América

¿Qué está pasando en Colombia? preguntan en Panamá

Un hombre observa un altar por la salud del senador Miguel Uribe.
  • 29/06/2025 00:00

La desinformación y el poco análisis, el atentado al senador colombiano y precandidato de la oposición Miguel Uribe Turbay, una oposición a la derecha y un gobierno a la izquierda, demandan un repaso al contexto histórico de Colombia en los recientes años

Hace 25 años, cuando Panamá inició el proceso histórico y justo de administrar los destinos del Canal de Panamá y ejercer plena soberanía sobre su territorio y su vida republicana, sin la injerencia colonial de Estados Unidos de América, el exministro Jorge Eduardo Ritter comentó que “Panamá debía empezar a mirar al sur”.

Si bien había entusiasmo con el nuevo estado de cosas, no faltaban los agoreros nostálgicos que auguraban un fracaso en la capacidad de los panameños para conducir los asuntos del canal y del país y crear nuevas realidades para beneficio de su pueblo y de la nación.

En cierto modo, con la salida del último soldado gringo, surgió -alentada por los agoreros- cierta sensación de orfandad, y un sentimiento de indefensión evidente en comentarios sueltos, suposiciones y teorías extrañas. Hubo, inclusive, invocaciones al miedo, según las cuales los colombianos pensaban invadir a Panamá. Aun con el devenir del siglo XXI y todos sus buenos augurios, las aves de mal agüero seguían viviendo anclados al pasado.

Mirar al sur significaba conocer lo que a ese lado del continente ocurría, y más allá de ello, lo que Panamá podía conseguir y ofrecer en una nueva etapa de su vida republicana tanto en el comercio, los servicios, la diplomacia, los negocios, la economía, la política o las relaciones culturales.

Panamá, durante años, ignoró lo que pasaba con sus vecinos, incluso los más cercanos, Colombia y Costa Rica, puesto que el entendimiento mayor y supremo era con la primera potencia mundial del planeta. Y esa ignorancia alimentó temores ante la nueva realidad panameña.

Recordemos que los intentos de unir los tres subcontinentes a través del llamado tapón del Darién se frustraron en varias ocasiones con argumentos que hoy, después del éxodo casi bíblico de cientos de miles de migrantes de todos los rincones del mundo por esa vía con destino a Estados Unidos de América, demostró que se trataba de una necedad de ciertas élites, muy seguramente con intereses económicos locales precisos. La vía Panamericana, un sueño bolivariano, sigue interrumpida entre Colombia y Panamá, apenas por un trecho de 80 kilómetros.

Como se sabe, la selva de Darién es la vorágine aposentada en un territorio de misterios: fantasmas, leyendas, crueldades y demonios brotan de sus confines, y la muerte y la impotencia humana se siguen juntando allí, bajo el manto de la indiferencia. Los relatos de vida, en cambio, son escenas de milagros engastados en las grandilocuencias de la fe.

La experiencia reciente de las olas migratorias con legiones de migrantes de todos los colores del mundo evidenció el caos de la humanidad presente, pero también resulta ser una demostración de debilidad de políticas fronterizas erráticas que no prevén la movilidad humana como un fenómeno social de estos nuevos tiempos, y un factor de atención primordial en el corto y largo plazo.

Los años ochenta

A finales de la década de los años ochenta, en Colombia exterminaron a un movimiento político, la Unión Patriótica, que surgió de un proceso de paz de las FARC y militantes del Partido Comunista de Colombia, con el gobierno conservador de Belisario Betancourt, en 1985. Cinco mil militantes mal contados de dicho movimiento fueron asesinados. Fue un exterminio propiciado por fuerzas oscuras temerosas de perder sus privilegios de poder, y narcotraficantes en alianza con agentes del Estado. Adicionalmente, a Pablo Escobar Gaviria lo convirtieron en un mito y en referente social para distinguir a Colombia. Aquí, muchos parroquianos llegaron a creer que este genio del mal era un Robin Wood latinoamericano que desafiaba a los gringos.