De la resiliencia a la robustez: blindar motores y diversificar la economía

Análisis
La ciudad de Panamá concentra la mayoría de las actividades económicas del país. Archivo | La Estrella de Panamá
  • 06/10/2025 00:00

El producto interno bruto (PIB) avanzó 3,4 % interanual en el segundo trimestre de 2025, mostrando una capacidad de adaptación y resiliencia que merece reconocimiento. Este desempeño no fue casual: detrás hay un aparato productivo que, frente a los shocks, encontró la manera de seguir avanzando

La buena noticia es clara: aún con una huelga parcial en el sector construcción, un paro en el sector educativo y el cierre de operaciones bananeras, la economía panameña mantuvo su capacidad de crecer. El producto interno bruto (PIB) avanzó 3,4 % interanual en el segundo trimestre de 2025, mostrando una capacidad de adaptación y resiliencia que merece reconocimiento.

Este desempeño no fue casual: detrás hay un aparato productivo que, frente a los shocks, encontró la manera de seguir avanzando. Sin embargo, si Panamá aspira a un crecimiento sostenido de largo plazo, debe avanzar simultáneamente en dos frentes estratégicos: fortalecer los motores económicos actuales y ampliar la base productiva para enfrentar shocks cada vez más recurrentes.

En efecto, una lectura minuciosa de los datos revela que el dinamismo económico provino de un grupo acotado de sectores. El sector de transporte, almacenamiento y correo creció 12,3 % interanual, confirmando que el hub logístico sigue siendo el ancla del crecimiento y un amortiguador frente a turbulencias.

Solo este sector explicó el 47,9 % del crecimiento del PIB del trimestre, casi la mitad del total. Finanzas y seguros avanzaron 5,1 %, reflejo de la solidez del centro bancario y de la confianza que aún inspira en la región. Por su parte, el comercio creció 2,1 % interanual y, debido a su escala, explicó el 11,0 % del crecimiento del periodo.

En conjunto, estos tres sectores de servicios, transporte, finanzas y comercio explicaron el 68,8 % del crecimiento, confirmando la creciente orientación de la economía panameña hacia una estructura basada en servicios. En contraste, el sector agropecuario se vio impactado por factores coyunturales. La actividad agrícola registró una contracción de 2,7 % interanual, explicada principalmente por el cierre temporal de operaciones bananeras. Este resultado evidencia que, si bien los choques sectoriales no comprometen el crecimiento agregado, sí generan afectaciones relevantes sobre el empleo y la dinámica territorial.

Estos contrastes revelan dos realidades al mismo tiempo: la resiliencia de la economía panameña y su fragilidad estructural. Resiliencia, porque el país logró sostener el crecimiento a pesar de choques simultáneos; fragilidad, porque ese desempeño descansó en muy pocos sectores. Y, allí está el verdadero desafío: fortalecer los motores que hoy funcionan para que resistan mejor futuros shocks y, en paralelo, abrir espacio a nuevos sectores que reduzcan la dependencia excesiva de unos pocos engranajes.

La vulnerabilidad es evidente cuando se observa el Canal de Panamá, eje central de nuestro hub logístico. La sequía de 2023, que obligó a reducir calado y tránsitos, mostró que los riesgos climáticos ya no son escenarios hipotéticos, sino realidades capaces de comprometer un motor estratégico. Lo mismo ocurre con las finanzas: su dinamismo es una fortaleza, pero una exposición demasiado alta a ciclos internacionales o a un único sector puede convertirse en fuente de contagio.

Fortalecer estos motores requiere una inversión decidida en resiliencia. En el caso del Canal y del clúster logístico, por ejemplo, esto implica desarrollar proyectos hídricos de gran escala, modernizar la infraestructura digital para reducir cuellos de botella y avanzar en soluciones que mitiguen la exposición a eventos climáticos extremos. Solo blindando estos activos estratégicos, Panamá podrá seguir contando con ellos como pilares estables de crecimiento.

La estrategia, sin embargo, no puede quedarse ahí. Si Panamá aspira a consolidar un crecimiento más robusto, sostenible y resiliente, necesita incorporar nuevos motores que complementen y refuercen a los ya existentes. Una economía excesivamente concentrada tiende a amplificar la volatilidad al menos en tres frentes: el empleo, más expuesto a los vaivenes sectoriales; el recaudo fiscal, más vulnerable a ciclos específicos; y la cuenta externa, más sensible a la caída de un número reducido de exportadores. Evitar que esta concentración se convierta en un talón de Aquiles exige avanzar hacia una diversificación inteligente y estratégica.

¿Cómo hacerlo? Primero, integrando a las micro, pequeñas y medianas empresas en cadenas de valor que ya exportan, y apoyándolas para alcanzar nuevos nichos, desde agroindustria hasta servicios digitales. Segundo, invirtiendo en capital humano con certificaciones internacionales que abran puertas afuera y eleven la productividad adentro. Tercero, modernizando la logística física y digital: aduanas más inteligentes, interoperabilidad de sistemas, trámites simplificados que reduzcan fricción. Cuarto, ampliando instrumentos de financiamiento para innovación y emprendimiento: garantías parciales, capital semilla, blended finance que reparta riesgos. Y quinto, ajustando el marco de incentivos para hacerlo más estratégico, con beneficios condicionados a metas de inversión, empleo y exportaciones, evaluadas antes y después.

El mensaje es claro: Panamá no debe escoger entre fortalecer lo que ya tiene o diversificar hacia lo nuevo. Necesita ambas cosas a la vez. Blindar sus motores estratégicos frente a shocks y, al mismo tiempo, sembrar los motores del futuro. Esa es la única manera de asegurar que la resiliencia coyuntural se transforme en robustez estructural.

Nada de esto implica frenar a los sectores que hoy empujan. Al contrario, se trata de acompañarlos con aliados que reduzcan su vulnerabilidad y multipliquen su alcance. Aquí, la coordinación público-privada es crucial. Instituciones públicas, junto con gremios, banca y actores territoriales, tienen que articularse para ejecutar una agenda compartida. Porque lo que está en juego no es solo mantener un trimestre positivo, sino diseñar la economía que Panamá tendrá en la próxima década.

El 3,4 % del segundo trimestre es un dato alentador, pero también un recordatorio. Panamá ya demostró que puede resistir y ser resilente. Ahora debe demostrar que puede fortalecer y diversificar. Menos concentración, más motores, mejor crecimiento. Ese es el paso que separa la resiliencia reactiva de la robustez estructural. Y el momento de darlo es ahora.

El mensaje es claro: Panamá no debe escoger entre fortalecer lo que ya tiene o diversificar hacia lo nuevo. Necesita ambas cosas a la vez. Blindar sus motores estratégicos frente a shocks y, al mismo tiempo, sembrar los motores del futuro. Esa es la única manera de asegurar que la resiliencia coyuntural se transforme en robustez estructural”