El pensamiento detrás del grito de independencia: la figura de Francisco Gómez Miró

Mapa de Panamá tras su adherirse a Colombia.
  • 09/11/2025 00:00

Su liderazgo discreto y su visión ilustrada lo convirtieron en uno de los arquitectos intelectuales de la independencia panameña

En los anales de la historia panameña, el nombre de Francisco Gómez Miró brilla con discreta pero firme luz. No encabezó ejércitos ni ostentó títulos nobiliarios, pero fue —según los documentos y testimonios de la época— uno de los cerebros políticos y morales del movimiento independentista que comenzó en la Villa de Los Santos el 10 de noviembre de 1821.

Su palabra encendió la conciencia del pueblo interiorano, y su pluma dejó manifiestos que inspiraron a los santeños, natariegos y coclesanos a romper las cadenas del dominio español.

Francisco Gómez Miró nació hacia 1771, según estimaciones de cronistas, lo vinculan directamente con Natá de los Caballeros, una de las ciudades más antiguas del istmo. Su familia pertenecía a la pequeña élite criolla ilustrada: educada, católica y profundamente consciente de las desigualdades del régimen colonial.

Desde joven, Gómez Miró mostró una inquietud intelectual y política poco común. Se formó en derecho, historia y filosofía, probablemente en centros de estudio de la región neogranadina. Su pensamiento bebía de las fuentes de la Ilustración y de los principios de libertad e igualdad que circulaban desde Europa tras la Revolución Francesa, pero también de las experiencias independentistas del sur del continente, especialmente las lideradas por Simón Bolívar y San Martín.

Aquella mezcla de ideas liberales y espíritu criollo lo llevó a cuestionar las estructuras de poder en Panamá, donde el comercio, la burocracia y la lealtad al Imperio español estaban controlados desde la ciudad capital, marginando a los pueblos del interior, señala ‘El grito de La Villa (10 de noviembre de 1821)’, de Ernesto J. Nicolau, publicado en la Revista Especializada en Estudios Culturales y Humanísticos de la Universidad de Panamá (UP).

Un ideólogo en tiempos de incertidumbre

A inicios del siglo XIX, Panamá vivía bajo el Virreinato de la Nueva Granada. Aunque en apariencia el orden colonial seguía firme, las revoluciones de América Latina habían desatado una ola de inquietud política.

La Constitución de Cádiz de 1812, con su breve apertura liberal, había despertado en muchos criollos la esperanza de reformas y participación. Pero la restauración absolutista de Fernando VII devolvió la represión y el miedo.

En ese contexto, la figura de Gómez Miró emerge como un agitador de conciencias. Desde Natá y Los Santos promovió reuniones, debates y lecturas clandestinas sobre libertad y derechos naturales.

Era un tiempo en que poseer libros de Rousseau o Montesquieu podía ser visto como un acto subversivo. ‘La constitución de Cádiz en la transformación política y administrativa en el Istmo de Panamá’ de Mario José Molina Castillo lo describe como un hombre de palabra firme y carácter sereno, un líder que sabía convencer más con argumentos que con gritos.

Su compromiso con la causa independentista lo acercó a otros pensadores de la época, como Mariano Arosemena y José María Goytía, quienes en la capital del istmo editaban el periódico La Miscelánea del Istmo, primer medio impreso de Panamá.

Aquella publicación, perseguida por sus ideas emancipadoras, sirvió como vehículo de difusión de las mismas convicciones que animaban a Gómez Miró en el interior.

La chispa de la Villa de Los Santos

El 10 de noviembre de 1821, la historia dio un vuelco decisivo. En la Villa de Los Santos, un grupo de ciudadanos —inspirados por los discursos y manifiestos de Gómez Miró— decidió proclamar su independencia de España, destaca la compilación bibliográfica ‘Raices de la Independencia de Panamá’ de Ernesto J. Castillero R.

El documento, conocido como el Acta del 10 de noviembre, declaraba la separación del dominio colonial y exhortaba a las demás provincias a unirse al movimiento. Entre sus firmantes figuraban Segundo Villarreal, Julián Chávez, José María Herrera y el propio Francisco Gómez Miró.

Aunque la tradición popular atribuye el “grito” inicial a Rufina Alfaro, símbolo femenino de la gesta, los historiadores coinciden en que la proclama política que le dio forma al movimiento fue obra de Gómez Miró. Él fue el arquitecto ideológico que articuló el sentimiento popular en un texto coherente y valiente, apelando al derecho natural de los pueblos a ser libres.

A partir de aquel día, el fuego de la independencia se propagó como un reguero de pólvora: Parita, Natá, Penonomé, Aguadulce y Las Tablas siguieron el ejemplo. El eco llegó a la ciudad de Panamá, donde las autoridades locales —temerosas de un levantamiento general— proclamaron la independencia el 28 de noviembre de 1821. En menos de tres semanas, el Istmo se había liberado del poder español.

Un caudillo civil

Gómez Miró no fue un guerrero, pero su papel fue el de un caudillo civil, un estratega que entendió que la independencia no debía lograrse por las armas sino por la organización, el consenso y la fuerza moral del pueblo.

Después del Grito de Los Santos, fue nombrado Comandante del Batallón de Natá, encargado de mantener el orden y proteger el proceso independentista en la región, según . No existen registros de enfrentamientos armados bajo su mando: la independencia panameña fue, en buena medida, una gesta pacífica, gracias al debilitamiento del poder español y al liderazgo prudente de figuras como él.

Su visión trascendía la mera separación de España. Gómez Miró concebía la independencia como un proceso de construcción ciudadana, en el que los pueblos del interior debían tener voz y participación. En ese sentido, fue un precursor del pensamiento republicano y descentralizador en el istmo.

En un tiempo dominado por caudillos militares y dictadores, Francisco Gómez Miró fue un héroe sin espada, guiado por la palabra, la razón y la fe en su pueblo. Su vida demuestra que las revoluciones no siempre necesitan fusiles: a veces basta con un ideal bien dicho, un manifiesto bien escrito y una voluntad colectiva que no teme romper el silencio.

En la historia de Panamá, su legado persiste como un recordatorio de que la independencia se conquista primero en la mente y el corazón. Gómez Miró fue, sin duda, uno de esos hombres que entendió —y enseñó— que la libertad no se pide: se ejerce.