Revista Mía

Ser mujer no es un insulto

ilustración: Shutterstock
Actualizado
  • 24/04/2024 11:55
Creado
  • 24/04/2024 11:55

Estamos en pleno siglo XXI y a veces siento que el hecho de ser mujer, en sí mismo, es un insulto. Es válido existir y mostrar nuestro cuerpo, en la medida que se vea de determinada manera, sea sexualizado y cumpla un fin. Nuestro cuerpo ha estado condicionado mucho tiempo a la mirada hegemónica masculina. Esa mirada nos debilita y nos resta poder, nos dice recurrentemente que por nosotras mismas no valemos nada, valemos en la medida que satisfacemos a otro, que adornamos su “estética”.

Valemos cuando somos mujeres delgadas, blancas, con pechos perfectos (ni muy grandes ni muy pequeños), heterosexuales... y lesbianas, únicamente en el porno (porque les da morbo), sin demostrar afectos públicos y cumplan los estándares solicitados.

No es un secreto que nuestros cuerpos han sido usados por mucho tiempo para vender productos y servicios consumidos por hombres, pero en el momento que usamos nuestros cuerpos a nuestra conveniencia (sin un fin más que hacer lo que nos da la gana) eso “está mal”. Manifestar y mostrar nuestro pecho como símbolo de protesta, lactar en público, mostrar nuestra panza en bikini con sobrepeso, tener los senos muy grandes y exhibirlos, ir con una falda muy corta y mostrar nuestra celulitis, ser sensual en un cuerpo no normativo y un sinnúmero de cosas más, parece que “están mal”, y hacen que las mujeres nos cohibamos de usar nuestro cuerpo como mejor nos plazca, pero contrariamente, si pueden vender una cerveza o una grifería de baño usando mujeres semidesnudas ¡eso sí que está bien!, ¿no es absurdo?

Ante lo poderosas que podemos ser simplemente con nuestro cuerpo, me pregunto si por mucho tiempo los hombres han intentado protegerse de nosotras ejerciendo una dominación, en este caso, obligándonos a existir de determinadas maneras. Nos toca proponer nuevas miradas, usar nuestros cuerpos a nuestra conveniencia sin que seamos exclusivamente recipientes receptores de deseos reprimidos. Siendo nosotras mismas y ejerciendo nuestra sexualidad como nos plazca, nos otorgamos el poder de ser bonitas, sexys, poderosas, lo que queramos ser, sin esperar la validación de nadie más que la de nuestra autoestima alta, con una postura más libre y consciente de nuestras potencialidades, y así, poder usar nuestro cuerpo para nuestros propios deseos. Recuerda: puedes hacer con tu cuerpo lo que quieras, tu cuerpo no es un objeto.

No es un secreto que nuestros cuerpos han sido usados por mucho tiempo para vender productos y servicios consumidos por hombres, pero en el momento que usamos nuestros cuerpos a nuestra conveniencia eso “está mal”.