- 21/12/2025 00:00
Panamá vuelve a escuchar el lenguaje de la vigilancia sanitaria. El Ministerio de Salud ha confirmado la detección de los primeros casos de la variante K de la influenza A (H3N2), una mutación del virus estacional conocida, más transmisible, pero sin mayor gravedad. La noticia, aunque relevante, exige un abordaje sereno: ni pánico innecesario ni confianza excesiva. La experiencia reciente nos dejó una lección clara. Cuando se trata de salud pública, la anticipación es una virtud y la desinformación, un riesgo. Esta variante no es nueva, no implica una pandemia ni altera el comportamiento clínico habitual de la influenza. Circula desde hace meses en países de la región como México, Perú y Colombia. Sin embargo, su mayor capacidad de contagio obliga a no bajar la guardia. El reto no está en dramatizar, sino en actuar con responsabilidad. La influenza sigue siendo una enfermedad que, aunque común, puede generar complicaciones en poblaciones vulnerables: adultos mayores, niños pequeños, personas con enfermedades crónicas y personal de salud. Por eso, la vacunación oportuna continúa siendo la principal herramienta de protección colectiva, junto a medidas básicas que ya conocemos y que no deberían abandonarse: lavado frecuente de manos, uso de mascarilla ante síntomas respiratorios y evitar acudir a espacios cerrados cuando se está enfermo. El sistema de salud ha activado sus protocolos y eso es una señal positiva. La alerta epidemiológica no es un anuncio de crisis, sino un mecanismo de prevención. Informar a tiempo es parte del deber del Estado y entender la información con criterio es responsabilidad de la ciudadanía.