Lecturas del cuerpo y el movimiento que calma
- 08/06/2025 00:00
A los 18 años a Susana Pous, le llegó la hora de las decisiones, y lo habló con su padre, quien le recomendó seguir en el estudio del baile El medio día del 26 de mayo, Susana Pous, española-cubana y probada bailarina internacional, hablaba apasionadamente de su creación ´Sismos´´ ante un círculo menor de personas, miembros de medios de comunicación y afines a la cultura de la danza, que a esa hora habían sido convocadas para conectar con ellos, contar acerca de su obra, y a través de ellos, enterar a un posible público, y de paso, destacar el esfuerzo de la Fundación Xielo, Gramo Danse, que dirige la también experimentada bailarina panameña Jimena Eleta, en la promoción de la danza como bellísima expresión del lenguaje de los cuerpos.
Como llegué tarde a la cita, quedé con el sinsabor de lo que había sucedido. De lo que ella había referido, al menos, media hora antes. Esa pasión de Susana, tan viva y presencial, esa espontaneidad de narrar parte de su odisea en esa postura flexible y graciosa de estudiante de yoga, ese rumor de plasticidad que luego fue dejando trasescena al caminar, al moverse, o alejarse de un espacio menos preciso del lugar de la cita, me obligaron al regreso.
La noche del ensayo general, ella, Jimena Eleta, y el grupo de jóvenes, mujeres y hombres, que conforman la compañía de baile, se movían sobre la pista del escenario adaptado en la sede de Xielo, en el sector de Parque Lefevre de la capital. Impartía instrucciones a una pareja joven, les hablaba y a la vez, se inmiscuía en el desdoblamiento de los jóvenes que practicaban con alegría y nerviosismo un episodio del montaje de la obra.
La conversación Finalizado el ensayo, aceptó conversar, y entonces habló de Tarragona, una ciudad visible de la comunidad de Cataluña, y la recordó como un paisaje temporal de estancia en su más tierna infancia. Después, vino Barcelona, donde vivió la crianza, se formó y se hizo.
Repasó sus vivencias de niña y adolescencia, y desde su interior, desde su composición neuroplástica, el alma de la danza circulaba por ahí y se manifestaba en sus intenciones primarias de bailar, simbolizar algo con sus gestos y movimientos, danzar. “Yo los recuerdos que tengo es desde muy pequeñita de bailar todo el tiempo. De hecho, conservo unas imágenes en la que me están filmando, no tengo más de dos años y me están filmando con mis primos en el verano, en una casa de campo a donde íbamos... y ponen música y yo me paro a bailar. Era una bebé, aun sin pelos en la cabeza”. Pero hay un antecedente no menor: sus padres se conocieron bailando, y según cuentan quienes los conocieron, conformaron una pareja muy destacada de baile, que lo era no porque se dedicaran profesionalmente a hacerlo, sino porque les encantaba. Bailaban rock & roll. Y al ver a Susana con inusitadas dotes, su madre, la matriculó en una escuelita del barrio donde enseñaban danza. Tenía, apenas cinco años de edad. “Desde entonces no he parado”, comenta con esa misma pasión que dos días antes le vi en pose de estudiante de yoga.
A Susana, como a la familia, su hermano y su padre, les resiente la ausencia de su madre. Tenía doce años. Deciden superarlo. Ella se fue involucrando con más atención en las actividades culturales de la escuela donde observaron su talento para el baile y la danza. Su padre, la apoyó en todo momento, y atendió las recomendaciones de la escuela, pero siempre la invitó a reflexionar, a la hora de tomar decisiones.
Estudió su bachillerato normal, tradicional, y en las tardes, se iba a recibir clases de baile y a bailar. Con 16 años de edad cumplidos, la directora de la escuela le decía: “Tienes un futuro en esto. No sé si tú lo quieres tomar en serio”. Y claro que se lo estaba tomando en serio, desde muy niña, inclusive, pero en la creencia de que parecía un hobby, algo que asumía de forma divertida, porque, -como ella recuerda de su niñez - tenían unos recreos en la escuela muy bonitos, estudiaban al pie de una montaña, y en esos recreos, ella, y quizás toda Europa y América Latina, que no se perdía la novedad de los concursos musicales de la OTI y Eurovisión, organizaba entonces coreografías, y les decía a los chicos, tan niños como ella de siete u ocho años de edad, que debían moverse de una manera u otra.
Por otra parte, sus padres la motivaron mucho a desarrollar capacidades y ejercer liderazgo. Hizo muchas cosas, natación, nado sincronizado. ”Pero a mí lo que me interesaba siempre era el baile”, asiente, con fuego sereno en sus palabras, con gesticulaciones graciosas, con la cabeza puesta en el día siguiente y el cabello agitado de tanto practicar con el grupo, con los pies descalzos y las venas ligeramente subidas por culpa de la voz se opaca que se esconde fugazmente, por instantes, de tanto hablar, ordenar, repasar, repensar, repetir instrucciones, y volver a expresar en tono firme qué hacer en cada uno de los ensayos que ha realizado durante el último mes en Panamá para hacer posible su obra ´Sismos´., que como se dijo acertadamente en un comunicado de prensa “es una creación que sacude el cuerpo y la memoria”,
La hora cero A los 18 años a Susana Pous, le llegó la hora de las decisiones, y lo habló con su padre, quien le recomendó seguir en el estudio del baile, pero tomar una carrera alternativa, y fue cuando ingresó a hacer estudios en Barcelona de imagen y dirección cinematográfica, lo que a posteriori le sirvió para entender la danza como una dramaturgia. Tuvo miedo, igual que su padre, quien veía en el arte un camino hermoso y difícil al que muy pocos privilegiados podían llegar.
Las experimentaciones, la actuación no protagónica en varias películas, y la diferencia entre una actuación para el cine, que conlleva una preparación para desempeñar un papel específico, más no una práctica diaria y rigurosa como lo exige el baile y la danza, terminaron inclinando la balanza. Mira en serio hacia el baile, participa con algunas pocas compañías semiprofesionales en trabajos coreográficos, y en esos vaivenes, es llamada por María Rovira, creadora de una de las compañías pioneras en danza moderna y contemporánea en España con repercusión internacional. Rovira es un referente mundial como coreógrafa y directora, y recibió el Premio Nacional de Danza en 1998.
Paralelo a su extraordinaria aptitud artística y vocación, Susana se define también como muy apta para enseñar. Siempre lo ha hecho, en la escuela, cuando niña y adolescente, en las compañías a las que se vinculó en el pasado y en su propia compañía.
En España permaneció varios años, hasta que tuvo 28 años, viajó por el país, viajó por el mundo, y de repente, María Rovira, la nombra su asistente para adelantar unos talleres con el Ballet Nacional de Cuba. “Descubro que Cuba tiene una formación a nivel cultural increíble”.
Se va a trabajar a Cuba, regresa a Barcelona, se hace mamá, y cumpliendo 30 años decide ir a La Habana, nuevamente, ingresa como bailarina en la compañía de una gran coreógrafa cubana, Marianella Boán.de Sismos dijo en la presentación del libro Sismos
Los significados de Sismos Poco más de veinte años, lleva Susana consagrada a la coreografía, ahora con su propia compañía, y también colaborando con las distintas compañías, viajando por el mundo, haciendo residencias, como la que la trajo a Panamá, invitada por la Fundación Gramo Danse, organización cultural movida por el fervor y las convicciones de otra gran mujer consagrada al arte de la coreografía, Jimena Eleta.
Más de un mes, ha sido la experiencia de Susana en Panamá, a la que no venía desde hacía 20 años. “Encontré una ciudad totalmente diferente” Razón le asiste. No es únicamente el aspecto formal. También es visible el cambio de mentalidad con relación a las expresiones culturales.
Aunque con muchísimo esfuerzo esta hazaña de hacer un montaje tan exigente como la obra ´Sismos¨, en un tiempo menor de lo deseable, es en sí una muestra del valor de unos jóvenes bailarines que quieren superar sus propios retos y avanzar en su estructuración profesional como artistas, en su confianza en sí mismos, y en esa pasión que divaga por dentro de sus corazones como lenguas de fuego; también es una apuesta muy interesante de una institución bancaria privada, BI Bank, cuyo rol de patrocinador invita a la reflexión de cómo es mejor invertir en cultura que ignorarla. Entender que lo que se haga por la cultura es una inversión en el país y no un gasto, produce enorme esperanza.
La obra se presentó los días 29 y 30 de este recién pasado mes de mayo y colmó las expectativas de un público respetuoso de la puesta en escena, orgulloso de lo que vio, y muy complacido, puesto la obra suscitó emociones profundas, reflexiones, estremecimientos.
El paisaje sonoro de la obra fue diseñado por el compositor y percusionista colombiano Jacobo Restrepo, miembro de la Orquesta Sinfónica de Bogotá. La propuesta contó también con la participación de Guido Gail, director esceno-técnico y diseñador de iluminación, y Héctor Rodríguez, asistente de coreografía, ambos con destacada trayectoria y Cuba, y colaboradores cercanos de Susana Pous, además de varios técnicos panameños.
No encuentro una mejor definición de la misma, como no sean las siguientes apreciaciones: <<Es una potente creación escénica que reflexiona sobre las rupturas que transforman nuestras vida físicas, emocionales y sociales. Inspirada en la metáfora del sismo como movimiento que sacude estructuras y deja grietas en la memoria, la obra invita al público a presenciar un proceso de reconstrucción desde el cuerpo, el gesto y la sonoridad. En escena, los siete bailarines de Gramo Danse construyen un lenguaje escénico donde convergen la corporeidad de la danza contemporánea, la danza aérea y la narrativa afectiva>>.
La tarde que llegué pasada la hora de la cita a la charla de Susana, me embrujó una frase muy suya, mientras exponía emocionada sus argumentos: “el movimiento me calma” Y en la presentación de un libro en la Feria Internacional del Libro de la Habana, 1918, un escritor dijo del libro ´Boán, la Danza´: “...aún hoy sigo sin tener dudas; es desde el cuerpo donde nacen todas las escrituras y desde donde se hacen todas las lecturas”. La obra coreográfica ´Sismos´, lo confirmó.
El medio día del 26 de mayo, Susana Pous, española-cubana y probada bailarina internacional, hablaba apasionadamente de su creación ´Sismos´´ ante un círculo menor de personas, miembros de medios de comunicación y afines a la cultura de la danza, que a esa hora habían sido convocadas para conectar con ellos, contar acerca de su obra, y a través de ellos, enterar a un posible público, y de paso, destacar el esfuerzo de la Fundación Xielo, Gramo Danse, que dirige la también experimentada bailarina panameña Jimena Eleta, en la promoción de la danza como bellísima expresión del lenguaje de los cuerpos.
Como llegué tarde a la cita, quedé con el sinsabor de lo que había sucedido. De lo que ella había referido, al menos, media hora antes. Esa pasión de Susana, tan viva y presencial, esa espontaneidad de narrar parte de su odisea en esa postura flexible y graciosa de estudiante de yoga, ese rumor de plasticidad que luego fue dejando trasescena al caminar, al moverse, o alejarse de un espacio menos preciso del lugar de la cita, me obligaron al regreso.
La noche del ensayo general, ella, Jimena Eleta, y el grupo de jóvenes, mujeres y hombres, que conforman la compañía de baile, se movían sobre la pista del escenario adaptado en la sede de Xielo, en el sector de Parque Lefevre de la capital. Impartía instrucciones a una pareja joven, les hablaba y a la vez, se inmiscuía en el desdoblamiento de los jóvenes que practicaban con alegría y nerviosismo un episodio del montaje de la obra.
Finalizado el ensayo, aceptó conversar, y entonces habló de Tarragona, una ciudad visible de la comunidad de Cataluña, y la recordó como un paisaje temporal de estancia en su más tierna infancia. Después, vino Barcelona, donde vivió la crianza, se formó y se hizo.
Repasó sus vivencias de niña y adolescencia, y desde su interior, desde su composición neuroplástica, el alma de la danza circulaba por ahí y se manifestaba en sus intenciones primarias de bailar, simbolizar algo con sus gestos y movimientos, danzar. “Yo los recuerdos que tengo es desde muy pequeñita de bailar todo el tiempo. De hecho, conservo unas imágenes en la que me están filmando, no tengo más de dos años y me están filmando con mis primos en el verano, en una casa de campo a donde íbamos... y ponen música y yo me paro a bailar. Era una bebé, aun sin pelos en la cabeza”. Pero hay un antecedente no menor: sus padres se conocieron bailando, y según cuentan quienes los conocieron, conformaron una pareja muy destacada de baile, que lo era no porque se dedicaran profesionalmente a hacerlo, sino porque les encantaba. Bailaban rock & roll. Y al ver a Susana con inusitadas dotes, su madre, la matriculó en una escuelita del barrio donde enseñaban danza. Tenía, apenas cinco años de edad. “Desde entonces no he parado”, comenta con esa misma pasión que dos días antes le vi en pose de estudiante de yoga.
A Susana, como a la familia, su hermano y su padre, les resiente la ausencia de su madre. Tenía doce años. Deciden superarlo. Ella se fue involucrando con más atención en las actividades culturales de la escuela donde observaron su talento para el baile y la danza. Su padre, la apoyó en todo momento, y atendió las recomendaciones de la escuela, pero siempre la invitó a reflexionar, a la hora de tomar decisiones.
Estudió su bachillerato normal, tradicional, y en las tardes, se iba a recibir clases de baile y a bailar. Con 16 años de edad cumplidos, la directora de la escuela le decía: “Tienes un futuro en esto. No sé si tú lo quieres tomar en serio”. Y claro que se lo estaba tomando en serio, desde muy niña, inclusive, pero en la creencia de que parecía un hobby, algo que asumía de forma divertida, porque, -como ella recuerda de su niñez - tenían unos recreos en la escuela muy bonitos, estudiaban al pie de una montaña, y en esos recreos, ella, y quizás toda Europa y América Latina, que no se perdía la novedad de los concursos musicales de la OTI y Eurovisión, organizaba entonces coreografías, y les decía a los chicos, tan niños como ella de siete u ocho años de edad, que debían moverse de una manera u otra.
Por otra parte, sus padres la motivaron mucho a desarrollar capacidades y ejercer liderazgo. Hizo muchas cosas, natación, nado sincronizado. ”Pero a mí lo que me interesaba siempre era el baile”, asiente, con fuego sereno en sus palabras, con gesticulaciones graciosas, con la cabeza puesta en el día siguiente y el cabello agitado de tanto practicar con el grupo, con los pies descalzos y las venas ligeramente subidas por culpa de la voz se opaca que se esconde fugazmente, por instantes, de tanto hablar, ordenar, repasar, repensar, repetir instrucciones, y volver a expresar en tono firme qué hacer en cada uno de los ensayos que ha realizado durante el último mes en Panamá para hacer posible su obra ´Sismos´., que como se dijo acertadamente en un comunicado de prensa “es una creación que sacude el cuerpo y la memoria”,
A los 18 años a Susana Pous, le llegó la hora de las decisiones, y lo habló con su padre, quien le recomendó seguir en el estudio del baile, pero tomar una carrera alternativa, y fue cuando ingresó a hacer estudios en Barcelona de imagen y dirección cinematográfica, lo que a posteriori le sirvió para entender la danza como una dramaturgia. Tuvo miedo, igual que su padre, quien veía en el arte un camino hermoso y difícil al que muy pocos privilegiados podían llegar.
Las experimentaciones, la actuación no protagónica en varias películas, y la diferencia entre una actuación para el cine, que conlleva una preparación para desempeñar un papel específico, más no una práctica diaria y rigurosa como lo exige el baile y la danza, terminaron inclinando la balanza. Mira en serio hacia el baile, participa con algunas pocas compañías semiprofesionales en trabajos coreográficos, y en esos vaivenes, es llamada por María Rovira, creadora de una de las compañías pioneras en danza moderna y contemporánea en España con repercusión internacional. Rovira es un referente mundial como coreógrafa y directora, y recibió el Premio Nacional de Danza en 1998.
Paralelo a su extraordinaria aptitud artística y vocación, Susana se define también como muy apta para enseñar. Siempre lo ha hecho, en la escuela, cuando niña y adolescente, en las compañías a las que se vinculó en el pasado y en su propia compañía.
En España permaneció varios años, hasta que tuvo 28 años, viajó por el país, viajó por el mundo, y de repente, María Rovira, la nombra su asistente para adelantar unos talleres con el Ballet Nacional de Cuba. “Descubro que Cuba tiene una formación a nivel cultural increíble”.
Se va a trabajar a Cuba, regresa a Barcelona, se hace mamá, y cumpliendo 30 años decide ir a La Habana, nuevamente, ingresa como bailarina en la compañía de una gran coreógrafa cubana, Marianella Boán.de Sismos dijo en la presentación del libro Sismos
Poco más de veinte años, lleva Susana consagrada a la coreografía, ahora con su propia compañía, y también colaborando con las distintas compañías, viajando por el mundo, haciendo residencias, como la que la trajo a Panamá, invitada por la Fundación Gramo Danse, organización cultural movida por el fervor y las convicciones de otra gran mujer consagrada al arte de la coreografía, Jimena Eleta.
Más de un mes, ha sido la experiencia de Susana en Panamá, a la que no venía desde hacía 20 años. “Encontré una ciudad totalmente diferente” Razón le asiste. No es únicamente el aspecto formal. También es visible el cambio de mentalidad con relación a las expresiones culturales.
Aunque con muchísimo esfuerzo esta hazaña de hacer un montaje tan exigente como la obra ´Sismos¨, en un tiempo menor de lo deseable, es en sí una muestra del valor de unos jóvenes bailarines que quieren superar sus propios retos y avanzar en su estructuración profesional como artistas, en su confianza en sí mismos, y en esa pasión que divaga por dentro de sus corazones como lenguas de fuego; también es una apuesta muy interesante de una institución bancaria privada, BI Bank, cuyo rol de patrocinador invita a la reflexión de cómo es mejor invertir en cultura que ignorarla. Entender que lo que se haga por la cultura es una inversión en el país y no un gasto, produce enorme esperanza.
La obra se presentó los días 29 y 30 de este recién pasado mes de mayo y colmó las expectativas de un público respetuoso de la puesta en escena, orgulloso de lo que vio, y muy complacido, puesto la obra suscitó emociones profundas, reflexiones, estremecimientos.
El paisaje sonoro de la obra fue diseñado por el compositor y percusionista colombiano Jacobo Restrepo, miembro de la Orquesta Sinfónica de Bogotá. La propuesta contó también con la participación de Guido Gail, director esceno-técnico y diseñador de iluminación, y Héctor Rodríguez, asistente de coreografía, ambos con destacada trayectoria y Cuba, y colaboradores cercanos de Susana Pous, además de varios técnicos panameños.
No encuentro una mejor definición de la misma, como no sean las siguientes apreciaciones: <<Es una potente creación escénica que reflexiona sobre las rupturas que transforman nuestras vida físicas, emocionales y sociales. Inspirada en la metáfora del sismo como movimiento que sacude estructuras y deja grietas en la memoria, la obra invita al público a presenciar un proceso de reconstrucción desde el cuerpo, el gesto y la sonoridad. En escena, los siete bailarines de Gramo Danse construyen un lenguaje escénico donde convergen la corporeidad de la danza contemporánea, la danza aérea y la narrativa afectiva>>.
La tarde que llegué pasada la hora de la cita a la charla de Susana, me embrujó una frase muy suya, mientras exponía emocionada sus argumentos: “el movimiento me calma” Y en la presentación de un libro en la Feria Internacional del Libro de la Habana, 1918, un escritor dijo del libro ´Boán, la Danza´: “...aún hoy sigo sin tener dudas; es desde el cuerpo donde nacen todas las escrituras y desde donde se hacen todas las lecturas”. La obra coreográfica ´Sismos´, lo confirmó.