Compras callejeras
- 07/09/2025 00:00
La primera máquina expendedora se atribuye a Herón de Alejandría, en el siglo I de la era común Definitivamente Japón es una tierra de contrastes, cada visitante se lleva diversos y diferentes recuerdos, aunque siempre habrá uno verdaderamente especial, incluso puede ser algo que nos haya maravillado o conmocionado hasta la médula. En lo personal aunque banal, algo que llamó nuestra atención fue la gran diversidad de máquinas expendedoras que pululan por todas sus ciudades. A diferencia de las nuestras, las de la tierra del sol naciente venden todo lo imaginable, hoy conoceremos más sobre ellas.
Un poco de historia La primera máquina expendedora se atribuye a Herón de Alejandría, en el siglo I de la era común, pero su invento cayó rápidamente en el olvido hasta que Percival Everitt del Reino Unido creara una que vendía papel y postales, que patentó en 1883.
No hay una fecha específica para su llegada a Japón, se cree que las primeras expendedoras —En este caso chicles y golosinas— llegaron en los años veinte del siglo pasado y ya en la década de los cincuenta habían comenzado a especializarse, encontrándose varias hasta las que vendían jugos de frutas frescos.
En realidad las máquinas o sus dueños fueron encontrando nichos como la venta de cigarrillos o alcohol y a colonizar en diversas ciudades, en edificios de oficinas, centros comerciales e incluso las calles de la ciudad. Su gran acogida se atribuye a múltiples factores, como por ejemplo el bajo nivel delictivo de la población, no depender de un despachador, y sobre todo por la facilidad de conseguir productos durante el diario transitar del hogar al trabajo, escuela o viceversa sin tener que detenerse en un supermercado o tienda especializada.
Se estima que actualmente hay más de cinco millones de máquinas expendedoras en Japón, pero se prohibió la instalación de nuevas mediante una ley en 2017, ahora solo se pueden reemplazar las existentes. Sus ventas anuales totales superan los cincuenta millones de dólares, y prácticamente un tercio de esa suma proviene de las de bebidas.
Diversidad ante todo ¿Pero, qué tiene de interesante una máquina expendedora? Es la diversidad lo que las hace atractivas, usted no sabe con qué podrá encontrarse. En el Ministerio de Asuntos Exteriores en Tokyo, la cafetería de empleados tenía una de café enlatado, con la opción de calentarlo o enfriarlo al momento de la compra, las cuales fueron inventadas en la década del setenta como la de Café Boss —su logo era una imagen del escritor norteamericano William Faulkner (1897-1962) fumando pipa, aditamento que se eliminó recientemente—. Las máquinas de bebidas son las más comunes, el nivel de especialización ha permitido adaptarlas para vender otras cosas, un ejemplo increíble es que los templos budistas y los santuarios sintoístas también las utilizan y cuya oferta incluye recordatorios para los visitantes.
Gracias a un par de amigas que trabajan en Japón, nos hemos enterado de algunas de las más extrañas con las que se han encontrado tanto así como una que vende paraguas, ¡por si comienza a llover repentinamente!
Estas maravillas comercializadoras se han ido adaptando a los tiempos que corren, al igual que los sampuru —de los que escribimos Comer con los ojos—, en un principio contaban con envases vacíos para publicidad, pero han ido evolucionando hasta pantallas led, y las que en un principio sirvieron para mantener las monedas de cien yenes circulando, ahora aceptan pagos mediante tarjetas y el teléfono móvil.
La tecnología permite que usted pueda disfrutar del ramen de Sapporo en Kumamoto —aunque esté a más de dos mil kilómetros—, saliendo calentito y listo para comer. La página de web-japan.org se refiere a ellas así: «están equipadas con una tecnología que congela cada plato a menos veinticinco grados Celsius y deja de vender las que han superado la fecha de consumo preferente»
Si va para casa con ganas de un buen filete wagyu —recordar artículo Comer como japonés—, puede comprarlo congelado y disfrutarlo en su hogar, otra le ofrece su salsa de soja preferida y qué mejor que un postre dulce de primavera, estos también se despachan y son tan buenos como los preparados en casa.
El futuro Para mantenerse actualizados, la Japan Vending System Manufacturers Association, JVMA —Asociación de fabricantes de sistemas de venta de Japón— busca cómo mantenerse un paso adelante del comprador con las tecnologías emergentes de inteligencia artificial, para crear interacciones individuales en que los usuarios pueden suscribirse a las máquinas que venden los productos que les gustan y recibir alertas en los teléfonos si se encuentran cerca de una expendedora, además las damas pueden comprar maquillaje que se adecue a sus rostros, tipo de piel, guardar la información para futuras compras y hasta personalizar el estuche.
Lo más importante es que se les ha añadido una función social, muchas máquinas que se encuentran cerca de gimnasios o colegios —usados como centros de acogida en caso de desastres naturales— han sido equipadas con sensores que al detectar un terremoto de gran magnitud, despacharían el producto de forma gratuita para ayudar a las víctimas.
Las expendedoras comenzaron como una forma de venta simple y poco a poco se fueron especializando tanto que han generado leyendas urbanas —como la mítica vendedora de ropa interior femenina— que nadie parece encontrar pero todos hablan de ella. Siendo ahora aliados que nos informan y ayudan en los desastres, nos preguntamos qué les deparará el futuro, a ellas y a nosotros.
Quiero agradecer a la Dra. Kaitlyn Ugoretz, Aurélien Bénéfice y a Meep Matsushima quienes facilitaron las imágenes que ilustran este artículo.
Rolando José Rodríguez De León es Doctor en Comunicación Audiovisual y Vice-decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Panamá.
Definitivamente Japón es una tierra de contrastes, cada visitante se lleva diversos y diferentes recuerdos, aunque siempre habrá uno verdaderamente especial, incluso puede ser algo que nos haya maravillado o conmocionado hasta la médula. En lo personal aunque banal, algo que llamó nuestra atención fue la gran diversidad de máquinas expendedoras que pululan por todas sus ciudades. A diferencia de las nuestras, las de la tierra del sol naciente venden todo lo imaginable, hoy conoceremos más sobre ellas.
La primera máquina expendedora se atribuye a Herón de Alejandría, en el siglo I de la era común, pero su invento cayó rápidamente en el olvido hasta que Percival Everitt del Reino Unido creara una que vendía papel y postales, que patentó en 1883.
No hay una fecha específica para su llegada a Japón, se cree que las primeras expendedoras —En este caso chicles y golosinas— llegaron en los años veinte del siglo pasado y ya en la década de los cincuenta habían comenzado a especializarse, encontrándose varias hasta las que vendían jugos de frutas frescos.
En realidad las máquinas o sus dueños fueron encontrando nichos como la venta de cigarrillos o alcohol y a colonizar en diversas ciudades, en edificios de oficinas, centros comerciales e incluso las calles de la ciudad. Su gran acogida se atribuye a múltiples factores, como por ejemplo el bajo nivel delictivo de la población, no depender de un despachador, y sobre todo por la facilidad de conseguir productos durante el diario transitar del hogar al trabajo, escuela o viceversa sin tener que detenerse en un supermercado o tienda especializada.
Se estima que actualmente hay más de cinco millones de máquinas expendedoras en Japón, pero se prohibió la instalación de nuevas mediante una ley en 2017, ahora solo se pueden reemplazar las existentes. Sus ventas anuales totales superan los cincuenta millones de dólares, y prácticamente un tercio de esa suma proviene de las de bebidas.
¿Pero, qué tiene de interesante una máquina expendedora? Es la diversidad lo que las hace atractivas, usted no sabe con qué podrá encontrarse. En el Ministerio de Asuntos Exteriores en Tokyo, la cafetería de empleados tenía una de café enlatado, con la opción de calentarlo o enfriarlo al momento de la compra, las cuales fueron inventadas en la década del setenta como la de Café Boss —su logo era una imagen del escritor norteamericano William Faulkner (1897-1962) fumando pipa, aditamento que se eliminó recientemente—. Las máquinas de bebidas son las más comunes, el nivel de especialización ha permitido adaptarlas para vender otras cosas, un ejemplo increíble es que los templos budistas y los santuarios sintoístas también las utilizan y cuya oferta incluye recordatorios para los visitantes.
Gracias a un par de amigas que trabajan en Japón, nos hemos enterado de algunas de las más extrañas con las que se han encontrado tanto así como una que vende paraguas, ¡por si comienza a llover repentinamente!
Estas maravillas comercializadoras se han ido adaptando a los tiempos que corren, al igual que los sampuru —de los que escribimos Comer con los ojos—, en un principio contaban con envases vacíos para publicidad, pero han ido evolucionando hasta pantallas led, y las que en un principio sirvieron para mantener las monedas de cien yenes circulando, ahora aceptan pagos mediante tarjetas y el teléfono móvil.
La tecnología permite que usted pueda disfrutar del ramen de Sapporo en Kumamoto —aunque esté a más de dos mil kilómetros—, saliendo calentito y listo para comer. La página de web-japan.org se refiere a ellas así: «están equipadas con una tecnología que congela cada plato a menos veinticinco grados Celsius y deja de vender las que han superado la fecha de consumo preferente»
Si va para casa con ganas de un buen filete wagyu —recordar artículo Comer como japonés—, puede comprarlo congelado y disfrutarlo en su hogar, otra le ofrece su salsa de soja preferida y qué mejor que un postre dulce de primavera, estos también se despachan y son tan buenos como los preparados en casa.
Para mantenerse actualizados, la Japan Vending System Manufacturers Association, JVMA —Asociación de fabricantes de sistemas de venta de Japón— busca cómo mantenerse un paso adelante del comprador con las tecnologías emergentes de inteligencia artificial, para crear interacciones individuales en que los usuarios pueden suscribirse a las máquinas que venden los productos que les gustan y recibir alertas en los teléfonos si se encuentran cerca de una expendedora, además las damas pueden comprar maquillaje que se adecue a sus rostros, tipo de piel, guardar la información para futuras compras y hasta personalizar el estuche.
Lo más importante es que se les ha añadido una función social, muchas máquinas que se encuentran cerca de gimnasios o colegios —usados como centros de acogida en caso de desastres naturales— han sido equipadas con sensores que al detectar un terremoto de gran magnitud, despacharían el producto de forma gratuita para ayudar a las víctimas.
Las expendedoras comenzaron como una forma de venta simple y poco a poco se fueron especializando tanto que han generado leyendas urbanas —como la mítica vendedora de ropa interior femenina— que nadie parece encontrar pero todos hablan de ella. Siendo ahora aliados que nos informan y ayudan en los desastres, nos preguntamos qué les deparará el futuro, a ellas y a nosotros.
Quiero agradecer a la Dra. Kaitlyn Ugoretz, Aurélien Bénéfice y a Meep Matsushima quienes facilitaron las imágenes que ilustran este artículo.
Rolando José Rodríguez De León es Doctor en Comunicación Audiovisual y Vice-decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Panamá.