Editorial

Colombia no puede permitir que terrorismo se adueñe del país

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Integrantes de la Policía Nacional trasladan un cilindro tras una explosión en inmediaciones de la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez este jueves, en Cali (Colombia). Al menos cinco personas murieron y 36 resultaron heridas por un atentado perpetrado con un camión bomba. EFE/ Ernesto Guzmán Jr Ernesto Guzmán Jr / EFE
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  • 22/08/2025 00:00

Retrocedimos en el tiempo. Hoy, Colombia revive las escenas que marcaron la era de Pablo Escobar: helicópteros abatidos, explosiones en centros urbanos, magnicidios y ciudadanos inocentes sometidos al terror. Esto pasa, además, en un año preelectoral, cuando la democracia requiere calma, debate y confianza en las instituciones, no miedo y zozobra. Colombia ha pagado demasiado alto el precio de la sangre como para ceder nuevamente al chantaje del crimen organizado. Estos no son ataques aislados: son golpes orquestados contra la sociedad entera, contra la estabilidad democrática y contra el derecho elemental de los colombianos a vivir en paz. El Estado debe responder con toda la contundencia de la ley, pero también con inteligencia, unidad política y respaldo internacional. Porque el narcoterrorismo ya no es un asunto aislado: es un fenómeno transnacional que requiere alianzas más firmes, cooperación judicial y acuerdos reales para cortar de raíz las redes financieras y de armas que lo sostienen. Colombia no puede volver al pasado. Y la comunidad internacional no puede mirar hacia otro lado. La tragedia de Cali y el asesinato de Miguel Uribe Turbay nos recuerdan que la lucha contra el terror no admite pausas, ni cálculos políticos, ni indiferencia. La respuesta debe ser una sola: la defensa de la vida, de la democracia y de un país que, a pesar de todo, se niega a arrodillarse ante el miedo.