Cuando ser honesto no paga
- 16/10/2025 00:00
De niño, tenía muchas ganas de ser adulto. Recuerdo imaginar que la clave del triunfo era simplemente ser honesto, esforzarte, y tener fe. Estudiaría, trabajaría y crearía una empresa. Luego, tras el esfuerzo inicial, nos daríamos a conocer porque nuestro trabajo honesto sería carta de presentación, y lo demás sería una cascada de clientes y proyectos. Las puertas del éxito se abrirían para nosotros, porque el futuro pertenecía a los honestos. Años después, he logrado algunos objetivos. Estudié, trabajo honestamente, y creamos una empresa. La experiencia profesional y la vida adulta me han enseñado que, tristemente, mi ideal infantil de honestidad = éxito no era atinado. Con una constancia desmotivadora, veo demasiados casos de valores y méritos desestimados. En una sociedad que clama por oportunidades, estas no llegan a los honestos.
En el extremo opuesto de lo que debía ser, las oportunidades se les dan a aquellos que tienen palanca. Sin importar si cuentan con el CV o la experiencia necesarias, personas con el único mérito de ser allegados al poder tienen resuelta su carrera, su empresa y hasta su vida. Contratos, consultorías, embajadas, altos puestos ejecutivos, y un montón de beneficios que solamente se hacen realidad para un grupito. La mayoría de los miembros de ese grupito jamás han tenido que esforzarse para mantener un negocio, o crear algo. Tampoco saben lo que es tener que tributar y pagar impuestos por producir empleo y ganancia. Mucho menos sabrán cómo aportar al país, y terminan en puestos de decisión sin saber qué hacer.
El engranaje estatal está demasiado lleno de fichas como las que describimos, y eso causa la ralentización de procesos en el mejor de los casos, y la completa inoperancia del sistema en su peor variante. Luego, no entendemos porqué contamos con un ejército de funcionarios públicos pero las entidades estatales siguen siendo un completo desastre. Sin líderes capaces, la cadena se rompe desde arriba.
En el hemiciclo consideran los temas anticorrupción como de poca o nula prioridad. Mientras recortan grandes tajadas del presupuesto a los rubros de salud y educación, están muy preocupados por mantener al ejército de funcionarios, entre buenos y pésimos, cobrando a tiempo sus salarios. Vivimos en un país en donde se adquiere deuda para pagar salarios, y se recorta presupuesto a las actividades que nos brindarían calidad de vida. Lea eso otra vez.
Ser honesto no paga, pero ser corrupto es un negociazo. Es el “billete express”.
La mayoría de los beneficiados con el sistema billete express, son conocidos “empresarios exitosos” que han surgido como la espuma en verdaderos casos de mendigo a millonario, como la película, pero con menos efectos especiales y mucha más taquilla. Y cuando un buen funcionario u otra persona decide hacer lo ético, y los denuncia, resulta que los pillos permanecen intocables, pero al honesto lo botan del trabajo o lo sancionan, llegando hasta a cancelarlo, en caso de empresas que tienen “bola negra” en todo proyecto público, por haber señalado corrupción o nepotismo de parte de algún competidor desleal, pero que está “agarra’o” de un padrino pesado. Esto sucede en un país cuando ser honesto no paga. Y las consecuencias de esto son notorias.
Alto índice de criminalidad, delincuencia en ascenso, inseguridad en las calles, inestabilidad económica y un montón de problemas que nos afectan a todos. Mientras la población ve el desfile de millones que desaparecen, mientras los responsables de esos actos de desaparición de bienes siguen completamente impunes por la vida, gozando y presumiendo de su acto de magia, las autoridades se sorprenden de que los delincuentes estén desatados.
La delincuencia aspira a actuar igual que sus colegas de cuello blanco, y gozar de los mismos beneficios: certeza de impunidad. Sigo teniendo fe, pero me queda claro que el futuro pertenece no a los que se arriesgan, sino a los que tienen palanca. ¡Dios nos guíe!