Cuentos y poesía

¿Qué hay pa mí?

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  • 26/07/2025 00:00
Javier (Xavier) Stanziola
Ha recibido el Premio Ricardo Miró en 4 ocasiones por sus obras teatrales “De mangos y albaricoques”, “Solsticio de invierno”, “Hablemos de lo que hemos vivido”, y su novela “Hombres enlodados”. Con Fernando Beseler dirigió “Cristo Quijote Tratado”, una obra sobre las negociaciones de los Tratados Torrijos-Carter. Para Ciudad del Saber, escribió y dirigió “RE:Versiones sobre los veinte años entre la firma del Canal y la recuperación de la soberanía territorial”. Su obra “El mito de la gravedad” fue parte del Festival Off de Santiago de Chile en 2022 y del Festival Out of the Wings en Londres en 2023, traducida al inglés por Alexander Aguayo. Su obra más reciente, “La pura pureza de la luz”, ha sido mostrada en el Teatro Anita Villalaz (2023) y en el Museo del Canal (2024). Es miembro del Sistema Nacional de Investigación de Panamá.

(Usando el megáfono) Los empresarios se reunían a puertas cerradas con los generales para preguntar qué hay pa mí. Y nadie decía nada. Pero cuando las maestras nos tomamos las calles 8 días después del inicio de la reversión del Canal en 1979, nos decían que éramos antipatrióticas.

(A la compañera protestante) ¿Qué pasó? No te dejes asustar por esos uniformados panzones. ¿Trajiste leche magnesia aguada para las lacrimógenas? Porque a nosotras nos toca negociar en la calle. A punta de bombas. Pero hay esperanza. Muchachas, como tú, en las calles. Ganándose las escamas. Esas que salen después de cada toletazo. No las de peces, las de pueblo. Las que nos salen caminando entre perdigones y humo, sin rendirse. Allá entonces los banqueros se reunían en saloncitos con vistas al mar para preguntarle a los generales qué hay pa mí cuando regresara el Canal. Acá hoy los empresarios se reúnen con las garzas indagando qué hay pa mí ahora que nos quieren quitar el Canal. Y nadie dice nada. Pero cuando las maestras nos reuníamos en la Escuela República de Venezuela exigiendo salarios dignos, entonces la G2, la inteligencia militar, nos tachaba de beligerantes y de alimentar odios. Cuando las maestras nos reunimos hoy en la calle preguntando dónde metieron tus pensiones, nos quitan el pan de la boca. Toma estas zapatillas. Vienen conmigo para emergencias. Pero hoy las necesitas tú más que yo. Allí donde las ves, estas zapatillas vieron cómo inversionistas gringos se reunían con asesores políticos para preguntar qué había pa ellos en el gran centro financiero que diseñaban a espaldas del pueblo como resultado de los Tratados. Y nadie decía nada. Hoy, los inversionistas británicos y ministros se reúnen en funciones benéficas de pinturita y teatrito para preguntar qué hay pa mí ahora que hay austeridad. Pero cuando las maestras exigimos laboratorios, bibliotecas y papel higiénico para las escuelas, esas son ganas de llamar la atención. Y los Dios y Patria arremeten con represión. Pero niña, corre más rápido que esos panzones vuelan para poder pagar cuentas atrasadas. Y no es que una quiera hacerse la más maratónica. Esto cansa. El sudor debajo de los brazos, las escamas en los pies. Y con las mismas consignas del 79, 89, 99, 2022, 2025.

(Megáfono) “El pueblo unido jamás será vencido”. “Arroz, poroto y carne, el pueblo tiene hambre”. “Solo el pueblo salva el pueblo”. “Unidad, unidad, unidad”.

(A la compañera protestante) Yo también quiero sentarme en un saloncito con aire acondicionado a puertas cerradas. Así con cafecito caliente de Boquete. Con emparedadito de queso español. Con sillas de cuero acolchonaditas viendo obras de teatro con actores cantando cancioncitas traducidas del inglés al español. Cómodos preguntando entre canapés y pinturas linditas qué hay para los estudiantes, qué hay para los maestros, qué hay para las mujeres. Pero no. Allí está la apediana diciendo que eso es egoísmo. Tú y yo, el pueblo, como individuos somos egoístas. Allí está Florecita diciendo que necesitamos que los panzones nos controlen. Ah, pero los empresarios, los negocios, el business: eso es otra cosa. Cuando ellos piden, no son egoístas. Ellos quieren maximizar la utilidad para todos. Oh sí, el culto a esas divinidades al servicio de todos. Y por eso, ellos, los empresarios que no pagan impuestos, deben ser rescatados. Ellos sí merecen libertad. Pero cuando gente como tú, como yo, el pueblo, cuestiona la religión del emprendimiento de a centavos inflamos lucha social. Hacer preguntas es un terrible peligro en este país. Debe ser ridiculizado, debe ser silenciado, debe ser acorralado.

Lo único que queremos es entrada a los salones perfumaditos a Mistolín donde se reparten el dulce y los helados. Pero una toca esa puerta, toca la otra, pero nadie las abre. Yo toqué puertas con las docentes Ada de Gordón y Hermelinda de Bonilla. Y nada. Puertazo. Toqué puertas con Esilda de Hernández, Aminta Pelicot, Tirza Jiménez. Y nada. Puertazo. Toqué puertas con Felipa de Alarcón, Graciela Gudiño, Nelva de Escobar. Y nada. Todos esos puertazos acumulan escamas. Ahora te toca ti, mija. Toca puerta hasta que te sangren los nudillos. Toca puerta y grita alto qué hay pa mí. Toca puerta sin vergüenza que preguntar que hay pa mí es democracia, no importa quién lo pregunte. Mientras tanto...

(Megáfono) La única puerta abierta para mujeres como nosotras sigue siendo la calle.

Texto inspirado por un artículo de opinión de la profesora Nelva Reyes Barahona