El cementerio al límite: San Miguelito enfrenta la deuda de sus muertos

El Cementerio Municipal de San Miguelito enfrenta una crisis de espacio y morosidad: el 78% de los contribuyentes mantiene deudas acumuladas desde 2010. Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
Entre montículos y cruces sin nombre, el cementerio de San Miguelito espera su renovación mientras las familias intentan saldar las deudas que garantiza el descanso digno de sus familiares. Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
Las exhumaciones se realizarán progresivamente, iniciando con las fosas de los contribuyentes morosos del año 2010, según la directora Andrea Serrut. Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
El municipio invertirá $200,000 en mejoras, incluyendo columbarios, nuevas fosas y la instalación de agua y luz en el camposanto. Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 09/10/2025 00:00

El camposanto municipal, al borde del colapso por falta de espacio y morosidad, inicia un proceso de exhumaciones tras 15 años de impagos funerarios

El Cementerio Municipal de San Miguelito, abierto oficialmente en 2010 pero concebido desde el año 2000, enfrenta hoy una de las situaciones más delicadas de su historia. Entre fosas agotadas, cuentas impagas y falta de recursos para ampliarse, el camposanto se encuentra al borde. Así lo explicó la directora de Servicios Municipales de la Alcaldía de San Miguelito, Andrea Serrut, en conversación con La Estrella de Panamá y agregó que la situación ha llegado a un punto crítico.

El cementerio, que abarca 20 hectáreas, tan solo utiliza tres para brindar descanso digno a los fallecidos del distrito. Las otras 17 se encuentran sin utilizar y se arman de un terreno montañoso que no permite un mayor número de sepulturas.

“La semana pasada pedimos apoyo al Ministerio de Obras Públicas con una retroexcavadora especial para abrir apenas diez fosas nuevas”, señala la directora. “En promedio recibimos entre diez y quince solicitudes de sepultura al mes. Pero el último periodo fue inusualmente alto: tuvimos más de quince sepelios.”

El cálculo es alarmante. De las 2,850 fosas existentes, el 78% de los contribuyentes está moroso lo que equivale a 2,215 sepulturas. “Estamos en un punto límite”, admite Serrut. “Nos queda muy poco espacio disponible.”

Quince años de deuda con los muertos

La morosidad no es reciente ni menor. “Tenemos deudas desde el año 2010”, explica. “Solo de ese año hay 150 contribuyentes morosos, y esa cifra representa casi mil dólares impagos. Antes se cobraban tres años por adelantado, pero muchos no pagaron ni el primero, y así se fue acumulando la deuda.”

Actualmente la anualidad que deben pagar los contribuyentes es de 85 balboas, monto que incremento desde el pasado mes de febrero. Previo a aquel periodo, la cifra era de 65 dólares.

A pesar de ello, el municipio mantiene cierta flexibilidad. “Tratamos de facilitarles las cosas a los vecinos. Si alguien se acerca, podemos hacer un arreglo de pago siempre que abone al menos el 30% de lo que debe”, indica. “No imponemos plazos fijos: puede ser en cinco, diez o más pagos. Lo importante es que cumplan.”

Pero las cifras acumuladas durante quince años han dejado al cementerio sin espacio ni sostenibilidad. “Nuestra intención no es castigar a nadie, sino garantizar que haya espacio para nuevos contribuyentes”, recalca.

El pasado 2 de octubre, se estableció la medida: el Municipio publicó en Gaceta Oficial el aviso de que los familiares con más de tres meses de morosidad tendrían un mes para presentarse y regularizar sus pagos. De no hacerlo, el procedimiento es claro y definitivo.

Exhumar por necesidad

“El procedimiento comienza cuando el aviso aparece en Gaceta”, detalla Serrut. “A partir de ahí, las personas tienen un mes para acercarse y hacer algún acuerdo de pago. Si no lo hacen dentro de ese plazo, notificamos al Ministerio de Salud, que debe autorizarnos formalmente la exhumación. Una vez obtenida la autorización, procedemos con el retiro de los restos.”

Las exhumaciones, explica, se hacen siguiendo un protocolo riguroso. “Abrimos la fosa, los restos se extraen cuidadosamente y se colocan en bolsas especiales herméticas, con la debida identificación: nombre del difunto, nombre del contribuyente, número de cédula y el número de fosa original.”

Luego, cada conjunto de restos se guarda en una pequeña caja llamada guardarestos. “Todas las cajitas se ubicarán en una fosa común. Tendremos un registro administrativo donde se especifica qué restos están en cada fosa. Así, si algún familiar se presenta después y liquida la deuda, podemos entregarle los restos sin ningún inconveniente.”

Serrut aclara que el proceso es responsabilidad directa del municipio, con la única intervención del Ministerio de Salud para autorizar las exhumaciones. “Otros distritos tienen la misma normativa: algunos, incluso, exhuman después de un mes de impago. En San Miguelito damos tres meses antes de proceder.”

El proceso, advierte, será progresivo. “No vamos a exhumar los más de 2,000 cuerpos de una sola vez. Empezaremos con los morosos del 2010, esas 150 fosas, y avanzaremos año por año hasta llegar cerca del 2020.”

Aunque difícil, Serrut insiste en que la medida busca preservar el servicio. “Sabemos que es un tema sensible, pero es necesario. No se trata de sancionar, sino de mantener el orden y garantizar espacio para los que aún deben ser sepultados.”

Los vivos que aún pueden llegar a tiempo

Tras el anuncio, la respuesta ciudadana fue inmediata. “Durante septiembre tuvimos una moratoria con exoneración del 30% de la deuda, y apenas atendimos a 20 personas en todo el mes”, relata. “Pero el día que se publicó en Gaceta, llegaron 15 vecinos. En un día tuvimos casi la misma cantidad que en un mes completo.”

Esa reacción, dice, es un signo alentador. “Esperamos que la mayor cantidad de contribuyentes se acerque. No queremos que nadie pierda el espacio de su ser querido”.

Mientras tanto, el municipio trabaja en una solución más duradera. “Hace un mes se lanzó una licitación para las mejoras y adecuaciones del cementerio”, explica Serrut. El proyecto, valorado en 200 mil dólares, incluye remodelar las oficinas administrativas, instalar agua y electricidad, adecuar la capilla y los baños, mejorar los estacionamientos y preparar nuevos terrenos para sepulturas.

“El cementerio fue recibido sin agua ni luz. Nuestro personal tiene que salir antes de que oscurezca porque no hay iluminación”, comenta. “Estamos haciendo todo lo posible para cambiar eso.”

La ampliación contempla, por primera vez, la construcción de columbarios, pequeñas criptas donde se podrán colocar urnas con cenizas. “Queremos ofrecer también el servicio de cremación. Es una alternativa más económica y accesible para muchas familias”, añade.

Serrut espera que las obras inicien a finales de este año o comienzos del próximo, y que todo el proyecto esté concluido a más tardar en septiembre del año que viene.

“Es una inversión importante, pero necesaria. Queremos un cementerio digno, funcional y que pueda atender las necesidades de nuestra comunidad por muchos años más.”

Entre la memoria y la deuda

El cementerio de San Miguelito, que nació como una promesa de descanso eterno, hoy refleja la fragilidad económica y social de muchas familias. En sus pasillos silenciosos y entre lápidas agrietadas, reposan no solo los cuerpos, sino también las deudas, los olvidos y las esperanzas de una comunidad en transformación.

Cada fosa cuenta una historia, pero todas comparten una misma urgencia: ser recordadas antes de ser removidas. El plazo vence en noviembre. Después, comenzará el proceso de exhumación, lento y meticuloso, bajo el silencio del camposanto.

En San Miguelito, el tiempo de los muertos se ha agotado. Y la deuda, esta vez, no se mide en dinero, sino en memoria.