Doralis Mela: ‘En el terreno de la música típica, las mujeres debemos luchar el doble para ganarnos un espacio’
- 06/05/2025 00:00
La cantante compartió con
La Decana sobre su infancia, sus inicios en la ciudad capital y cómo logró darse a conocer en una industria liderada por hombres y mentalidades machistas El campo es su santuario; la música su pasión. Doralis Mela nació entre los mantos verdes del interior del país. La mayor de seis hermanos siempre reconoció la inmensa responsabilidad que tenía para salir adelante, ser ejemplo y lograr llegar alto por ese amor por las melodías que desde chiquita la definieron.
Su nombre se lo puso su padre, nombre que también poseía otra cantante. Porque desde muy pequeña su familia reconocía que estaba destinada para grandes cosas, para los escenarios. Aun así, la vida no se la hizo fácil. Doralis estudió la primaria en el campo, aquel lugar que le exigía viajar a pie por una hora y media.
A pesar de todo, atesora el lugar que la vio nacer y el que le enseñó sobre los placeres y la sencillez de la vida. “No teníamos luz ni tecnología, pero jugábamos de todo”, le contó a La Estrella de Panamá. “Recuerdo correr, subirme a árboles y comer mucha fruta. A pesar de no contar con una televisión o cómicas para ver, nunca pensé que me faltaba algo”.
Llegó a la ciudad a los 12 años con el propósito de buscar una mejor vida y completar la secundaria. A esa edad trabajó como empleada doméstica, estudió e ingresó a una academia de canto para formalizarse. En la actualidad se prepara para sacar su segundo disco que cuenta con cinco canciones. La historia de Doralis Mela se ha marcado por dificultades, retos y superaciones, todas apuntando a lograr sus metas y sueños: llevar su voz a los escenarios panameños.
¿Quién le colocó su nombre? Nací el 20 de julio, Día de Santa Librada, patrona de Las Tablas, y me querían poner ese nombre en honor a ella. Mi papá rehusó y quiso llamarme Doralis en honor a una cantante.
¿Siempre hubo una afinación por la música en su familia? Mi primo es artista folclórico y creo que siempre hemos tenido esa vena musical.
¿Cómo inició su formación en el canto? Al llegar a la ciudad comencé a trabajar como empleada doméstica e ingresé en una academia de canto privada como oyente, ya que era muy caro pagarla. El director vio que tenía ganas y que no faltaba a ninguna clase, y me regaló una beca.
Desde chiquita creo que siempre he tenido ese don por la música. Crecí escuchando la radio porque en el campo no teníamos luz ni televisores, y de oído me aprendía las canciones y escuchaba cómo cantaban los hombre y las mujeres y sus diferencias.
¿Qué fue lo más difícil de hacer esa transición entre el campo y la ciudad? Fue un cambio muy difícil y un estrellón durísimo. En el campo tenía mucha libertad, vivíamos en una casa sin cercas y contábamos con los recursos naturales para utilizarlos a nuestro parecer. Nos bañábamos en el río y las quebradas. En la ciudad hay mucha seguridad, todas las propiedades son cerradas y debíamos cuidar todo lo que utilizábamos porque no había dinero.
Mi papá en algún momento me dijo que si deseaba regresar al interior podía hacerlo, pero yo conocía la realidad de la situación y al ser la mayor, siempre he sentido una responsabilidad por salir adelante y ser un ejemplo para mis hermanos. Pero no voy a negar que vivir en la ciudad, incluso ahora a mis 30 años, ha sido un reto muy grande. La ciudad te exige rapidez, te genera ansiedad y a veces no puedes evitar sentirte ahogada. Al final, fui una niña fuerte que, a pesar de las dificultades, me enfoqué en mis metas y los sueños que tenía.
¿Cómo fue su paso por la academia de canto? Definitivamente aprendí muchísimo. Tenía una base, pero comprendí más sobre los términos dentro de la música como vibratos y falsetes, al igual que todo lo que debía aprender para ser una profesional.
¿Cómo fueron esos años trabajando como empleada doméstica? Comencé a los 12 años en casa de una conocida de mi papá. Planchaba, cocinaba, limpiaba y llevaba a los niños a la escuela. No me pagaban. La dueña del hogar sabía inglés y me ayudaba en la escuela.
¿Cómo se inició ese proceso de darse a conocer profesionalmente en el canto? Asistí a concursos de canto a nivel nacional cuando ya tenía mayor edad, pero todavía me encontraba en la adolescencia. Algunos los ganaba y otros no, pero me ayudaron a perder el miedo, a aprender cada vez más y darme a conocer.
Me hicieron un casting para trabajar como presentadora en un programa de televisión de género folclórico y ahí me quede por 10 años. En ese mismo momento comencé a manejar mis redes sociales y cree mi propio conjunto musical con Kako Nieto, quien también es mi socio, y estamos trabajando en un disco en estos momentos.
Al principio nos iba bien con la música, pero tampoco era algo grande hasta que durante carnavales lanzamos La vecina mía y eso nos catapultó.
El terreno de la música, sobre todo la típica, es algo machista, y eso también ha generado dificultades. Las mujeres debemos luchar el doble para ganarnos un espacio y en ocasiones batallar con personas que te piden cosas con intenciones distintas.
Eso también ha sido muy duro porque mi papá me enseñó a ganarme las cosas honradamente y he notado cómo me dan la espalda por ser mujer y por no aceptar ciertas cosas de aspecto sexual.
¿Cómo aguanta las críticas y comentarios? Creo que debes tener mucha fuerza e inteligencia emocional. Al estar en televisión aprendí mucho sobre ello porque me comparaban todo el tiempo con las demás presentadoras y siento que trataban de minimizarme.
Nunca dejé que eso me afectara. Reconocía lo que aportaba al medio en el que trabajaba y las virtudes que poseía.
¿Qué significa la música para usted? Vida. La música para mí es vida. Puedo estar cansada o trabajando, pero siempre me voy a gozar estar encima de un escenario.
La música me trae felicidad y me alegra ser ese motivo por el cual el público pueda contagiarse de esa alegría y desestresarse. Me gusta que las personas se identifiquen con mis canciones y que sientan que tienen a alguien que los entiende y que ha vivido las mismas experiencias que ellos.
¿Cómo le gustaría verse en el futuro? Siempre me enfoco en trabajar y hacer las cosas que me dan alegría, pero pensando en el presente. Lo importante es gozarse el proceso. Sin embargo, si tuviese que mencionar algo del futuro, me gustaría verme bien posicionada en este mundo musical y tener un hijo.
El campo es su santuario; la música su pasión. Doralis Mela nació entre los mantos verdes del interior del país. La mayor de seis hermanos siempre reconoció la inmensa responsabilidad que tenía para salir adelante, ser ejemplo y lograr llegar alto por ese amor por las melodías que desde chiquita la definieron.
Su nombre se lo puso su padre, nombre que también poseía otra cantante. Porque desde muy pequeña su familia reconocía que estaba destinada para grandes cosas, para los escenarios. Aun así, la vida no se la hizo fácil. Doralis estudió la primaria en el campo, aquel lugar que le exigía viajar a pie por una hora y media.
A pesar de todo, atesora el lugar que la vio nacer y el que le enseñó sobre los placeres y la sencillez de la vida. “No teníamos luz ni tecnología, pero jugábamos de todo”, le contó a La Estrella de Panamá. “Recuerdo correr, subirme a árboles y comer mucha fruta. A pesar de no contar con una televisión o cómicas para ver, nunca pensé que me faltaba algo”.
Llegó a la ciudad a los 12 años con el propósito de buscar una mejor vida y completar la secundaria. A esa edad trabajó como empleada doméstica, estudió e ingresó a una academia de canto para formalizarse. En la actualidad se prepara para sacar su segundo disco que cuenta con cinco canciones. La historia de Doralis Mela se ha marcado por dificultades, retos y superaciones, todas apuntando a lograr sus metas y sueños: llevar su voz a los escenarios panameños.
Nací el 20 de julio, Día de Santa Librada, patrona de Las Tablas, y me querían poner ese nombre en honor a ella. Mi papá rehusó y quiso llamarme Doralis en honor a una cantante.
Mi primo es artista folclórico y creo que siempre hemos tenido esa vena musical.
Al llegar a la ciudad comencé a trabajar como empleada doméstica e ingresé en una academia de canto privada como oyente, ya que era muy caro pagarla. El director vio que tenía ganas y que no faltaba a ninguna clase, y me regaló una beca.
Desde chiquita creo que siempre he tenido ese don por la música. Crecí escuchando la radio porque en el campo no teníamos luz ni televisores, y de oído me aprendía las canciones y escuchaba cómo cantaban los hombre y las mujeres y sus diferencias.
Fue un cambio muy difícil y un estrellón durísimo. En el campo tenía mucha libertad, vivíamos en una casa sin cercas y contábamos con los recursos naturales para utilizarlos a nuestro parecer. Nos bañábamos en el río y las quebradas. En la ciudad hay mucha seguridad, todas las propiedades son cerradas y debíamos cuidar todo lo que utilizábamos porque no había dinero.
Mi papá en algún momento me dijo que si deseaba regresar al interior podía hacerlo, pero yo conocía la realidad de la situación y al ser la mayor, siempre he sentido una responsabilidad por salir adelante y ser un ejemplo para mis hermanos. Pero no voy a negar que vivir en la ciudad, incluso ahora a mis 30 años, ha sido un reto muy grande. La ciudad te exige rapidez, te genera ansiedad y a veces no puedes evitar sentirte ahogada. Al final, fui una niña fuerte que, a pesar de las dificultades, me enfoqué en mis metas y los sueños que tenía.
Definitivamente aprendí muchísimo. Tenía una base, pero comprendí más sobre los términos dentro de la música como vibratos y falsetes, al igual que todo lo que debía aprender para ser una profesional.
Comencé a los 12 años en casa de una conocida de mi papá. Planchaba, cocinaba, limpiaba y llevaba a los niños a la escuela. No me pagaban. La dueña del hogar sabía inglés y me ayudaba en la escuela.
Asistí a concursos de canto a nivel nacional cuando ya tenía mayor edad, pero todavía me encontraba en la adolescencia. Algunos los ganaba y otros no, pero me ayudaron a perder el miedo, a aprender cada vez más y darme a conocer.
Me hicieron un casting para trabajar como presentadora en un programa de televisión de género folclórico y ahí me quede por 10 años. En ese mismo momento comencé a manejar mis redes sociales y cree mi propio conjunto musical con Kako Nieto, quien también es mi socio, y estamos trabajando en un disco en estos momentos.
Al principio nos iba bien con la música, pero tampoco era algo grande hasta que durante carnavales lanzamos La vecina mía y eso nos catapultó.
El terreno de la música, sobre todo la típica, es algo machista, y eso también ha generado dificultades. Las mujeres debemos luchar el doble para ganarnos un espacio y en ocasiones batallar con personas que te piden cosas con intenciones distintas.
Eso también ha sido muy duro porque mi papá me enseñó a ganarme las cosas honradamente y he notado cómo me dan la espalda por ser mujer y por no aceptar ciertas cosas de aspecto sexual.
Creo que debes tener mucha fuerza e inteligencia emocional. Al estar en televisión aprendí mucho sobre ello porque me comparaban todo el tiempo con las demás presentadoras y siento que trataban de minimizarme.
Nunca dejé que eso me afectara. Reconocía lo que aportaba al medio en el que trabajaba y las virtudes que poseía.
Vida. La música para mí es vida. Puedo estar cansada o trabajando, pero siempre me voy a gozar estar encima de un escenario.
La música me trae felicidad y me alegra ser ese motivo por el cual el público pueda contagiarse de esa alegría y desestresarse. Me gusta que las personas se identifiquen con mis canciones y que sientan que tienen a alguien que los entiende y que ha vivido las mismas experiencias que ellos.
Siempre me enfoco en trabajar y hacer las cosas que me dan alegría, pero pensando en el presente. Lo importante es gozarse el proceso. Sin embargo, si tuviese que mencionar algo del futuro, me gustaría verme bien posicionada en este mundo musical y tener un hijo.