América Latina avanza contra el hambre, pero la inflación alimentaria amenaza los logros

Máximo Torero:
Máximo Torero Cullen, economista jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). | Dayana Navarro | La Estrella de Panamá
  • 04/11/2025 00:00

El economista en jefe de la FAO advirtió que comer sano en América Latina cuesta en promedio $4,60 y en Panamá $4,34, precios que podrían subir por la inflación alimentaria, hoy más acelerada que la global. Hay nuevos ‘shocks’ a la vista por la baja producción de maíz y trigo en China.

El economista jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Máximo Torero Cullen, analiza la situación de hambruna, sobrepeso y obesidad de los países, y las causas y consecuencias de la inflación alimentaria mundial, el impacto de los conflictos recientes, los desafíos para alcanzar el objetivo Hambre Cero 2030, y las estrategias que deben seguir los países para construir sistemas agroalimentarios más resilientes y sostenibles.

¿Cuál es la prevalencia del hambre actualmente? ¿Qué dice el SOFI 2025?

El informe tiene dos partes: estadísticas de la situación mundial del hambre e inflación alimentaria. En cifras, en el mundo hay 673 millones de personas con hambre en 2024, una leve mejora - con respecto al periodo anterior- con una prevalencia de 8.2 % (antes 8.5 %). La mejora es diferenciada por región: Asia y América Latina han mejorado fuertemente. En términos de la región, Sudamérica es la que más ha mejorado. Ha bajado alrededor de dos puntos. Brasil tuvo una mejora fuerte, salió del mapa del hambre. La prevalencia estuvo en alrededor de 3 % y ahora está por debajo de 2.5 %. Costa Rica se mantiene fuera también; República Dominicana mejoró sustancialmente; y los demás países tuvieron una leve mejoría; a excepción de Haití, que se ha deteriorado. África es la región que más se ha deteriorado en términos de niveles de hambre. Para el 2030, el 60 % de la gente con hambre estaría en África. América Latina es la región que podría salir del hambre y cumplir con la meta ODS-2030 de 0 hambre si acelera el proceso.

Y, ¿cómo está Panamá en la cuestión de hambruna y obesidad ?

Panamá mejoró. Está ahora en 5.7 % de prevalencia de hambre, una caída clara respecto a años anteriores. La prevalencia en 2000-2002 era de 23.2 %; 2004-2006, 14.8 %; 2007-2009, 11.2 %; y 2013-2015, 7.1 %. Esto claramente es una caída. Panamá está cerca del promedio de Centroamérica (5 %) y podría estar por debajo del 4 % el próximo año. Sin embargo, el sobrepeso y la obesidad son un problema serio y creciente. En Panamá, el sobrepeso en menores de 5 años es 10.9 %, y la obesidad en adultos es 36.1 %, lo cual nos dice que hay que actuar. Ahí es donde entra el concepto de dietas saludables, y la FAO está enfatizando mucho en el acceso y que el costo sea bajo para que las personas puedan acceder.

¿En Panamá, cuánto cuesta tener una dieta saludable?

El costo de una dieta saludable en Panamá es alto: $4,34 PIB (PPA) per cápita, por eso hay que hacer un esfuerzo grande en dos dimensiones. Por un lado, bajar el costo de las dietas saludables —el lado de la oferta— para que la gente pueda acceder a ellas. Por otro, promover un cambio de comportamiento —el lado de la demanda—, ya que una gran parte de la población tiene los recursos, pero no consume dietas saludables. No tener una dieta saludable genera un alto costo para el país en enfermedades no transmisibles (diabetes o problemas cardíacos, etc.), lo que afecta tanto a las personas como a la economía.

Hay una realidad, con el desempleo no todo el mundo tiene en el bolsillo cuatro dólares al día para comer. ¿Qué importancia tiene ese indicador para una dieta saludable?

En América Latina, una dieta saludable cuesta en promedio $4,60, y en Panamá $4,34, calculado en Purchasing Power Parity (PPA), que incorpora el efecto del aumento de precios. La inflación alimentaria ha crecido más rápido que la global. Esto afecta especialmente a los hogares más pobres, que gastan casi todo su ingreso en alimentos, obligándolos a consumir menos o alimentos de menor calidad. Para mejorar el acceso, se debe actuar en dos frentes: aumentar los ingresos y generar empleo para mejorar el poder adquisitivo, y reducir el costo de producción de las dietas saludables para hacerlas más accesibles. El próximo informe SOFI analizará específicamente cómo la inflación está afectando la canasta de la dieta saludable, es decir, el costo mínimo para acceder a una alimentación adecuada.

¿Qué factores explican la inflación alimentaria?

Son varios. Primero, la recuperación posterior al COVID-19. Los países de la OCDE implementaron políticas expansivas para reactivar sus economías, lo que incrementó el gasto y la demanda de alimentos, elevando los precios. La guerra en Ucrania agravó la situación, ya que Ucrania y Rusia son grandes exportadores de cereales, y Rusia también de gas, esencial para los fertilizantes. El bloqueo del Mar Negro y el alza de los precios energéticos impulsaron la inflación. A ello se suman presiones monetarias, aumento de la demanda, políticas sociales y fiscales orientadas a proteger a las poblaciones. Cuando hablamos de alimentos, hay que diferenciar entre el precio del commodity (ej. el trigo) y el precio del producto final (ej. el pan). El segundo incluye costos de energía, transporte y procesamiento, por lo que su aumento suele ser mayor. Incluso factores locales, como la sequía en el Canal de Panamá, impactan los costos logísticos globales. En conjunto, todos estos elementos han elevado la inflación alimentaria. Fue un error realizar una recuperación económica conjunta tan rápida, pues elevó la inflación mundial.

¿Cuáles son sus perspectivas en cuanto a la inflación alimentaria y los commodities?

La inflación alimentaria comienza a estabilizarse, al igual que los precios del maíz y del trigo. No obstante, podría producirse un nuevo shock debido a la reducción de la producción de estos granos en China, afectada por inundaciones y condiciones climáticas, lo que aumentará sus importaciones. También influyen las tensiones comerciales: el desplazamiento de importaciones desde China hacia Estados Unidos y, más recientemente, hacia Brasil, está reconfigurando el mercado global de commodities. Eso le conviene a Brasil. El precio de la soya debería disminuir por sobreproducción. Sin embargo, la inflación alimentaria probablemente no regresará a los niveles previos al COVID-19, debido al alto costo de la energía asociado a los conflictos internacionales. Es esencial que los salarios crezcan al ritmo de los precios de los alimentos para proteger a los sectores más vulnerables. Países como República Dominicana y Costa Rica han avanzado en políticas que buscan esa convergencia.

¿Cómo está impactando el cambio climático a la seguridad alimentaria y a la producción? ¿Qué data tiene la FAO?

La FAO lanzará próximamente un informe sobre pérdidas económicas por desastres climáticos, que detalla el impacto en trillones de dólares. No puedo adelantar resultados, pero el tema es de máxima prioridad.

¿Se puede producir más con menos?

Sí, por supuesto. Es el lema de la FAO: tener mayor acceso a mejores alimentos hoy y mañana. Lo que tenemos que hacer ahora es empezar a mejorar las eficiencias de producción y hacerlo de forma sostenible para que mañana puedas seguir teniendo ese nivel de producción que se requiere. Hoy en día gastamos mucho en fertilizante, sobre todo en América Latina y gran parte de ello no da los resultados que uno quiere. Hay que mejorar los mapas de suelo y eso es algo en que la FAO está trabajando fuertemente en la región. Lo otro es reducir pérdidas.

¿Cuál es la tasa de pérdidas en la producción mundial? ¿Cuánto alimento se desperdicia?

Hoy día perdemos 13.2 % de la producción mundial. Eso es del productor al mercado mayorista incluido. Y desperdiciamos 19 % de la producción mundial. En total es como el 30 % las dos cosas. Sabemos que el mayor desperdicio no se da en el restaurante, ni en el supermercado, sino en el hogar.

¿En qué consiste la iniciativa de Mano a Mano en el Corredor Seco?

Es un proyecto que trabaja en 80 países del mundo y tiene dos iniciativas: una a nivel de país y otra a nivel de región. ¿Qué es lo que hace? Identifica territorios de los países con mucha hambre y pobreza, pero que también tienen un gran potencial agrícola y baja eficiencia, para ayudarlos a reducir esa brecha. Con esta iniciativa, la FAO tiene una meta muy fuerte de ayudar a estos países a solucionar el problema del Corredor Seco, porque, además, eso va a ayudar a reducir la migración y a que los ciudadanos salgan del hambre y puedan vivir y producir en su país y lo que produzcan agregarlo a la cadena de valor.

¿Cuál es la meta?

Nuestra meta es convertir el Corredor Seco en un corredor verde.

¿En qué consiste la Alianza Global?

La alianza es fundamentalmente para las zonas y los hogares más pobres; y tiene tres pilares: el primero es la canasta de políticas, que busca las mejores prácticas en protección social, en desayunos escolares, en merienda escolar, en proyectos productivos para pequeños productores y agricultura familiar, tecnología, innovación; el segundo pilar es financiamiento, en donde los países tienen que estar informados para que exijan a los bancos que les financien lo que ellos necesitan, porque son préstamos, no son regalos, ese alineamiento va a ser central; y el tercero, por supuesto, es la acción en el país: si logras coordinar el financiamiento, vas a bajar la deuda, la vas a hacer más eficiente y vas a traer inversión. Creo que tenemos un potencial enorme para lograr eso.

¿Cómo inciden los conflictos en Gaza, Ucrania, Rusia y otros en la inseguridad alimentaria global?

Gaza es una situación crítica (IPC-5, hambruna, el nivel más alto de inseguridad alimentaria), donde la paz es fundamental para garantizar el acceso a alimentos y la recuperación de la población afectada. En Ucrania, la guerra provocó problemas graves cuando se bloqueó el Mar Negro; sin embargo, el mercado se ha ajustado. Ucrania ya no es un primer exportador de trigo y girasol, y otros países han cubierto esa producción, estabilizando la exportación mundial y los precios. Rusia ha continuado exportando, lo que también contribuye a la estabilidad del mercado. La estructura global ya se ha adaptado a este conflicto.

¿Cuál es la consecuencia a largo plazo? ¿Qué impactos negativos han surgido, aparte de la guerra?

El problema principal es que hemos vuelto a niveles altos de concentración de exportaciones de alimentos, similares a los de 2007-2011, reduciendo la diversidad de grandes exportadores. Antes, eran cuatro o cinco países los que dominaban el mercado; esto mejoró gracias al aumento de exportaciones de Brasil, Ucrania y Rusia. Con Ucrania fuera de los grandes exportadores, el mercado vuelve a concentrarse, aumentando la vulnerabilidad a choques climáticos, ya que un problema en uno de estos pocos países afecta los precios mundiales. Otro riesgo importante es la logística en puntos clave, como el Canal de Panamá. Cualquier problema en el acceso al agua o en la infraestructura de transporte afecta los costos y la distribución global de alimentos. Es crucial estar atentos para minimizar estos riesgos.

Máximo Torero
Economista en jefe de la FAO
La inflación alimentaria probablemente no regresará a los niveles previos al COVID-19, debido al alto costo de la energía asociado a los conflictos internacionales. Es esencial que los salarios crezcan al ritmo de los precios de los alimentos para proteger a los sectores más vulnerables”