Cultura

Una alquimista del siglo XXI

“Canción animal” (99 x79 cm, óleo en lienzo, 2025). Cedida
“Despeinada” (60 x 80 cm, óleo en lienzo, 2025). Cedida
“Rafaeloso Sanzio” (40 x 40 cm, óleo en lienzo, 2025). Cedida
“Amor amarillo” (60 x 80 cm, óleo en lienzo, 2025). Cedida
  • 19/05/2025 00:00

La pintora panameña Karina Nicholson presenta hasta el 15 de junio su individual “Fábulas de nobles viajantes” en la Casa Matriz del Banco Nacional de Panamá (Vía España)

El arte clásico y el moderno siempre me causan emoción e intriga por partes iguales. Porque son dos miradas que nos permiten entender la armonía y la belleza de la vida. Ambos dan la impresión que pertenecen a veredas distantes de la creación, pero a medida que el tiempo se echa a andar encontramos sus puntos de encuentro.

Una prueba la encontramos en la obra de Karina Nicholson (Panamá, noviembre de 1975). En su pintura estamos ante una estética posmodernista que fusiona con maestría el peso simbólico y emocional de las mitologías griegas y romanas con un acercamiento coqueto a la Edad Media y un abordaje sincero a las nuevas leyendas procedentes del pop art, el séptimo arte y la pantalla chica.

Nicholson sabe descontextualizar ambos reversos de esa moneda llamada tiempo. En su labor, Grecia como germen de la democracia (con todas sus grietas actuales) y la libertad de pensamiento crítico (tan indispensable hoy ante tanto autócrata suelto) se sienta a la misma mesa imaginativa a charlar con los adorables personajes de los programas televisivos infantiles con los que aprendimos necesarias lecciones sobre la convivencia con el otro.

Todas estas influencias permiten que esta pintora nacional brinde una propuesta donde lo imposible se hermana con lo real, que lo mágico salga a pasear con lo tangible y que la inventiva tome de la mano a lo religioso y al costumbrismo y viceversa.

Su labor plástica transmite una verdad sin fecha de caducidad: el peso de la cultura y del arte, y los imaginarios que conciben, son espejos del comportamiento social de cada época construida por los imperfectos seres humanos.

Estos senderos creativos que recorre Karina Nicholson se aprecian en su individual “Fábulas de nobles viajantes”, que se presenta hasta inicios de julio en la Casa Matriz del Banco Nacional de Panamá (Vía España, planta baja de la Torre C).

Esta muestra la integran 34 obras elaboradas entre el 2022 y 2025. Esta exposición la coordina Menú Creativo, una dinámica empresa a cargo de Reinier Rodríguez, arquitecto y pintor como Karina Nicholson. Dicho sea de paso, Reinier Rodríguez expone hasta el 21 de mayo su propia individual titulada “A pleno sol”, un interesante homenaje al pasado y el presente del Conjunto Monumental Histórico de Panamá Viejo, en GAC Motors (sucursal de Calle 50).

De todas las orillas

Karina Nicholson es una artista por partida doble, ya que combina los oficios de la arquitectura (graduada en el 2004) con las manifestaciones plásticas (desde el 2017).

Primero su amor por el arte lo manifestó como una observadora de la creación de los que luego serían sus colegas. Después como la estudiante que en ese 2017 comenzó a trabajar con el lápiz, el dibujo, el carboncillo, el arte sacro y los bodegones bajo la supervisión del ecuatoriano panameño Iván Delgado.

Después vendrían cursos sobre proporciones humanas con la istmeña Alessandra Rosas; pintura de paisajes con el estadounidense Layne Johnson; pintura al óleo e historia del arte con el argentino Ricardo Celma y teoría del color con Alejandro Rosemberg en Ciudad de México.

Más tarde su hoja de vida se ampliaría con colectivas e individuales como la que está en la Casa Matriz del Banco Nacional de Panamá.

Aprovecho para hacer una posdata. Cuando visiten “Fábulas de nobles viajantes” les recomiendo que recorran la galería escuchando como telón de fondo las canciones preferidas de la artista, un playlist que incluye temas de The Beatles, Queen, Soda Stereo y Shakira, entre otros.

Personajes de ensueño

Los pintores son escritores que narran con colores. “Fábulas de nobles viajantes” lo deja bien claro. Las obras de Karina Nicholson son relatos donde, por ejemplo, los animales toman prestadas ciertas costumbres de los seres humanos (como desayunar en el Parque Omar o tocar una guitarra eléctrica) para brindar un mensaje enigmático.

Sus cuadros están habitados por damas que tienen cabellos tan frondosos que funcionan como nidos para aves, ardillas y gatos (su mascota favorita); hay enormes flores con definidos rostros humanos; un gallardo Ratón Pérez con ropajes de nuestro folclor interiorano; un oso de felpa que cabalga en su corcel como si fuera la representación de Ricardo Corazón de León; el Comegalletas se alimenta con arrebatado entusiasmo; el inquieto Pepe Le Pew enamorando a una bella joven y hay unos animales que se parecen bastante a Leonardo Da Vinci y a Rafael.

La literatura, en especial el género del fantástico, también brota de la paleta de Karina Nicholson. El resultado son pinturas de las que emana un delicioso aroma que nos rememora a los libros y a las respectivas versiones fílmicas de “Alicia en el País de las Maravillas”, “El Mago de Oz”, “El Señor de los Anillos” y “Las Crónicas de Narnia”.

La posmodernidad es tan rica en esta alquimista panameña del siglo XXI que en sus cuadros hay exploraciones a los prerafaelistas, al barroco tardío, al romanticismo, al neoclásico, al postimpresionismo, al realismo mágico y al nuevo realismo francés, a las novelas gráficas, a los anuncios publicitarios, el anime y las imágenes procedentes del cine y la televisión.

De allí que en la obra de Karina Nicholson hay simpáticos guiños y referencias a Goya, Rafael, Caravaggio, Diego Velázquez, Gustav Klimt, Maxfield Parrish, Norman Rockwell, John Williams Waterhouse, William Turner y Edward R. Hugues, así como a los dibujos animados de la Metro Goldwyn Mayer, la serie de las Guerra de las Galaxias y las marionetas del programa Plaza Sésamo.

Al principio, el consumo de masas asociado al pop art representaba a la baja cultura de la que se hablaba tanto durante la Ilustración y el siglo XIX. Por lo que esa propuesta fue injustamente marginada por un sector de los coleccionistas, galeristas y críticos durante la segunda mitad del siglo XX, pero después consiguió lo que todo movimiento aspira: su reivindicación dentro y fuera de la pintura. Así encontró su lugar en el mundo como deja en evidencia la individual de Nicholson.

Cada uno de los cuadros de Karina Nicholson emanan paciencia y esmero. Su pintura es delicada, tierna y repleta de humor. Su observación de la vida cotidiana tiene un costado inquietante y esa actitud trasgresora se comunica de maravilla con el candor y la inocencia.