Oposición fantasma
- 17/11/2025 00:00
El derecho a disentir y a organizarse para cuestionar decisiones tomadas en el ámbito político es inherente a toda sociedad democrática; aún más cuando estas se desarrollan en un contexto de desigualdades que exige posturas críticas frente al poder de turno. Por ello, la figura de la oposición, dentro de una república representativa como Panamá, debe asumir un rol de contrapeso frente al gobierno, especialmente en un país profundamente presidencialista, donde el poder económico y político permanece concentrado en pocas manos. La promesa de transformación impulsada por los grupos independientes se ha tornado un espejismo. Salvo contadas excepciones, tanto en la Asamblea como en los gobiernos locales, lo que ha prevalecido es una forma de oportunismo disfrazado de oposición. Se repiten prácticas clientelares y el acostumbrado rejuego con el Ejecutivo, lo que vuelve cada vez más difícil distinguir las diferencias entre los partidos tradicionales y los actores independientes. Los debates ideológicos brillan por su ausencia y los pronunciamientos políticos solo aparecen cuando las cámaras están encendidas y los “likes” lo justifican. Ciertamente, el sistema político instaurado tras la invasión de 1989 —con su corrupción y el constante conflicto de intereses entre los cargos públicos y quienes financian las campañas— no va a transformarse de manera abrupta por la llegada de iluminados ni de mesías; es un trabajo que debemos hacer como sociedad, empezando por la participación ciudadana activa. Urge en Panamá una oposición que no sea un fantasma que solo se alza como bandera según el cálculo electoral, sino fuerzas políticas y liderazgos capaces de renovar el quehacer público, en especial ante el avance firme de tendencias autoritarias en el mundo y en Panamá, que en nada favorecen a nuestra ya deteriorada democracia.