Vida y cultura

La heurística del afecto

  • 26/07/2025 00:00

“Es mi hija(o), sé que no es capaz de mentirme”. “Conozco a fulanito de tal como la palma de mi mano”. “Mi hijo(a) no anda con malas amistades”. “Meto las manos en el fuego por tal persona”. “Sé que ese político quiere el bien común...”.

¿Ha escuchado o dicho alguna vez algunas de estas frases y, muchísimas otras del párrafo anterior? Si su respuesta es sí, amigo lector, usted ha sido víctima de su propio cerebro y de su propio juicio sesgado por contextos puntuales.

Ello se le conoce como heurística afectada o heurística del afecto, y se refiere a la tendencia a tomar decisiones basadas en nuestras emociones y sentimientos en lugar de en una evaluación racional de riesgos y beneficios. Este atajo mental nos permite tomar decisiones rápidas y fáciles, pero también puede llevarnos a decisiones no óptimas. En palabras escuetas, es una forma de simplificar el proceso de pensamiento para llegar a una solución o juicios rápidos emocionales, pero no necesariamente precisos.

¿Cómo funciona? Este tipo de pensamiento puede llevarnos a tener una percepción sesgada de los riesgos si nos produce una emoción positiva, o más peligrosa si nos produce una emoción negativa. También nos lleva a elegir lo emocionalmente más atractivo, o sea, podemos elegir una opción que nos haga sentir bien, incluso si no es la más racional o beneficiosa.

Otro detalle es que, al basarnos en nuestras emociones, podemos ignorar datos importantes que podrían influir en nuestra decisión. Ejemplo: Imagine que está considerando invertir en una acción de X empresa, si le produce una emoción positiva porque es una empresa conocida, podría ignorar datos negativos sobre su rendimiento actual, basándose en la heurística del afecto.

La heurística afectada tiene solo dos posibles variantes: una heurística afectiva que ya expliqué en los párrafos anteriores, y la heurística alterada o distorsionada, que puede referirse a cualquier tipo de heurística que ha sido afectada por sesgos, desinformación, experiencias previas, fake news, comentarios mal intencionados o emociones intensas, lo que lleva a decisiones poco racionales o erróneas.

Ahora bien, hablemos de la parte afectiva y de las reacciones emocionales a un estímulo (placer, dolor, miedo, etc.). A través de esta reacción, evaluamos un suceso como positivo o negativo, llevándonos a comportarnos de una manera u otra en el futuro. Todo esto afecta sin duda alguna nuestro comportamiento en privado o público.

Este “atajo mental”, que basado en nuestras emociones, media en nuestras decisiones, nos llevará, a veces, a estar en lo cierto, pero otras veces podemos caer en conductas nocivas y dañinas para nosotros mismos y/o los demás, de las cuales nos podemos arrepentir más tarde (ejemplo: trastornos de alimentación, adicciones, etc.).

La idea no es excluir este componente emocional de nuestra toma de decisiones, sino aprender a separar, entender, manejar, integrar y dominar nuestras emociones. Promover un pensamiento lento y cónsono en vez de dejarnos llevar por los impulsos emocionales.

Por otro lado, la heurística del afecto también puede generar desafíos sistémicos. Si alguien en una posición de liderazgo debe tomar una decisión importante, podría llegar a una conclusión basándose únicamente en sus emociones. Esto es más probable si está cansado o bajo presión de tiempo, ya que dependemos más de la heurística cuando no disponemos de suficientes recursos mentales para tomar una decisión que requiere esfuerzo y está bien razonada. En este escenario, las emociones de una persona pueden afectar negativamente la vida de, ejemplo: jurados, jueces, analistas de conducta o gerentes de recursos humanos, doctores, profesores, etc.

Le planteo un ejemplo dentro del mundo digital de esta era (si, también lo afecta). La interfaz de usuario puede influir significativamente en nuestro nivel de interacción emocional al usar un dispositivo digital. Si el diseño nos parece estéticamente atractivo, nos animará a seguir interactuando con el producto. Por otro lado, si el diseño nos resulta chocante o poco atractivo, las emociones negativas resultantes podrían disuadirnos de permanecer en la interfaz durante más tiempo.

Cuando Twitter actualizó su logotipo a “X” en julio de 2023, el cambio abrupto no fue bien recibido por la mayoría de los usuarios. De hecho, provocó indignación pública, y muchos abandonaron la aplicación y, hasta el sol de hoy, en el top of mind del consumidor sigue siendo “Twitter” y se siguen usando los verbos aprobados por la Real Academia española de la Lengua como “tuitear o tuiteando”.

Esta anécdota es un buen recordatorio para analizar detenidamente las reacciones de los clientes de un público objetivo antes de realizar cambios importantes en la interfaz. De lo contrario, sus emociones negativas podrían alejarlos de su producto.

Para los gerentes de servicio al cliente y de recursos humanos, considerar este término no es una pérdida de tiempo, y mucho menos tomar cursos de análisis conductual, lenguaje corporal, detección de mentiras, mindfulness y de escucha activa o coaching.

Es por ello que, sí o sí, debemos trabajar en nuestra inteligencia emocional, la cual está teniendo más relevancia en estos tiempos dentro de los departamentos de recursos humanos de vanguardia y actualizados que, el simple acto de analizar el coeficiente intelectual porque, bien podemos encontrarnos seres brillantes en muchos aspectos, pero emocionalmente brutos.

Recuerde esto, amigo lector, ya para cerrar, es muy importante entender que la inteligencia emocional no es lo opuesto a la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza: es la intersección de ambas.