Niñas embarazadas: el abuso sexual que interrumpe la infancia
- 22/07/2025 00:00
Cada año, cientos de niñas enfrentan embarazos producto de violaciones. Aunque existen programas estatales de prevención y acompañaiento, muchas de ellas siguen atrapadas en un sistema que no garantiza la restitución de sus derechos Cuando el equipo de La Estrella de Panamá hizo el recorrido por la Casa Hogar María Guadalupe, encontró en el salón de costura a 12 niñas —cuyas edades oscilan entre los 10 y 16 años—, que hacían vestidos y tembleques. Algunas pequeñas con sus bebés en brazos, otros a su lado mientras duermen o beben leche en biberón. En el espacio iluminado y ordenado hay varios estantes repletos de hilos, agujas, lentejuelas, mostacilla, alambres, perlas, cristales y demás materiales. Hay varias máquinas de coser y tres mesas rodeadas por las niñas y adolescentes vestidas de rosado, bien peinadas y trabajando con sus manos diminutas, de niñas. La mayoría de ellas llegó allí tras haber sido abusadas sexualmente.
Cifras del XII Censo de Población y VIII de Vivienda, correspondiente a 2020 revelan que 14.364 niñas y adolescentes, entre 10 y 19 años, son o fueron madres, 1 de cada 2 son indígenas; 213 son niñas entre 10 y 11 años. El 60 %, entre 10 y 17 años están fuera del sistema escolar. 3 de cada 5 madres entre 15 y 17 años no estudia ni trabaja. Solo 7 % tiene acceso a la seguridad social y solo el 43 % tiene acceso a internet. Además, 6.011 están en uniones tempranas. El 61 % de las adolescentes embarazadas proceden de comunidades del área rural y el 39 % del área urbana
“En este momento tenemos 12 adolescentes y 10 bebés. El 85 % de las jóvenes albergadas aquí son niñas y adolescentes que han sido víctimas de abuso sexual continuado y que han quedado embarazadas producto de esa violencia. Todas llegan embarazadas, provenientes de instituciones del Estado como la Senniaf, el Órgano Judicial o la Fiscalía, según el caso. Vienen con orden de ingreso, documentación y exámenes médicos, detalla la directora del hogar, Rocío Restrepo.
Salud y educación El Hogar María Guadalupe no solo les brinda albergue, sino también seguimiento durante el embarazo, atención médica, cuidados primarios y psicológicos, apoyo nutricional, y continuidad académica a través del programa Educa. “Contamos con un curso de corte y confección con una profesora capacitada, y con la Escuela de Belleza Maribel, que asiste los martes y jueves para enseñar peluquería, faciales, cuidado de manos y pies. Así, tres veces por semana tienen actividades prácticas y por las tardes estudian con el programa Educa”, añade Restrepo.
El Ministerio de Educación (Meduca) les envía una profesora, y tiene un voluntario que da clases de inglés lunes y viernes. “También desarrollamos talleres para que ellas salgan con habilidades útiles, ya que, al salir de aquí, deberán enfrentarse a la realidad con un bebé en brazos. Con los años hemos comprobado que mantenerlas ocupadas ayuda a sanar emocionalmente. Es un reto trabajar con niñas tan pequeñas, algunas de apenas 10 años, que han pasado por una cesárea. Debemos apoyarlas emocionalmente para que superen sus miedos y, al mismo tiempo, guiarlas para que sean buenas madres y desarrollen un vínculo afectivo fuerte con sus hijos”.
Los cuartos son amplios, limpios y ordenados. Cada niña tiene su cama, un armario y una cuna. Hay un área destinada para baño y cambio de pañal. Cada bebé tiene su bañera, sus productos de higiene y su toalla. Hay una cocina, un comedor donde también hay sillas de comer para los bebés, tiene un salón de entretenimiento y áreas verdes
Cuando una de ellas va a dar a luz es trasladada al Hospital Santo Tomás, que tiene un piso especializado para adolescentes embarazadas de alto riesgo. “Para nosotros, todas son de alto riesgo por su corta edad. Durante el embarazo tienen seguimiento médico en el centro de salud de Paraíso. Cada semana asistimos a múltiples citas médicas. Por ejemplo, en mayo de este año tuvimos 46 en un solo mes”.
El control médico es estricto. El cuerpo de una niña no está preparado para el embarazo y muchas presentan complicaciones como preeclampsia, a pesar del control nutricional que llevan con la licenciada Iris Conte, quien supervisa menús, peso y talla en el albergue.
El aborto La ginecóloga Isabel Lloyd declaró a este medio en 2022 que modificar el tiempo de interrupción del embarazo en adolescentes no es descabellado. Especialmente “porque la adolescente tiene reglas irregulares, entonces puede ser normal que se les salten los periodos, y cuando se dan cuenta es tarde”, dijo.
El artículo 144 del Código Penal de Panamá establece excepciones al castigo penal por aborto. Según la normativa: “No se aplicarán las penas previstas en los artículos 141 a 143 cuando el aborto, con consentimiento de la mujer, se lleve a cabo dentro de los dos primeros meses de embarazo y como resultado directo de una violación carnal debidamente acreditada durante una instrucción sumarial”.
Tampoco se penalizará si el aborto, también consentido, se realiza por causas graves de salud que pongan en peligro la vida de la madre o del feto, siempre que exista autorización previa otorgada por una comisión multidisciplinaria designada por el Ministerio de Salud. En ambos supuestos, el procedimiento debe ser practicado por un médico en un centro público de salud. Y el personal médico tiene derecho a objetar por razones de conciencia, por motivos morales, religiosos o de otro tipo. Pese a estas excepciones, en la práctica, pocas adolescentes acceden a este recurso.
La pregunta del millón: ¿a dónde van después de dar a luz? Una vez que nace el bebé, las jóvenes deben permanecer al menos tres meses más para garantizar que los recién nacidos reciban sus vacunas básicas. Luego de ese período, se inicia el proceso de restitución familiar. “No todas pueden regresar a su hogar de origen, pues en muchos casos fue allí donde fueron abusadas. Por eso se investiga si hay familiares aptos que puedan recibirlas y garantizarles cuidado y estudio”.
“¿Para dónde van? Es la gran pregunta. Convivimos con ellas día a día, vemos su evolución, su proceso de maduración. Algunas ya han sobrepasado el tiempo de estancia permitido, pero no las podemos poner en la calle. Nos duele, pero el Estado no está asumiendo su rol”, declara Rocío Restrepo, directora del hogar María Guadalupe.
Ante esta realidad, la fundación ha diseñado un programa denominado Mamá Valiente, orientado a ofrecer acompañamiento a las madres que no pueden regresar con sus familias ni incorporarse al mundo laboral por ser menores de edad. “Es un proyecto que aún no hemos podido implementar por falta de recursos. Lo ideal sería que el Estado lo adopte y lo desarrolle, porque nosotros ya no damos abasto”, explica Restrepo.
El plan del Estado El Ministerio de Desarrollo Social (Mides) declaró a La Decana que el Plan Nacional de Atención a la Madre Adolescente, reúne la oferta de programas estatales y de organizaciones no gubernamentales enfocados en la prevención del embarazo y atención a madres adolescentes. Actualmente, el Consejo Nacional de Atención a la Madre Adolescente trabaja en su actualización para el periodo 2025–2029.
El Meduca ejecuta estrategias de formación docente basadas en guías de orientación sobre sexualidad y afectividad, dirigidas a estudiantes de primaria, premedia, media, madres adolescentes y sus acudientes.
De forma conjunta, el Ministerio de Desarrollo Social, el Meduca, la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf) y el Ministerio de la Mujer capacitan a profesionales para prevenir el embarazo adolescente, la violencia sexual y las uniones forzadas en poblaciones vulnerables. La Asociación Panameña para el Planeamiento de la Familia y el Ministerio de Salud ofrecen consejerías a adolescentes sobre anticoncepción y riesgos reproductivos.
En el Presupuesto General del Estado no se detallan los montos asignados para los programas mencionados.
La directora de la Casa Hogar reconoce que, en algunos casos, las jóvenes han sido reubicadas en entornos que, lejos de brindar protección, terminan revictimizándolas. “Hay situaciones en las que un familiar asegura que se hará cargo, pero al ser evaluado por una trabajadora social se descubre que la niña no está escolarizada ni tiene tiempo para cuidar a su hijo. Se convierte en ama de casa o niñera de otros niños, sin condiciones dignas, y debemos intervenir nuevamente. Es un desafío enorme”.
Cuando el equipo de La Estrella de Panamá hizo el recorrido por la Casa Hogar María Guadalupe, encontró en el salón de costura a 12 niñas —cuyas edades oscilan entre los 10 y 16 años—, que hacían vestidos y tembleques. Algunas pequeñas con sus bebés en brazos, otros a su lado mientras duermen o beben leche en biberón. En el espacio iluminado y ordenado hay varios estantes repletos de hilos, agujas, lentejuelas, mostacilla, alambres, perlas, cristales y demás materiales. Hay varias máquinas de coser y tres mesas rodeadas por las niñas y adolescentes vestidas de rosado, bien peinadas y trabajando con sus manos diminutas, de niñas. La mayoría de ellas llegó allí tras haber sido abusadas sexualmente.
Cifras del XII Censo de Población y VIII de Vivienda, correspondiente a 2020 revelan que 14.364 niñas y adolescentes, entre 10 y 19 años, son o fueron madres, 1 de cada 2 son indígenas; 213 son niñas entre 10 y 11 años. El 60 %, entre 10 y 17 años están fuera del sistema escolar. 3 de cada 5 madres entre 15 y 17 años no estudia ni trabaja. Solo 7 % tiene acceso a la seguridad social y solo el 43 % tiene acceso a internet. Además, 6.011 están en uniones tempranas. El 61 % de las adolescentes embarazadas proceden de comunidades del área rural y el 39 % del área urbana
“En este momento tenemos 12 adolescentes y 10 bebés. El 85 % de las jóvenes albergadas aquí son niñas y adolescentes que han sido víctimas de abuso sexual continuado y que han quedado embarazadas producto de esa violencia. Todas llegan embarazadas, provenientes de instituciones del Estado como la Senniaf, el Órgano Judicial o la Fiscalía, según el caso. Vienen con orden de ingreso, documentación y exámenes médicos, detalla la directora del hogar, Rocío Restrepo.
El Hogar María Guadalupe no solo les brinda albergue, sino también seguimiento durante el embarazo, atención médica, cuidados primarios y psicológicos, apoyo nutricional, y continuidad académica a través del programa Educa. “Contamos con un curso de corte y confección con una profesora capacitada, y con la Escuela de Belleza Maribel, que asiste los martes y jueves para enseñar peluquería, faciales, cuidado de manos y pies. Así, tres veces por semana tienen actividades prácticas y por las tardes estudian con el programa Educa”, añade Restrepo.
El Ministerio de Educación (Meduca) les envía una profesora, y tiene un voluntario que da clases de inglés lunes y viernes. “También desarrollamos talleres para que ellas salgan con habilidades útiles, ya que, al salir de aquí, deberán enfrentarse a la realidad con un bebé en brazos. Con los años hemos comprobado que mantenerlas ocupadas ayuda a sanar emocionalmente. Es un reto trabajar con niñas tan pequeñas, algunas de apenas 10 años, que han pasado por una cesárea. Debemos apoyarlas emocionalmente para que superen sus miedos y, al mismo tiempo, guiarlas para que sean buenas madres y desarrollen un vínculo afectivo fuerte con sus hijos”.
Los cuartos son amplios, limpios y ordenados. Cada niña tiene su cama, un armario y una cuna. Hay un área destinada para baño y cambio de pañal. Cada bebé tiene su bañera, sus productos de higiene y su toalla. Hay una cocina, un comedor donde también hay sillas de comer para los bebés, tiene un salón de entretenimiento y áreas verdes
Cuando una de ellas va a dar a luz es trasladada al Hospital Santo Tomás, que tiene un piso especializado para adolescentes embarazadas de alto riesgo. “Para nosotros, todas son de alto riesgo por su corta edad. Durante el embarazo tienen seguimiento médico en el centro de salud de Paraíso. Cada semana asistimos a múltiples citas médicas. Por ejemplo, en mayo de este año tuvimos 46 en un solo mes”.
El control médico es estricto. El cuerpo de una niña no está preparado para el embarazo y muchas presentan complicaciones como preeclampsia, a pesar del control nutricional que llevan con la licenciada Iris Conte, quien supervisa menús, peso y talla en el albergue.
La ginecóloga Isabel Lloyd declaró a este medio en 2022 que modificar el tiempo de interrupción del embarazo en adolescentes no es descabellado. Especialmente “porque la adolescente tiene reglas irregulares, entonces puede ser normal que se les salten los periodos, y cuando se dan cuenta es tarde”, dijo.
El artículo 144 del Código Penal de Panamá establece excepciones al castigo penal por aborto. Según la normativa: “No se aplicarán las penas previstas en los artículos 141 a 143 cuando el aborto, con consentimiento de la mujer, se lleve a cabo dentro de los dos primeros meses de embarazo y como resultado directo de una violación carnal debidamente acreditada durante una instrucción sumarial”.
Tampoco se penalizará si el aborto, también consentido, se realiza por causas graves de salud que pongan en peligro la vida de la madre o del feto, siempre que exista autorización previa otorgada por una comisión multidisciplinaria designada por el Ministerio de Salud. En ambos supuestos, el procedimiento debe ser practicado por un médico en un centro público de salud. Y el personal médico tiene derecho a objetar por razones de conciencia, por motivos morales, religiosos o de otro tipo. Pese a estas excepciones, en la práctica, pocas adolescentes acceden a este recurso.
Una vez que nace el bebé, las jóvenes deben permanecer al menos tres meses más para garantizar que los recién nacidos reciban sus vacunas básicas. Luego de ese período, se inicia el proceso de restitución familiar. “No todas pueden regresar a su hogar de origen, pues en muchos casos fue allí donde fueron abusadas. Por eso se investiga si hay familiares aptos que puedan recibirlas y garantizarles cuidado y estudio”.
“¿Para dónde van? Es la gran pregunta. Convivimos con ellas día a día, vemos su evolución, su proceso de maduración. Algunas ya han sobrepasado el tiempo de estancia permitido, pero no las podemos poner en la calle. Nos duele, pero el Estado no está asumiendo su rol”, declara Rocío Restrepo, directora del hogar María Guadalupe.
Ante esta realidad, la fundación ha diseñado un programa denominado Mamá Valiente, orientado a ofrecer acompañamiento a las madres que no pueden regresar con sus familias ni incorporarse al mundo laboral por ser menores de edad. “Es un proyecto que aún no hemos podido implementar por falta de recursos. Lo ideal sería que el Estado lo adopte y lo desarrolle, porque nosotros ya no damos abasto”, explica Restrepo.
El Ministerio de Desarrollo Social (Mides) declaró a La Decana que el Plan Nacional de Atención a la Madre Adolescente, reúne la oferta de programas estatales y de organizaciones no gubernamentales enfocados en la prevención del embarazo y atención a madres adolescentes. Actualmente, el Consejo Nacional de Atención a la Madre Adolescente trabaja en su actualización para el periodo 2025–2029.
El Meduca ejecuta estrategias de formación docente basadas en guías de orientación sobre sexualidad y afectividad, dirigidas a estudiantes de primaria, premedia, media, madres adolescentes y sus acudientes.
De forma conjunta, el Ministerio de Desarrollo Social, el Meduca, la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf) y el Ministerio de la Mujer capacitan a profesionales para prevenir el embarazo adolescente, la violencia sexual y las uniones forzadas en poblaciones vulnerables. La Asociación Panameña para el Planeamiento de la Familia y el Ministerio de Salud ofrecen consejerías a adolescentes sobre anticoncepción y riesgos reproductivos.
En el Presupuesto General del Estado no se detallan los montos asignados para los programas mencionados.
La directora de la Casa Hogar reconoce que, en algunos casos, las jóvenes han sido reubicadas en entornos que, lejos de brindar protección, terminan revictimizándolas. “Hay situaciones en las que un familiar asegura que se hará cargo, pero al ser evaluado por una trabajadora social se descubre que la niña no está escolarizada ni tiene tiempo para cuidar a su hijo. Se convierte en ama de casa o niñera de otros niños, sin condiciones dignas, y debemos intervenir nuevamente. Es un desafío enorme”.