su alcance al recordar que el objetivo principal del proceso liderado por Christiansen es lograr la clasificación a la Copa Mundial de Fútbol Estados Unidos, México y Canadá 2026; no alcanzarla es el verdadero fracaso. Desde este enfoque, la eliminación de la Copa Oro ha dejado lecciones que se deberían evaluar.
Partamos de que la selección tiene condiciones y capacidades para hacerse con el cupo directo o la opción de repechaje que da el grupo A en la ronda final de las eliminatorias que se inician en septiembre, pero la Copa Oro ha dejado señales de que alcanzarlo puede ser más difícil de lo que se esperaba. Una de estas señales ha sido la de una Guatemala a la que se le superó por 1-0 pero demostró, sobre todo ante Canadá, que sigue en fase de crecimiento como rival complicado a superar. El Salvador fue menos de lo que se esperaba, aunque esto no debería conducir a disminuirle como rival, Hernán Bolillo Gómez conoce a Panamá, sumado a su experiencia en el manejo de equipos en circunstancias críticas. Cuando te tienen tan estudiado a veces hay que modificar el libreto para no perder el factor sorpresa.
Precisamente aquí hay que amarrar un análisis sobre lo que dejó el partido frente a Honduras que presentaba a un conjunto que fue goleado 6-0 en su primer partido, ante otro que llegaba sumando tres victorias y de candidato al título. La selección panameña fue ampliamente superior a la hondureña en el primer tiempo, el 1-0 a favor fue poca diferencia, no se correspondía con lo acontecido en el campo de juego. Una parte de que fuera así era mérito del portero Menjívar.
Desde el inicio de la segunda parte, Honduras entró con otro ímpetu, dispuesto a confrontar más la posesión del balón con la inclusión de Lozano, un jugador con un buen despliegue técnico, y luego dándole entrada a Palma; la idea era desajustar las líneas de Panamá adaptándose al juego rápido canalero, robándoles el balón y apelando a transiciones con balones largos hacia los costados por donde irrumpían los atacantes hondureños.
Lo fueron logrando en los últimos treinta minutos en la medida en que los panameños acusaron el desgaste de ir permanentemente en busca de la zona de remate, sufriendo físicamente el juego ríspido al que apelaron los catrachos en algunos tramos del partido. Panamá, no bajando el ritmo, priorizando el juego vertical al toque del balón para pausar el partido y manteniendo las líneas muy arriba, facilitaba ante la pérdida de la pelota el contrataque catracho.
Taparon los caminos para avanzar que tenía Christian Martínez como el principal tenedor del balón; Godoy se encontró superado en la contención y Panamá se fue enredando, quedándose físicamente sin piernas y sin saber proteger la pelota cuando las circunstancias lo requerían. Honduras se enchufó en el partido mientras Panamá tenía interrupciones. ¿Se actúa a tiempo en los cambios cuando se requería eficacia o cuando se hizo necesario resolver problemas inmediatos? Fue un interrogante que quedó en el aire.
El entrenador de Honduras, Reinaldo Rueda, dio muestras de que había estudiado muy bien a Panamá, sabía que llegar a los penales era una opción deseable, se prepararon para ello. Llegaron entusiasmados y con mucha confianza a su ejecución, a los panameños no se les sintió igual. Se entiende que no era lo ideal, pero cada instancia que contemple una competición se debe preparar con igual relevancia.
La conquista de la Copa Oro seguirá siendo un anhelo para Panamá. Independientemente de continuar en su búsqueda, la Copa dejó repensar si a Panamá no le falta ser a veces más pragmática, modificando el estilo de juego cuando las circunstancias lo requieren. A fin de cuentas, ¿no se trata de ganar?