Vicente Gómez Gudiño, el virtuoso que perdimos

  • 07/12/2025 00:00

Testimonios y archivos permiten recuperar la historia del compositor Vicente Gómez Gudiño, cuya obra destacó mientras su vida terminó en la penuria y el olvido

De su vida se sabe muy poco, siendo tanto lo que aportó.

Nació el 19 de julio de 1900 en el distrito de La Mesa, provincia de Veraguas; hijo de Juan Gómez y Hermelinda Gudiño, panameños.

En 1914 ensayaba a graduarse de maestro en el Instituto Nacional, pero se separó tempranamente; su mundo era la música, cual narrara en 1964 el periodista y literato Gil Blas Tejeira, al enterarse de la muerte en penuria de su excompañero de aulas.

”Pronto echó de ver que el Magisterio no era su destino. Un día se fue del colegio llevándose consigo su flauta, su flauta encantadora que alegró muchas de nuestras horas sabatinas en el Gimnasio del Instituto Nacional.

Era Vicente un músico múltiple. Aunque tenía la flauta como instrumento de su predilección, dominaba el oboe con su laberinto de complicadas llaves.

Poco después de haber abandonado Gómez las aulas institutoras, lo vi formando parte de la orquesta fundada por el maestro Galimany, en un concierto de música clásica. Tenía entre sus manos un oboe.

Gómez contribuyó más tarde al parnaso nacional panameño con “Suspiros de una fea”, “El gran aguadulceño” y otros pasillos que ahora escapan de mi memoria.” (El Día, Mirador Istmeño, “Evocación de un artista”, 14 de abril de 1964).

Por su parte el periodista Víctor Franceschi, tras entrevistar al compositor en David, provincia de Chiriquí, cinco meses antes de su muerte, denunciaba:

“Desdoblado en rústica banqueta, el maestro exhaló una bocanada de humo en la que parecían desvanecerse los compases sincopados de “Sarita”, “Honor al mérito”, “La alondra chiricana” y “El suspiro de una fea”, pasillo este que le mereció una medalla de honor y singular popularidad.

Es inconcebible que en este país viva muriendo cada día, al vergonzoso compás de la limosna pública, quien como Vicente Gómez mereció las más altas calificaciones en Solfeo, Teoría, Composición y Dictado Musical.

Volverían a morir de pena Narciso Garay, Arturo Du-Barry (sic), Máximo Arrate y [Adrián] Ozaeta, ilustres maestros que distinguieron al brillante alumno, ahora convertido en limosnero.

Pálido y tembloroso, ajado y empobrecido, en la mente del gustado compositor revolotean lejanos y mejores días. Aquellos tiempos en que su lápiz preciso marcaba en el pentagrama “Carmen”, “Tranquilo Lindo”, “Cuácara” “Los Girondinos”, danzas que llevaron el deleite a los salones de una generación casi extinguida.

Arrastrando sus pasos, su dolor y su amargura, Vicente Gómez Gudiño quizá no vuelva a escuchar los rítmicos danzones que le exigió su tiempo: “La Gran María”, “Sol de Coto”, “Juanita”, “Esilda”, “Majarete” y “Mamá Eva”.

¡En un país medianamente civilizado hay que llenarse de vergüenza, cuando el artista vive de otra vergüenza: la limosna!” (La Estrella de Panamá, 7 de diciembre de 1963, “Una luz que agoniza, El Maestro Vicente Gómez Gudiño”)

Propuso el periodista Franceschi que se grabara un disco con sus obras; que se vendieran sus ediciones y, sin lastimar su orgullo, obtuviera ingresos para aliviar su precaria situación económica. Nunca ocurrió.

A su vez el profesor y poeta Moisés Castillo O., enterado del fallecimiento de su amigo Vicente Gómez Gudiño, connotaba sus pasillos, y entre sus danzones, “Juliana”.

”Era también Vicente Gómez Gudiño un poeta satírico y humorístico, cuyas producciones concebía en endecasílabos perfectos, de preferencia.

El nombre de Gómez puede figurar gallardamente entre los de los buenos poetas humorísticos y satíricos que ha producido nuestro país.

Conocí a Gómez en mi pueblo natal [La Chorrera], a donde fue de verano, allá por los años de 1918 al 20.

Era entonces Vicente un joven sobrio y consagrado a su música. Le arrancaba a la flauta embrujadores floreos, bajo la luz delicuescente de la luna (...).

La Asociación de Profesores de la República tuvo la piedad, que la enaltece y que debemos apreciar en lo que vale, de hacerle más llevaderos los últimos días de su vida en el Asilo Bolívar.” (La Estrella de Panamá, Dintel, “Vicente Gómez Gudiño”, 6 de abril de 1964).

Y por su lado el periodista Danilo Caballero informaba que al conocerse en la ciudad de David la muerte del talentoso compositor, el profesor argentino Silvano Escudero, quien en esa había fundado una academia de música, honrando al ilustre fallecido dio a su centro de estudios el nombre de “Vicente Gómez Gudiño”. (Semanario Gráfico, Página de Chiriquí, Chiricosas, 8 de agosto de 1964).

En su ensayo sobre los compositores panameños desde mediados del siglo XIX, el doctor Eduardo Charpentier hijo, destaca de Gómez Gudiño sus pasillos “(...) entre marchas y valses que completan el grueso de su producción”. Y nos revela: “Su fina intuición lo lleva a enfrentarse a dos oberturas: “Río Grande” y “Dos de Enero”. “En condiciones más propicias para Gómez, es posible que al encauzar debidamente su extraordinario talento hubiera, sin duda alguna, producido obras de mayor envergadura.” (El compositor ante la banda, Panamá, 30 de agosto de 1964)

El Maestro Gómez Gudiño había formado familia en Chiriquí y residió en David. Parecieran de esta estancia sus pasillos “La alondra chiricana”, “Don Félix” “Sergio Arturo”, “Sinsonte chiricano”, “Vielka Elisa” y otros. “Poeta y aldeano” probablemente sea anterior.

Según entrevista a su sobrino político Heraclio Amadeo Sanjur Marcucci (87), a finales de la década del 40 Gómez Gudiño ya dirigía en Chiriquí una connotada orquesta que se denominó “Cabiria”, siendo el saxofonista, organizada con fines profesionales.

Cual suele ocurrir con el duro trabajo nocturno de los músicos, de remuneración frecuentemente a resultados de las festividades pueblerinas, con el alcohol omnipresente, el prolífico compositor y consumado flautista y saxofonista se extravió en la vida bohemia y su salud fue mermando.

Trasladado a la ciudad de Panamá, enfermo, murió en el Asilo Bolívar el 1 de abril de 1964 (La Estrella de Panamá, 2 de abril de 1964).

Su funeral fue por el rito católico, con misa de cruz baja (ceremonia de pobres, sin pompas), presidida por el presbítero Carlos Pérez Herrera, el 3 de abril a las 4:00 p. m. en la Iglesia de Santa Ana. Así consta en las Partidas de Defunciones del año 1964, al folio 32, número 3, de dicha parroquia.

Fue sepultado en el Cementerio Amador, acompañado de músicos que tocaban una marcha fúnebre, amigos y dolientes. El orador Gavino Sierra Gutiérrez ponderó que el mejor homenaje al ilustre fallecido era compilar sus composiciones. (La Estrella de Panamá, 4 de abril de 1964).

Transcurridos 31 años, salió al público en 1995 el disco “Pasillos Panameños, Primera Serie”, con pasillos interpretados por el director Eduardo Charpentier De Castro junto a los músicos Osmand Charpentier G., Gilberto Pérez (padre e hijo), Tito Medina y Luis Vásquez, en el que la honrosa primera posición, lado “A”, se reservó para “El suspiro de una fea”, y la quinta y última para “Poeta y aldeano”, ambos de Gómez Gudiño. Y en 1996, en la Segunda y Cuarta Serie del álbum del mismo nombre figuran sus pasillos “Don Félix”, “Mamá Eva”, “Sergio Arturo” y “La alondra chiricana”; en tanto que, en 1997, en la Tercera y Quinta Serie, fueron incorporados “Sinsonte chiricano” y “Vielka Elisa”.

La deuda moral con la memoria de Vicente Gómez Gudiño ha sido abonada, pero sigue abierta, por lo que se exhorta a los músicos del país a honrarla compilando sus composiciones aún dispersas.

Que esta sea su regalía post mortem, redimiendo a la sociedad que disfrutó de su trabajo pero que no atinó a rescatarlo de la desolación de sus años finales, coronada por los penosos hallazgos de que en el Registro Civil su muerte no figura inscrita y que de su sepelio tampoco aparece constancia en la administración municipal del cementerio; ingratas omisiones a suplirse sin demora.

Fuentes escritas: Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R., Parroquia de Santa Ana, Registro Civil, Departamento de Servicios Funerarios del Municipio de Panamá y dominios públicos de internet.

Milson Cornejo Castillo
Autor
La deuda moral con la memoria de Vicente Gómez Gudiño ha sido abonada, pero sigue abierta, por lo que se exhorta a los músicos del país a honrarla compilando sus composiciones aún dispersas.