Vida y cultura

Esta es la caricatura por la que Noriega persiguió a Félix Barrios

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  • 07/05/2025 13:51

Panamá celebra el Día del Caricaturista, en este medio contamos la historia de los nuestros. Artistas que con su talento ponen sobre la mesa las vicisitudes del país.

Los caricaturistas han logrado lo que pocas voces pueden: permanecer. Ellos impactan dibujando, señalando y resistiendo. Hoy, en el Día del Caricaturista, dos artistas panameños comparten cómo, desde sus trincheras, denuncian la realidad política y social del país.

Cuando Félix Barrios era un niño soñaba con ser dibujante. “Lo de ser caricaturista me nació cuando comencé a ver caricaturas de Lurie y otros personajes famosos. Me la pasaba dibujando. Eso se nace con uno. Es muy raro que un caricaturista no dibuje bien desde niño. Uno ya tiene ese talento artístico”, cuenta a este medio.

Barrios relata que su familia tenía una abarrotería, llenaba los cuadernos de dibujo con personajes como Pedro Picapiedra u otros que veía en televisión. Tenía seis años y ya hacía animaciones con las hojas de los cuadernos, como cohetes que despegaban al pasar las páginas. “Aprendí viendo a Walter Lantz, el creador del Pájaro Loco”.

“Después empecé a dibujar mis propias caricaturas. Tendría 16 o 17 años. A los 18 ya era caricaturista. Venía a Panamá desde el interior diciendo que quería ser caricaturista de La Estrella. Me ofrecieron trabajo en otros medios, pero yo decía: ‘Voy a ser caricaturista de La Estrella’. Y mira, ya tengo 44 años en La Decana”.

Para Barrios, “la caricatura es una especie de editorial gráfico. Cualquier persona, incluso si no sabe leer, puede entenderla. Mientras menos letras tenga, más directo es el mensaje”, explica. Añade que “el poder del dibujo está en su capacidad de atravesar fronteras, idiomas, barreras sociales. Hay caricaturas que se entienden en Japón, en Arabia... en todos lados”.

‘Hay caricaturas que han tumbado gobiernos’

La profesión no está exenta de riesgos. Félix recuerda con claridad los días de la dictadura militar en Panamá, cuando una de sus caricaturas —realizada en la clandestinidad— lo puso en la mira del régimen de Manuel Antonio Noriega. “Llamaron al director del periódico donde trabajaba para preguntar si yo lo había hecho. Yo le decía que cualquier día me podían encontrar en una zanja”, relata entre risas. El director lo defendió alegando que el dibujo no era suyo. Pero sí lo era. Lo había hecho con apenas 19 años, “con tanto cariño que nunca he vuelto a hacer una igual de buena”, confiesa.

Esa caricatura, la que decía “Esta piña se acabó”, terminó siendo estampada en camisetas durante la invasión estadounidense. “Todo el mundo la tenía escondida”, recuerda Félix. Hoy, conserva una fotocopia de aquel dibujo que se volvió un símbolo de libertad.

Este arte a veces incomoda, a veces molesta y otras veces es celebrado. Félix ha recibido amenazas y demandas. Pero también agradecimientos. “Me han llamado presidentes y ministros para decirme que gracias a una caricatura se dieron cuenta de algo que estaban haciendo mal”. Para él, el papel del caricaturista es claro: “Abrirle los ojos a la gente”.

“Nosotros muchas veces reflejamos lo que está mal: la corrupción, el mal manejo de los fondos públicos. Eso molesta. Pero es nuestra función”, resume Félix. Y añade una verdad difícil de ignorar: “No le gustamos a todo el mundo, pero el 90% de la gente ve la caricatura para saber qué está pasando. No necesitan leer. Con verla, ya saben”.

Una forma de vida

Para Víctor Ramos “ser caricaturista, aparte de ser una forma de vida es una vocación. Porque los que hacemos caricaturas lo hacemos porque nos gusta. Así de sencillo. Es algo altamente divertido, sí, pero también una forma de expresarse. De hablar de lo que nos mueve el corazón y la conciencia”, asegura. Dibujar, como él lo entiende, es usar el lápiz como megáfono.

Su historia comenzó sin quererlo. De niño soñaba con ser científico. Dibujaba por motivación propia, por vocación. “Disfrutaba los programas como El pájaro loco, todo eso me llamaba la atención y lógicamente me inspiraba, me motivaba a hacer también dibujos. Pero de ser caricaturista nunca me imaginé”.

“Un día, por accidente, pasé por el diario La Prensa y terminé trabajando ahí como caricaturista. Así de sencillo”, dice con naturalidad. Un accidente profesional que se convirtió en una forma de vida.

Día del Caricaturista en honor a Eudoro ‘Lolo’ Silvera

El Día del Caricaturista se celebra en Panamá el 7 de mayo en memoria del natalicio de Eudoro “Lolo” Silvera, considerado el padre de la caricatura panameña. Internacionalmente se celebra el 5 de mayo, en conmemoración de la primera aparición en color de “The Yellow Kid” en el periódico New York World en 1895, personaje creado por Richard F. Outcault.

Nacido el 7 de mayo de 1917 en David, Chiriquí. Eudoro ‘Lolo’ Silvera fue mucho más que un caricaturista: fue también pintor, escritor, músico, y un eterno aprendiz, cuya obra transitó del trazo satírico a la composición sinfónica, pasando por la literatura y la gráfica.

Estudió en el histórico Instituto Nacional de Panamá, donde se graduó como bachiller en Ciencias y Letras. Allí empezó a moldearse el artista. Se formó en dibujo bajo la tutela de dos pilares de las artes visuales del país: Roberto Lewis y Francisco Vallarino, en la Escuela Nacional de Pintura.

Su hambre de conocimiento lo llevó más allá de las fronteras panameñas. En Nueva York, se matriculó en la Cooper Union para estudiar pintura, y en la prestigiosa Juilliard School of Music, donde se especializó en canciones de concierto. A partir de 1942 vivió casi una década en esa ciudad, donde dejó huella con tres exposiciones individuales a partir de 1947.

Pero su formación no se detuvo ahí. En 1962, el gobierno de la República Federal de Alemania le otorgó una beca para estudiar grabado y litografía en Múnich, ampliando así su ya vasto espectro de lenguajes visuales.

Las caricaturas de Silvera, cargadas de agudeza crítica y sensibilidad artística, encontraron eco tanto en periódicos nacionales como internacionales. Su pluma también se desplegó en el relato literario, como lo demuestra su libro Cuentos en primera persona singular, publicado por la Universidad Tecnológica de Panamá en 2004.