Un tratado doloso
- 02/08/2025 00:00
Publicado en “El Pensamiento de Julio E. Linares”, Tomo II, páginas 456 a 458.
Revista Kiwanis - 1975.
Debido a la diligencia que los Estados ponen en las negociaciones de los tratados, resulta difícil que alguno de ellos pueda ser producto del fraude. No obstante, en la doctrina existe unanimidad de criterios en cuanto a considerar el dolo como vicio del consentimiento. Así lo ha reconocido expresamente la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (1969), al consignar en su artículo 49: “Si un Estado ha sido inducido a celebrar un tratado por la conducta fraudulenta de otro Estado negociador, podrá alegar el dolo como vicio de su consentimiento en obligarse por el tratado”.
Hablando ahora de la Convención del Canal Ístmico, se puede asegurar, sin temor a equívocos, que en ningún tratado como este, la conducta fraudulenta de uno de los Estados negociadores -en este caso, Estados Unidos de América- ha sido más evidente y repugnante. Examinaremos los hechos que nos llevan a afirmar lo anterior:
1. En la mañana del 13 de noviembre de 1903, en un acto que no tiene precedentes en la historia de la diplomacia, el ceremonial de la Casa Blanca fue puesto en movimiento para simular la entrega al presidente Teodoro Roosevelt de unas credenciales que Philippe Bunau Varilla no tenía, pues las que le fueron expedidas se encontraban en poder del Dr. Manuel Amador Guerrero y de don Federico Boyd, quienes viajaban hacia Estados Unidos por disposición de la Junta de Gobierno de Panamá.
2. El 15 de noviembre de 1903 el secretario de Estado, John Hay, envió a Bunau Varilla un proyecto de tratado sobre el canal, que en poco difería del Herrán- Hay, con el ruego de que se lo devolviera “con sus sugestiones en el menor tiempo posible”, a sabiendas de que Bunau Varilla no podía representar a Panamá por no haber recibido las credenciales que lo acreditaban como Enviado Extraordinario y Plenipotenciario ante el Gobierno de Estados Unidos de América, ni mucho menos negociar el Tratado del Canal, por carecer también de los “plenos poderes” para ello. Limitémonos a agregar que ese 15 de noviembre era domingo, o sea, día no laborable.
3. El 17 de noviembre de 1903, a tempranas horas de la mañana, Bunau Varilla entregó al secretario de Estado un nuevo proyecto de tratado, más desventajoso para Panamá que el que había recibido de este, ya que, como confiesa cínicamente el mismo Bunau Varilla, él llegó “a la conclusión de que era condición indispensable de buen éxito redactar un nuevo tratado, tan bien adaptado a las exigencias norteamericanas, que desafiara cualquier crítica del Senado”. Poco después, a las diez de la mañana, Bunau Varilla devolvió al secretario de Estado, con sus sugestiones, el proyecto que de él había recibido, para el caso de que Hay prefiriera este proyecto. Permítaseme abrir un paréntesis para señalar aquí que este es el único caso en la historia - hasta donde tengo conocimiento- que un negociador por propia iniciativa presenta un nuevo proyecto más lesivo y oneroso para la parte que representa que el proyecto que con anterioridad había recibido de la otra parte.
4. Ese mismo día, 17 de diciembre de 1903, llegaron a Nueva York, donde pernoctaron para desgracia de nuestra república, Manuel Amador Guerrero y Federico Boyd, con quienes Bunau Varilla debía discutir previamente todas las cláusulas del Tratado del Canal y con poderes suficientes para negociar directamente con el Gobierno de Estados Unidos de América. Los periódicos vespertinos no solo publicaron la llegada de los comisionados panameños, sino que esa misma mañana, a las diez, Bunau Varilla escribió al Secretario de Estado la siguiente nota:
“No he tenido noticias de usted. Y no deseo aparecer como urgiéndole. Pero no puedo sustraerme a expresarle respetuosamente que deseo terminar la negociación y firmar el tratado mañana. Yo presiento una enorme cantidad de intrigas alrededor de la comisión que ha llegado; algunas personas se han precipitado hacia ellos, que buscan beneficio en demorar y enredar. Yo le pido, por consiguiente, señor secretario, que llevemos a efecto nuestro plan como fue concebido originalmente, de terminar las negociaciones ahora. Le estoy escribiendo a la comisión que se quede en Nueva York y que no salga para acá antes de la noche. En todo caso yo le quedaré muy agradecido si usted puede llamarme mañana temprano, o si le conviene a usted mejor esta misma noche”.
En respuesta, el secretario de Estado instó a Bunau Varilla a que le viera esa misma noche o, de preferirlo este, a las nueve de la mañana siguiente. De más está decir que Bunau Varilla se precipitó inmediatamente a ver a Hay. En otras palabras, a pesar de que era conocimiento del secretario de Estado que los auténticos y legítimos representantes de Panamá ya se encontraban en su país, consciente y deliberadamente accedió a continuar “negociando” con Philippe Bunau Varilla, cuya representación era espuria, y todo esto bajo las sombras de la noche, como suelen actuar los delincuentes.
5. Como si fuera poco, en la mañana del día siguiente, o sea, del fatídico 18 de noviembre de 1903, Bunau Varilla escribió otra nota al secretario de Estado, en la que expresaba en uno de sus párrafos lo siguiente: “En vista de que la delegación no ha llegado a Washington, yo tengo la libertad de negociar con usted, solo y provisto de completos y absolutos poderes [lo cual era falso]. Pero desde el momento en que lleguen los comisionados yo no estaré solo; la verdad es que quizás muy pronto yo no estaré más aquí del todo”.
En respuesta, el secretario de Estado instó a Bunau Varilla a ir a su casa a las seis de la tarde. Cuarenta minutos después -y dos horas antes de que llegaran a Washington Amador y Boyd-, Hay y Bunau Varilla ponían un dogal a la nueva República de Panamá, al firmar el Tratado del Canal, con base en el proyecto presentado por Bunau Varilla. ¿Puede concebirse dolo mayor?
Nombre: Julio E. Linares
Nacimiento: 7 de agosto de 1930. Ciudad de Panamá
Fallecimiento: 27 de octubre de 1993. Nueva York
Ocupación: Diplomático y político