El viaje de las dianas: de Francia al corazón de Panamá
- 07/11/2025 00:00
Las tradicionales dianas que abren los festejos patrios en Panamá son una herencia militar francesa que se remonta a la Edad Media, cuando se empleaban como una señal sonora propia del amanecer
La madrugada de cada 3 de noviembre en Panamá se desvanece con el toque de las dianas. Antes de que el amanecer asome por el Pacífico, los sonidos del clarín, redoblante, tenor y bombo recorren los resquicios del Palacio de las Garzas y de San Felipe para conmemorar la separación de Colombia y empezar, oficialmente, la celebración de las efemérides patrias.
Hablamos de una tradición, las dianas, tan arraigada como antiguo su pasado. Se escucharon en noviembre de 1903 para celebrar el nacimiento del país y se escuchaban mucho antes de la proclamación como república. Eran, de hecho, parte del paisaje sonoro de Panamá desde la colonización española. Siempre al alba.
¿Cuál es su origen y cómo se convirtieron en un símbolo de comunidad e identidad nacional? La respuesta sencilla es que para encontrar sus raíces hay que ir atrás en el tiempo hasta la Francia de la Edad Media y las prácticas musicales de su ejército, las cuales, tras un largo y complejo viaje, se instalaron en la idiosincrasia panameña como una manifestación cultural, transformando su significado y perdiendo su propósito marcial original, según un estudio desarrollado por el Dr. Samuel Robles, musicólogo e investigador del Centro de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Culturales (Cihac AIP) y miembro del Sistema Nacional de Investigación de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).
La investigación de las dianas empezó por puro azar. Mientras Robles revisaba música militar española del siglo XVIII para otro proyecto investigativo, encontró un apéndice con partituras francesas, entre ellas una que le resultó familiar. Era una partitura de la diana, la misma diana que le enseñaron a tocar en el batallón del Colegio De La Salle, las mismas dianas que cada año inauguran los festejos de noviembre en todo el istmo.
El investigador aporta contexto y una duda: “Las dianas se tocan en Panamá desde la llegada de los españoles y siempre se creyó que nosotros lo continuamos haciendo tal cual porque era un vestigio o remanente de ese periodo, pero al ver esa partitura francesa te das cuenta de que algo allí no encajaba y surge la pregunta: ¿nuestra diana en realidad viene de Francia?”.
El instinto investigativo hizo ¡boom! y Robles se sumergió en las colecciones de los archivos y bibliotecas de Colombia, España, Reino Unido, Francia y Panamá para, con paciencia y rigor, seguir el rastro de las dianas a través de la historia.
Todo comienza en el siglo XIV, en Francia, aunque podría ser antes, anota Robles. Los registros indican que por entonces el toque del alba ya formaba parte de las señales musicales empleadas por el ejército francés y su función era anunciar el cambio de guardia al amanecer. Aún no se le llamaba “diana”.
La primera referencia en tinta y papel hallada aparece varios siglos después (XVII), como “Diane” en el manual Les Discours Militaires de Du Praissac del año 1625. La palabra “Diane” viene de la raíz indoeuropea dyeu, que significa “brillar” o “luz del día”.
Modélicas e influyentes, las prácticas del ejército de Francia eran copiadas por las armadas europeas, un influjo que cruzó el Atlántico y alcanza a la Colombia del siglo XIX, que entre 1845 y 1897 adopta primero en la práctica y luego en su legislación, los estándares del ejército francés, incluyendo su música militar.
Tomás Cipriano de Mosquera, militar, diplomático y presidente colombiano en reiterados periodos durante ese siglo, tenía gran afinidad por Francia y con la estela de las guerras napoleónicas aún fresca, fue uno de los principales responsables de traer a Colombia las disciplinas del ejército franco.
Y Panamá, que formaba parte de Colombia en ese periodo, también desecha las tradiciones españolas que venían en uso desde el periodo colonial y acoge las normas de las tropas francesas, entre ellas, por supuesto, la diana del amanecer. “Así llegó a Panamá la diana que hoy conocemos, nuestra diana”, puntualiza Robles.
En el Panamá de aquel tiempo (seguimos en el siglo XIX) había bandas musicales en cada destacamento y todas tocaban las dianas temprano en la mañana y en la tarde la retreta, el toque militar para el cierre del día.
Entonces, esos toques constantes fueron integrándose a los sonidos de la cotidianeidad y dotándose de connotaciones civiles; cuando se oían las dianas era una señal que marcaba el inicio del día y los lugareños salían a hacer los mandados, abrir sus negocios o buscar el agua en el chorrillo. “Eso eran las dianas en el siglo XIX; antes de la separación de Colombia ya tenían un significado especial, el pueblo se había apropiado de ellas, sin los vestigios militares originales”, enfatiza el investigador.
Saltamos al siglo XX. Panamá se proclama territorio soberano y unas décadas después llega la explosión de las dianas de la mano de los colegios y su incursión en los desfiles patrios, con una guerra de fondo.
Robles lo cuenta: En los primeros años de la República, en los desfiles de noviembre solo marchaban los estamentos oficiales vinculados con la seguridad, como la policía, bomberos o la Banda Republicana; fue así hasta que tuvimos un conflicto armado, la Guerra de Coto en 1921. Durante el suceso, el Colegio De La Salle decide constituirse en un batallón para combatir y defender el país si fuera necesario. Los estudiantes se entrenan y se convierten en una compañía de reserva, el Batallón Juana De Arco, en honor a la heroína francesa canonizada poco antes, en 1920. Y como el entrenamiento incluía música, necesaria para las ceremonias protocolares y para transmitir órdenes durante el combate, el batallón estudiantil formó una banda y se le permitió participar en los desfiles patrios, convirtiéndose en el primer colegio en hacerlo.
A partir de allí, entre 1921 y 1922, otros colegios manifiestan su deseo de ser parte de los desfiles. Instituto Nacional, Colegio de Artes y Oficios, Instituto Panamericano, entre otros, van integrándose a las marchas de noviembre, en lo que fue el origen de los desfiles patrios con representación de las escuelas, tal y como los conocemos hoy.
“Por eso a las bandas escolares que desfilan en Panamá les llaman ‘batallones’, porque el primer colegio que lo hizo hace unos 100 años fue un batallón. De allí en adelante, la música militar se fortaleció en las escuelas, más estudiantes querían participar y se empieza a masificar esta cultura, la diana incluida, que entra en un espacio cívico que ahora involucra a muchas más personas que no solo disfrutan al escucharla, sino que la practican con fervor”, argumenta Robles.
Más adelante, a finales del siglo XX, el movimiento de bandas independientes, formado por personas que ya no están en los colegios, pero quieren seguir siendo parte de las conmemoraciones nacionales, logró incorporarse a los desfiles, trasladando la práctica de la diana a nuevos grupos sociales y comunidades, y creando una plataforma de cohesión social y comunicación cultural alrededor de la música.
”Fue así como la diana se transformó en una manifestación propia de Panamá, a partir de una tradición militar que viene de mucho tiempo atrás y que cuando llega a nosotros la convertimos en algo diferente, en una expresión luminosa y llena de alegría, en algo aspiracional, que las personas esperan y celebran”, resume el también docente y compositor.
Todos los detalles de esta investigación serán publicados en 2026 en un artículo revisado y aprobado por la revista especializada en historia Memorias de Colombia.