Solo 19 % de las pérdidas por desastres está asegurado en América Latina

  • 21/11/2025 00:00

La baja penetración de los seguros, la concentración de la población en zonas de riesgo y la mayor frecuencia de eventos extremos explican la brecha de aseguramiento, revela el informe ‘Cambio Climático, Riesgos Extraordinarios y Políticas Públicas’ presentado en el marco de la COP23

América Latina enfrenta una brecha crítica de protección financiera ante el avance del cambio climático: solo el 19% de las pérdidas por desastres naturales está asegurado, dejando a hogares, empresas y gobiernos expuestos a asumir la factura creciente de inundaciones, olas de calor y tormentas cada vez más intensas, una realidad de la cual Panamá no escapa, revela el informe “Cambio Climático, Riesgos Extraordinarios y Políticas Públicas”.

El documento elaborado por MAPFRE Economics y presentado en el marco de la COP30, analiza el impacto creciente del cambio climático sobre los riesgos extraordinarios que cubre la actividad aseguradora, en un contexto de intensificación de fenómenos extremos y ampliación de la brecha de protección frente a desastres naturales.

El estudio señala que las elevadas brechas de aseguramiento por catástrofes naturales (gap CatNat) en muchas regiones se explican, principalmente, por la baja penetración de los seguros en economías emergentes, la creciente concentración de la población en ciudades y áreas de alto riesgo, y la mayor frecuencia y severidad de eventos extremos asociados al cambio climático.

“Las pérdidas aseguradas derivadas de fenómenos catastróficos han mostrado una tendencia ascendente sostenida a largo plazo, situándose, según el Swiss RE Institute, en un rango de crecimiento anual del 5 % al 7 % desde 1992”, destacó durante la presentación del informe, Ricardo González, director de Análisis, Estudios Sectoriales y Regulación de MAPFRE Economics.

Y añadió que: “si bien este incremento suele atribuirse al impacto del cambio climático, también influyen otros factores como el crecimiento económico y demográfico, la expansión de zonas vulnerables con sistemas de alerta temprana o planes de evacuación y prevención poco desarrollados, y el alza en los valores inmobiliarios”.

El informe advierte, además, que las pérdidas económicas asociadas a fenómenos meteorológicos y climáticos extremos están aumentando y se prevé que continúen al alza debido a la mayor frecuencia y gravedad de las catástrofes provocadas, entre otros factores, por el calentamiento global.

Según la investigación, en 2024 este tipo de catástrofes provocaron pérdidas económicas superiores a los $300,000 millones por noveno año consecutivo, un 14 % más, de los cuales cerca de $145.000 millones estaban asegurados.

El reto

Pero, ¿qué podemos hacer ante las elevadas brechas de aseguramiento por catástrofes naturales? Los especialistas concluyen que cerrar la brecha de protección aseguradora para los riesgos catastróficos es un reto que requiere la acción coordinada del sector asegurador y de todos los niveles de gobierno, puesto que sin medidas y mecanismos adecuados de protección y compensación, los riesgos climáticos tienden a convertirse en no asegurables o inasequibles para la población.

El informe destaca la importancia de desarrollar marcos de colaboración entre las administraciones públicas y el sector asegurador para gestionar y compartir riesgos de desastres, tomando como referencia modelos como el Consorcio de Compensación de Seguros en España, que indemnizar siniestros extraordinarios.

Asimismo, subraya la necesidad de: promover incentivos para la prevención y reducción de riesgos frente a fenómenos climáticos adversos, por ejemplo a través de sistemas de alerta temprana que proporcionen datos en tiempo real sobre la intensidad y trayectoria de tormentas, inundaciones, olas de calor o incendios forestales.

Incrementar las medidas orientadas a ampliar la cobertura aseguradora, mediante soluciones innovadoras como los seguros paramétricos, que ofrecen una respuesta rápida y eficiente ante desastres climáticos al realizar pagos automáticos basados en parámetros medibles y predefinidos, como la velocidad del viento, la cantidad de lluvia o la intensidad de una sequía.