Envejecimiento demográfico y la ausencia de una política urbana y territorial para afrontarlo

Este mapa muestra la distribución de la población mayor de 60 años según el censo de 2023. El 54% de los corregimientos del país tienen 15% o más de su población como adultos mayores, lo que supera el promedio nacional que es de 14%. Azuero y Veraguas son dos de las provincias con mayor concentración de poblaciones en estas edades.
Panamá avanza hacia un escenario de envejecimiento poblacional sin que el Estado se prepare para los retos sociales, urbanos y de vivienda que ello implica.
  • 29/09/2025 00:00

Las provincias centrales exhiben una población más envejecida, mientras que las comarcas indígenas mantienen un perfil marcadamente joven. El ordenamiento territorial y la política de vivienda en el país deberá adaptarse a que uno de cada cuatro ciudadanos tendrá más de 60 años en 2050

Panamá se encamina a un proceso de envejecimiento poblacional para el cual el Estado panameño no se está preparando.

La primera causa de este cambio ha sido la disminución de la fecundidad. En 1960, las mujeres panameñas tenían en promedio 5.8 hijos, mientras que en 2023 el promedio se redujo a 2.1, cifra cercana al nivel de reemplazo generacional.

Paralelamente, Panamá ha experimentado un notable aumento en la esperanza de vida. En 1960, la expectativa de vida al nacer era de 60 años mientras que en 2023 alcanzó los 80 años.

La urbanización y el control natal desempeñaron un papel crucial. Desde la década de 1960, las políticas de planificación familiar, junto con la concentración de la población en ciudades con mayor acceso a educación, empleo y servicios de salud, contribuyeron a consolidar un modelo familiar más pequeño y a alargar la vida promedio de la población.

De hecho, mientras en 1960 solo el 40% de los panameños vivía en ciudades, en 2023 esa proporción alcanzó el 70%.

Los datos del Censo 2023 sobre la distribución etaria en Panamá reflejan con claridad la diversidad demográfica del país, marcada por contrastes entre provincias y comarcas.

A nivel nacional, el 14% de la población tiene 60 años o más, mientras que el 25.4% corresponde a personas entre 0 y 14 años, con un promedio de edad de 33 años. Esta estructura muestra un país aun predominantemente joven, con señales de envejecimiento en ciertas regiones.

Así tenemos la región de Azuero, donde provincias como Los Santos (24.3% de adultos mayores) y Herrera (20.7%), marcan una mayor proporción de población mayor de 60 años, debido a procesos de migración urbano- rural de su población en edad productiva y una menor fecundidad.

Las comarcas indígenas serían el polo opuesto en este escenario, ya que siguen siendo marcadamente jóvenes: en Ngäbe Buglé el 45.8% de la población son menores de 14 años y apenas 6.4% mayores de 60 años. En la comarca Emberá- Waunaan los menores de 14 años alcanzan 40.5% y en Kuna Yala 38.9%.

La distribución por edades en Panamá revela contrastes claros entre las provincias más urbanizadas del área metropolitana y las provincias centrales en el interior.

En la provincia de Panamá, el 14.1% de la población tiene 60 años o más, mientras que los menores de 14 representan el 22.2%. Panamá Oeste, con un 12.2% de adultos mayores y un 24.6% de menores, mantiene una estructura relativamente más joven, mientras que en Colón los mayores de 60 son el 11.4% y los menores de 14 alcanzan el 27.9%.

En conjunto, estas tres provincias urbanas muestran un balance intermedio, con proporciones de jóvenes todavía altas en relación con el promedio nacional (25.4%), pero con señales de envejecimiento progresivo en la capital.

Por otro lado, provincias como Coclé, Veraguas y Chiriquí exhiben una estructura demográfica más envejecida.

En Coclé el 16.1% de la población supera los 60 años y los menores son apenas 23.7%, cifras muy similares a las de Chiriquí (16.2% y 24.0% respectivamente) y Veraguas (16.9% y 24.4%).

En estas provincias, la proporción de adultos mayores se ubica varios puntos por encima del promedio nacional (13.9%), al mismo tiempo que el peso de la población infantil es menor.

Implicaciones para la estructura urbana y el ordenamiento territorial

El proceso de envejecimiento de la población en Panamá tiene profundas implicaciones en el diseño e implementación de políticas públicas, especialmente en materia de ordenamiento territorial, vivienda, espacio público y equipamientos sociales.

Sobre este último aspecto, el envejecimiento poblacional desnuda el déficit estructural de políticas y equipamientos sociales en Panamá.

Otra deficiencia de una falta de planeamiento urbano inclusivo. Esto incluye centros de día, programas comunitarios de envejecimiento activo, sistemas de transporte adaptado y una estrategia nacional de cuidados que articule vivienda, salud y espacio público.

Para lograr el requerido ajuste en esta política pública, en primer lugar, es necesario que instrumentos como los Planes de Ordenamiento Territorial reconozcan que la pirámide poblacional del país se está invirtiendo, y que para 2050, uno de cada cuatro panameños tendrá más de 60 años, y que está transformación tiene implicaciones en la forma en que se gestiona y construye el territorio.

El envejecimiento poblacional en Panamá se refleja con particular claridad en los barrios más antiguos de la ciudad capital, donde residen altas proporciones de adultos mayores.

Corregimientos como Juan Díaz, Parque Lefevre, Altos de las Acacias o Don Bosco, desarrolladas entre las décadas de 1960 y 1980, hoy concentran entre un 30% y un 40% de personas mayores.

Estas casas, diseñadas para familias numerosas en un momento de auge urbano, carecen hoy de adecuaciones necesarias para la accesibilidad, seguridad o tecnologías de asistencia, que permitan un envejecimiento digno.

En paralelo, los asentamientos informales surgidos también desde la década de 1950, -como en el caso del distrito de San Miguelito-, plantean un desafío aún mayor, pues fueron levantados en colinas de difícil acceso, reforzando la vulnerabilidad física y social de sus pobladores mayores.

La dinámica intergeneracional también explica parte de este fenómeno: los hijos formaron nuevas familias y se trasladaron hacia nuevos proyectos residenciales más modernos en la periferia este y norte.

El resultado es que los barrios donde crecieron van quedando atrás, con viviendas envejecidas y un entorno comunitario en deterioro.

Se trata de espacios donde el tejido social se ha erosionado y la infraestructura urbana no se renueva al mismo ritmo que las necesidades de la población que permanece.

Esta situación abre una oportunidad estratégica para redefinir las políticas de vivienda y subsidios.

El hecho de que casi tres de cada diez hogares en Panamá estén encabezados por personas mayores de 60 años, según el censo de 2023-, obliga a repensar los programas habitacionales más allá de la lógica tradicional de subsidios a primeras viviendas para jóvenes.

En este contexto, los barrios antiguos, tanto en el área metropolitana de Panamá, como en otras urbes del país, no deberían verse como espacios condenados al abandono, sino como escenarios clave para ensayar políticas innovadoras de renovación urbana con enfoque demográfico.

Programas que integren subsidios a la rehabilitación de viviendas, incentivos fiscales para la adaptación arquitectónica, o incluso la reconversión de casas subutilizadas en unidades de convivencia intergeneracional, permitirían revitalizar estas comunidades al tiempo que se responde a las necesidades de la población mayor.

Lejos de ser un pasivo urbano, el envejecimiento en los barrios tradicionales de Panamá podría convertirse en el motor para una política de vivienda más equitativa, sostenible y socialmente innovadora.

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