Panamá convierte redes de pesca en fuente de energía

A través del retiro de redes fantasmas, el país no solo protege su biodiversidad marina, sino que también genera valor económico y social, impulsa el desarrollo costero y reafirma su liderazgo regional en la gestión ambiental de los mares.
La ARAP ejecutó el programa Canje Azul en la isla de Taboga, donde pescadores artesanales de Taboga, Otoque Oriente y Occidente participaron en una jornada de recolección de redes en desuso.
La AMP y ARAP entregaron a pescadores del área de La Boca cestos exclusivos para el descarte de redes “fantasmas” o en desuso.
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  • 06/11/2025 00:00

Los proyectos de ARAP–AMP marcan un paso firme hacia una economía azul sostenible, en la que la protección de los océanos se alinea con la productividad y la innovación

El retiro de redes de pesca abandonadas —conocidas como redes fantasmas— se ha convertido en una prioridad ambiental y económica para Panamá. Estas estructuras, fabricadas principalmente de plástico y nylon, continúan atrapando peces, tortugas, crustáceos y mamíferos marinos incluso después de ser descartadas. Frente a esta amenaza silenciosa, la Autoridad de los Recursos Acuáticos (ARAP) y la Autoridad Marítima de Panamá (AMP) han unido esfuerzos en una estrategia que combina conservación marina, inclusión social y economía circular.

En octubre, la ARAP ejecutó el programa Canje Azul en la isla de Taboga, donde pescadores artesanales de Taboga, Otoque Oriente y Occidente participaron en una jornada de recolección de redes en desuso. A cambio, recibieron bolsas de alimentos básicos, una medida que benefició directamente a unas 100 familias del litoral.

El administrador general de la ARAP, Eduardo Carrasquilla, explicó que la iniciativa busca evitar que las redes terminen en el fondo marino y prolonguen su impacto sobre los ecosistemas costeros.

“El compromiso de la institución es mantener fuera de los océanos todas las redes de descartes. Estas serán trasladadas a la ciudad de Panamá para su tratamiento y aprovechamiento seguro. Con el apoyo del sector pesquero, estamos sacando del mar toneladas de plástico que ponen en riesgo la biodiversidad y la economía local”, afirmó el titular de la ARAP.

El costo económico del depredador invisible

Las redes fantasmas son conocidas entre los científicos como el “depredador silencioso” de los océanos. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), representan alrededor del 10 % de los desechos marinos —equivalentes a 640,000 toneladas de material plástico—. Su impacto no se limita al ambiente: el sector pesquero estima pérdidas globales cercanas a los $250 millones anuales debido a la reducción de especies comerciales, daños en embarcaciones, contaminación y pérdida de áreas de pesca productiva.

En el año 2024, la ARAP retiró alrededor de 1,300 kilogramos de redes solo en la Bahía de Panamá. Ese mismo año, las autoridades registraron tres casos de enredo de ballenas en el Golfo de Panamá, lo que subraya la gravedad del problema.

“Las redes abandonadas ocasionan un grave daño al ecosistema marino. Es importante rescatarlas, cortarlas, sacarlas del mar y darles un mejor uso fuera del agua, donde no sigan contaminando”, destacó Gerardo Irimia Arosemena, subadministrador de la ARAP en septiembre cuando coordinó el retiro de las redes fantasmas con la Autoridad Marítima de Panamá (AMP). “Esta labor no solo limpia nuestros mares, sino que preserva la base económica de cientos de familias que viven de la pesca artesanal”, acotó.

El programa, además de su impacto ecológico, tiene un fuerte componente social y comunitario. Las bolsas de comida entregadas —aportadas por el Instituto de Mercadeo Agropecuario (IMA)— contenían productos básicos como arroz, menestras, aceite, café y enlatados, apoyando la seguridad alimentaria de las comunidades insulares que participaron voluntariamente en el canje.

Alianza institucional y expansión del programa

La AMP complementa este esfuerzo con la instalación de contenedores especializados para la recolección segura de redes en desuso. El primero fue colocado en el puerto de La Boca, en el corregimiento de Ancón, y servirá como punto de acopio para los pescadores que operan en la zona del Pacífico.

“Este es un proyecto que queremos llevar a todos los puertos estatales administrados por la AMP. Queremos que cada comunidad pesquera tenga un espacio seguro para disponer de las redes que ya no utilizan”, explicó Yader Sánchez, oficial de Prevención y Control de la Contaminación de la AMP.

De esta manera, ambas instituciones buscan crear una red nacional de recolección, que abarque desde los principales muelles urbanos hasta las comunidades costeras más remotas. En Taboga, por ejemplo, ya se dispone de un segundo contenedor gestionado por la ARAP, en coordinación con el municipio local y asociaciones de pescadores.

De residuo a recurso: economía circular marina

El material recuperado no será desechado, sino reinsertado en la cadena productiva. Las redes serán procesadas para su aprovechamiento energético, utilizándolas como combustibles alternativos en la producción de cemento. Este modelo, impulsado bajo principios de economía circular, convierte los residuos en una fuente útil de energía y reduce la dependencia de combustibles fósiles en la industria.

La bióloga Inés Sánchez, de la Dirección de Ordenación de la ARAP, destacó que el proyecto tiene un enfoque integral: “No se trata solo de limpiar los océanos, sino de crear un ciclo sostenible que dé valor al residuo. Cada red retirada evita la muerte de especies, reduce la contaminación y se transforma en energía útil para la producción industrial”.

Esta práctica, además, posiciona a Panamá entre los países pioneros en gestión sostenible de residuos marinos.

En 2017, el país fue el primero en América Latina en adherirse a la Iniciativa Global contra las Redes de Pesca Fantasmas, una alianza internacional que promueve la recuperación y reciclaje de equipos de pesca perdidos.

Educación y conciencia costera

Junto con la extracción de redes, la ARAP impulsa campañas de educación ambiental dirigidas a los pescadores artesanales. Estas iniciativas buscan enseñarles a identificar, recuperar y disponer adecuadamente de los equipos de pesca dañados, evitando que terminen en el mar.

“Este tipo de programas generan conciencia y responsabilidad compartida”, señaló Génesis Méndez, directora de Fomento de la ARAP. “Cada comunidad costera que participa en el Canje Azul se convierte en un actor de cambio, contribuyendo a la sostenibilidad del recurso pesquero y al bienestar económico de su entorno”.

Inés Sánchez
Bióloga de la Dirección de Ordenación de la ARAP
No se trata solo de limpiar los océanos, sino de crear un ciclo sostenible que dé valor al residuo. Cada red retirada evita la muerte de especies, reduce la contaminación y se transforma en energía útil para la producción industrial”,