Un duelo que no termina, familiares de víctimas recuerdan la Invasión

Conversatorio con familiares de víctimas de la Invasión.
  • 20/12/2025 00:00

Crecer sin papá, criar hijos sola, la búsqueda de la verdad y encontrar sentido en medio del dolor continúa. El trabajo de identificación de la Comisión 20 de Diciembre ayuda a dar un cierre a muchos panameños y panameñas

“Mi madre siempre me dijo que mi padre estaba ahí. Pero ahora, este año yo tuve la certeza de que en realidad sí era mi padre en la tumba donde yo estuve, estuve llorando por 36 años”.

Elías Núñez tenía un par de meses de nacido cuando ocurrió la Invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989. Su padre, Ramón Núñez, fue asesinado por tropas estadounidenses. La ausencia pesó sobre él toda su vida. Aún lo hace. Está sentado en medio de la galería Manuel Amador Guerrero de la Universidad de Panamá. A su lado están Brenda Bethancourt, Neribel Mojica y Trinidad Ayola. Todos perdieron seres queridos durante la Invasión. Elías perdió la oportunidad de crecer con su papá.

“No tuve la oportunidad de conocerlo, de que me diera un abrazo. De que me viera crecer, de compartir con él”. Elías es un hombre joven de aspecto corpulento. Pero el dolor corta sus palabras.

Por décadas, Elías y su familia visitaron una tumba sin saber si los restos de Ramón estaban ahí. Este año, gracias al trabajo de la Comisión 20 de Diciembre de 1989, el cuerpo fue identificado.

La Comisión ha recibido entre 2017 y 2025 un total de 165 pruebas de ADN de familiares de víctimas de la Invasión que tienen la esperanza de conocer el destino final de sus seres queridos. Se han podido validar 236 víctimas de la Invasión, aunque la cifra real probablemente nunca pueda ser determinada con certeza, y hay 206 nombres en investigación.

El significado de la palabra Patria

Brenda es la hija de Braulio Bethancourt. Raúl era lanzador de softball antes de entrar a la Guardia Nacional. En ella, llegó a convertirse en el segundo mejor francotirador del país. trabajaba en Amador y era el punto de contacto con el ejército estadounidense especialmente para actividades deportivas en las que siempre fue sobresaliente. El 20 de diciembre de 1989 Raúl salió de su casa sabiendo que probablemente no regresaría. Les dijo a su esposa e hijas que salía a defender la patria. Esperaba matar al menos tres soldados estadounidenses.

“Nos dijo a nosotros, quizás no regrese, porque yo no voy a tirar las armas, yo voy a estar defendiendo mi país”, cuenta su hija Brenda. “Mi papá nos enseñó a nosotros lo que es Patria. Él nos dijo, hay que luchar por su Patria. Nunca uno puede tirar la bandera, uno tiene que seguir adelante”.

Los restos de Braulio Bethancourt no han sido identificados aún. Su hija cuenta que en el expediente aparece que su cuerpo fue llevado primero al cementerio de Corozal, luego al Jardín de Paz, exhumado en 1990, inhumado de nuevo y exhumado una segunda vez para su identificación. Sin embargo, aún esperan una respuesta definitiva.

“Yo defenderé y buscaré los huesitos de mi papá, donde sea que esté, los halle o no los halle”, declara su hija Brenda sosteniendo orgullosa un retrato de su papá.

Dolor de viuda, fuerza de madre

Neribel Mojica quedó viuda a los 18 años de edad. A esa edad ya tenía una hija de 4 años y 2 meses de embarazo.

“Pensé que no lo iba a poder superar, pero aquí estamos. Después de tantos años logramos, yo soy la persona que tuve que recoger a mi esposo en una cuneta, llevarlo a un cementerio brujo en Cerro Batea”, recuerda Neribel. “En septiembre de este año logré sacarlo de ahí para llevarlo al Jardín de Paz para que su memoria sea todo el tiempo recordada. Que cada vez que llegue un 20 de diciembre sea recordado junto a todos los que en ese entonces fueron masacrados en la Invasión”.

Neribel encontró fuerzas en medio del dolor, crió a sus hijos y hoy agradece a la Comisión y a otros familiares de víctimas por su apoyo. “Si yo llego a caer, sé que él va a ser recordado por la historia y por la nación”.

Trinidad Ayola, quien también es presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de los Caídos el 20 de Diciembre, fue la última en compartir su testimonio.

Recordó salir la mañana del 21 de diciembre en busca de su esposo. Llorar, gritar, abrirse paso en retenes y puntos de control. Trinidad estaba determinada a encontrar a su esposo. La última vez que habló con él fue en la medianoche por teléfono. Llegó al entonces Aeropuerto de Paitilla y con su billetera en mano gritaba preguntando por su esposo que estaba de turno la noche anterior en el lugar. Una persona que la acompañaba la convenció de irse. En ese mismo sitio, un civil sería asesinado dentro de su carro el 22 de diciembre.

“En dos o tres ocasiones puse en peligro mi vida, pero yo tenía que saber dónde estaba, dónde estaba mi esposo”. Trinidad llamó a hospitales, visitó cuarteles, hizo todo lo que estuvo en sus manos. Pero no lo pudo encontrar.

La vida siguió, pero el dolor nunca se fue.

“Cada año, para esta fecha, para nosotros, es muy difícil vivir todos los recuerdos de esa época donde quedamos hundidos en tanto dolor y sufrimiento, un sufrimiento que nos ha acompañado todos estos años y que hemos podido continuar con nuestra vida por nuestros hijos, porque las viudas que quedamos solas, teníamos que salir adelante, levantar a nuestros hijos”, compartió Trinidad. Aguantando las lágrimas recuerda momentos difíciles con su hija. “Escuchar a una niña de tres años, una niña, decir que no quería vivir, que se quería ir, se quería ir con su papito... Como madre, no sabía qué palabras decir, cómo consolar”.