Prosas en medio de esta coyuntura

Se tilda de comunista al pueblo, que alza, en medio de cortinas de humo, gritos en contra del alfarero. Es el aire cargado de letras muertas las que promueven leyes que tocan la fibra del leñador, ese imbuido en una coladera de afirmaciones, que solo se ven una vez. El contraste es hiriente: el Estado derrocha como un oso en primavera, aguarda silencioso en los primeros meses del año y, luego, en un juego de pavos y jamones, vende seguridad social privada para unos pocos, en una fabulosa operación de descaro a la inteligencia emocional. Mientras la falta de oportunidades laborales asfixia al pueblo, las planillas son como los mapaches en la cinta costera. Estas se inflan con las croquetas del dueño del barco, que aunque pinta amabilidad, se ahoga en su máscara al repartir migajas al acosado por el cocodrilo. La pequeña y mediana empresa luchan en las lagunas creadas por la mala disposición, mientras los grandes monopolios, en manos de los filibusteros, se sirven del Estado a través de la manipulación. Al maullar con escenas que se eternizan, se revuelcan con pena y tiranía. Este barco se sostiene hoy con el día a día. Es llave de escape de la escena teatral en el triángulo Shaler que se comparte entre ronquidos y pensamientos de impunidad. Es mi sangre envenenada de coraje la que me motiva a reclamar el trato justo a nuestros abuelos y dignas jubilaciones. Esos que comen con serenidad, y platican sobre el juego de dados, cerca del parque a los héroes del Polvorín. Mi recuerdo se enaltece al ver las callejuelas del barrio del Chorrillo, con ese ímpetu bravío, y con esa rebeldía que se nota en sus murales, pintados en plena estación lluviosa. Esta es una advertencia: estén atentos en todo momento, ante los ojos del usurpador. Hoy, este escenario se perfila bajo el pavimento, que es la muestra perfecta de esa indiferencia al clamor por transparencia. Pueblo querido, reflexiona: ¿quiénes son los verdaderos “comunistas”? ¿Aquellos que salen a las calles a luchar por un futuro más justo para las nuevas generaciones, o la clase política que crea nuevos arlequines cada cinco años a expensas del erario?