Leer le hace rebelde
- 20/12/2025 00:00
En Panamá, la comprensión de lectura y el análisis de lo que se lee se ha convertido en un grave problema en la población en general, no solo en la estudiantil, debido en parte, a que no existe en el sistema educativo un proyecto de lectura
En uno de los tantos ensayos que ha realizado la Universidad de Harvard, salió a la luz que, en Latinoamérica, mientras los niños leen un promedio de 10 libros por año, los niños japoneses leen alrededor de 48 en el mismo lapso.
Con lo expuesto en el párrafo anterior, me gustaría, y mucho, saber cuántos libros al año leen nuestros jóvenes, los nuevos y viejos profesionales y, en especial, ciertos políticos.
Decía el escritor Jonathan Hennessey: “La ignorancia es el peor enemigo de un pueblo que quiere ser libre” y podría agregar: Es casi imposible convertirse en una persona educada y de éxito en un país que desconfía, por ignorancia, de las mentes independientes, ávidas de conocimientos o lectoras y, si un país no cree en la educación y la lectura como fuente de éxito, está condenado.
En Panamá, la comprensión de lectura y el análisis de lo que se lee se ha convertido en un grave problema en la población en general, no solo en la estudiantil, debido en parte, a que no existe en el sistema educativo un proyecto de lectura al que se le dé seguimiento continuo para evaluar el currículo y sus resultados en el contexto de la aplicación del conocimiento, sino que, además, ese cáncer, se ha expandido en el mundo profesional sin importar el rubro.
Si nuestros niños, además de leer esos libros tan poco atractivos para su edad en los colegios, porque así lo exige la burocracia y la educación estandarizada, leyeran lo que realmente les atrae, el hábito de la lectura se adquiría más fácil y desde pequeños aprenderían que la lectura les hace seres completos; la conversación los hace ágiles y, el escribir, los hace precisos.
Si esta nación es tan sabia como fuerte, si queremos alcanzar nuestro destino, entonces necesitamos más ideas nuevas, más hombres sabios, más libros buenos en más bibliotecas públicas. Esas bibliotecas deben estar abiertas a todos, excepto al censor.
Debemos saber todos los hechos, escuchar todas las alternativas y oír todas las críticas. Acojamos libros polémicos y autores controvertidos porque con ellos, también se adquieren criterios.
Sabemos que la lectura es el medio más eficaz para adueñarse del lenguaje, por tanto, tiene una función que no es meramente cultural ni estética; es una función vital indispensable para el desarrollo de la inteligencia, la plenitud afectiva de nuestras relaciones y la dignidad de nuestra convivencia.
Nuestra inteligencia es lingüística, manejamos con palabras nuestros mecanismos intelectuales, continuamente nos hablamos a nosotros mismos, nos hacemos preguntas y nos damos órdenes.
Mediante el lenguaje analizamos nuestras creencias, sentimientos y acciones; gracias a esa habla interna hacemos consciente lo que vemos y aclaramos nuestro confuso mundo emocional.
Aunque le parezca mentira amigo lector, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos y sumisos. Nuestro espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida.
Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal y como es, no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto.
La historia nos ha dejado bien claro que, inventamos las ficciones como género dentro de la literatura, para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.
Quienes dudan que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense esto: ¿por qué todos los regímenes y dictadores se empeñan en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, le temen tanto a la educación, a los libros y al saber a tal punto, que establecen sistemas de censura para reprimirla? Se lo respondo de forma cruda... Porque un perfecto imbécil (de los que hay muchos y se ganaron el título de dictadores) no puede liderar a gente pensante.
Los dictadores, los corruptos sin ética y sin integridad desacreditan el saber, la lectura y educación o atacan al que sabe más que ellos y busca la verdad son sapiencia y transparencia , porque están claros del riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros; lo sediciosas que se vuelven las ficciones y las páginas siempre serán letales para esta lacra.
La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan.
Santa Teresa de Jesús decía: “Lee y conducirás, no leas y serás conducido” .... Y sí, ¡leer le hace rebelde, porque una biblioteca destinada a la educación universal, es más poderosa que cualquier ejército o mente opresora y mediocre!
Quiero cerrar este artículo compartiéndole mi cuenta de Instagram (@novadvertising), en ella suelo presentar una sección llamada Influelibros donde comparto libros y autores para leer, porque, si hay influencers de banalidades, yo, quiero ser el de libros.