‘El Brujo’: un espejo de Julio Zachrisson en la gran pantalla

El director Félix “Trillo” Guardia, quien dio vida a este filme, conoció primero al mito y después al hombre.
“El arte no sirve para nada... pero es imprescindible”, decía Julio Zachrisson.
Félix ‘Trillo’ Guardia, director de la cinta ‘El Brujo’.
  • 08/11/2025 00:00

En una entrevista compartida con ‘La Estrella de Panamá’, el director del filme Félix ‘Trillo’ Guardia explica cómo fue el proceso de realizar una película que se inspira en la obra de uno de los artistas más representativos de la plástica panameña y latinoamericana

El artista panameño Julio Zachrisson grabó el espíritu panameño en pinturas, esculturas, planchas de cobre y en el mundo. Hoy, su voz y su risa regresan a la pantalla grande con El Brujo: Julio Zachrisson, una película que ya se encuentra disponible en cines nacionales y más que biografía es un conjuro, una conversación entre generaciones que se niega a olvidar.

El director Félix “Trillo” Guardia, quien dio vida a este retrato íntimo, conoció primero al mito y después al hombre. “No tengo una imagen clara de cómo me imaginaba a Zachrisson de niño, porque en realidad lo conocí a través de su obra”, confiesa durante una entrevista exclusiva para este medio.

“Fue su obra la que me cautivó desde el principio. Con el tiempo, esa curiosidad creció y me llevó a preguntarme quién había hecho esos dibujos, esas pinturas, esos grabados tan increíbles.”

Así comenzó una búsqueda que lo llevó, años después, a conocer a Zachrisson en persona. No al artista distante de los museos, sino al hombre que reía con picardía, que le encanta comer pipá, el sepol, el salaíto, el mafá, que llamaba a las cosas por su nombre. “Detrás de esa obra tan intensa no había un artista frío o distante, sino un ser humano lleno de curiosidad, un amigo... y también un maestro.”

El héroe sin pedestal

Hay quienes dicen que no hay que conocer a los héroes, pero Félix no estuvo de acuerdo. “Yo pienso que hay más profundidad cuando les quitamos la capa, cuando les quitamos el velo y los vemos como lo que realmente son: seres humanos que viven, que sangran, que enfrentan obstáculos y también tienen que levantarse y limpiar la cocina como cualquiera.”

Conocer a Julio —dice— fue como hacer amistad con alguien de otra época. Lo que comenzó como admiración se convirtió en camaradería. “No había filtros, ni ese trato de ‘maestro’. Hablábamos de tú a tú, como amigos. Pasamos días hermosos. Entendí que no tenía que impresionarlo ni demostrarle nada, solo estar ahí.”

En esa cercanía, el mito se volvió humano. “Creo que nos necesitábamos mutuamente. Más que héroe y admirador, éramos dos amigos, dos seres humanos que compartían su curiosidad y su tiempo.”

El hombre detrás del brujo

De esas conversaciones surgieron historias que parecen salidas de una novela típica del folclore panameño. “Julio era un cuentacuentos natural. A veces no sabías si te hablaba en serio o si todo era parte de su imaginación. Y creo que eso era precisamente lo que lo convertía en El Brujo.”

Entre carcajadas, el artista le hablaba de Belisario Porras, de Casanova o de los personajes bohemios de un Panamá que ya no existe. También de su amor por las pequeñas cosas: “Le encantaba comer esas chucherías panameñas que compramos en los chinos. Eso lo conectaba con su tierra.”

Pero más allá del humor, había una fidelidad feroz hacia su obra. “Sus cuadros eran sus hijos. Le costaba venderlos, y cuando lo hacía, era solo a quienes sabía que los iban a cuidar. Su espacio era sagrado, su orden, intocable. Así era Julio: intenso, apasionado, protector.”

La frase que lo resume todo

Hay una línea que se repite como eco a lo largo de la entrevista, una frase que resume toda una filosofía de vida: “El arte no sirve para nada... pero es imprescindible.”

“Esa paradoja lo define”, explica Félix. “Para él, el arte no era una herramienta útil ni un lujo, sino una necesidad espiritual, una forma de permanecer humanos.”Esa enseñanza cruzó generaciones. “Julio me enseñó que el arte no es un trabajo, sino una forma de estar vivo. Que hay que improvisar, trabajar con lo que se tiene, y transformar cada error en posibilidad.”

Una película como puente

El Brujo no busca retratar a Zachrisson, sino dialogar con él. “No me gusta encasillarla como documental o biografía. Es algo más libre, más vivo. Lo mágico de esta película es que logra capturar algo intangible. No sé si podría decir que es el alma de Zachrisson, pero sí sé que es el amor y la amistad que existía entre nosotros.”

Esa conexión —entre maestro y discípulo, entre generaciones, entre Panamá y el mundo— es lo que da sentido a la película. “Lo que vibra no es solo la historia de un artista, sino ese lazo invisible entre seres humanos que se quieren y se inspiran mutuamente.”

Y en medio de todo, el eco de un acento que nunca se borró: “Por más de sesenta años viviendo fuera, Julio nunca perdió su tonada panameña... ni su picardía. Julio era un bromista, un gozón. Tenía ese espíritu alegre y vivo que tenemos los panameños cuando estamos entre amigos. Por eso digo que Julio Zachrisson es Panamá.”

Félix ‘Trillo’ Guardia
Director de cine
Julio me enseñó que el arte no es un trabajo, sino una forma de estar vivo.”