Caso Odebrecht: una audiencia que nunca empieza
- 09/11/2025 00:00
Panamá asiste, una vez más, al teatro repetido de la impunidad. El caso Odebrecht, el mayor escándalo de corrupción de América Latina, se convierte en un símbolo de desgaste judicial: un expediente que envejece en los escritorios, mientras los acusados caminan libres o encuentran refugio tras fronteras políticas. Cinco aplazamientos lleva ya el juicio que debía ventilar la verdad sobre millones de dólares en sobornos, un laberinto de dinero sucio que manchó gobiernos enteros y socavó la confianza de una región entera. El argumento oficial es técnico: faltó una notificación, una dirección, una asistencia judicial. Pero detrás de cada sello y cada excusa se esconde una maquinaria burocrática que ha aprendido a servir al poder, no a la justicia. Los calendarios se estiran, los plazos se borran y la memoria pública se disuelve en la rutina de los comunicados. Ricardo Martinelli, expresidente y hoy asilado en Colombia, observa desde lejos el lento naufragio de un proceso que podría alcanzarlo. Sus hijos ya confesaron haber movido sobornos por órdenes suyas. Juan Carlos Varela, también expresidente y ahora diputado del Parlacen, espera su turno en un carril judicial distinto. Los poderosos no comparecen: se protegen con fueros, con asilos, con silencios. Y mientras tanto, la audiencia —esa ciudadanía atrapada entre la indignación y el cansancio— contempla cómo el expediente más grande de corrupción del continente se vuelve un acto administrativo interminable. No es solo un juicio suspendido; es un espejo donde América Latina se ve impotente ante su propio sistema. Odebrecht no es ya un caso judicial: es una lección moral. Enseña que cuando la justicia se demora, la corrupción gana otro tipo de absolución, la del olvido. Y ese veredicto, silencioso, es el más devastador de todos.