Alfredo Castillero Calvo: su minicruzada

Actualizado
  • 13/03/2016 01:00
Creado
  • 13/03/2016 01:00
El historiador panameño está empeñado en exaltar la singularidad de la historia panameña y a exponer los mitos que se repiten sin sustento

Asu edad y con toda una vida dedicada a la investigación histórica, plasmada en decenas de libros, horas de clase, conferencias y disertaciones, Alfredo Castillero Calvo no siente ni la inclinación ni la necesidad de mostrarse complaciente o políticamente correcto.

Esa larga y exitosa carrera que le ha permitido alcanzar los más atos reconocimientos —el más reciente , su ingreso a la Real Academia de la Historia, en España— le da la apostura para apartarse de ese gastado arquitetipo del sabio contador de ‘hechos edificantes' que intenta ‘exaltar las glorias nacionales o ‘atizar el culto a los héroes'.

En su lugar, ha asumido una ‘mini cruzada'personal, para destacar en los foros nacionales e internacionales ‘la singularidad y riqueza de la historia panameña', y combatir lo que considera ‘mentiras, omisiones' y ‘visiones cargadas de prejuicios ideológicos'.

De una forma colorida, el historiador compara estas últimas con ‘una mala yerba, que lejos de disminuir se extiende cada día', y que, además de no soportar el menor análisis crítico o científico, son causa de confusión y afectan la identidad nacional.

Entre esas visiones ‘reduccionistas y cargadas', dos parecen ser el principal blanco de sus dardos: la primera es lo que califica como la ‘tergiversación' del descubrimiento de América y su colonización. La otra es la visión de la historia de Panamá restringida al siglo XX y XXI.

En cuanto a la primera, sostiene que esa contaminación ideológica ha convertido ‘uno de los momentos de cambio decisivos de la humanidad' en ‘un perverso e intencional genocidio', y un hecho que los americanos deberíamos ‘rechazar'.

Lo peor, dice, es que estas posturas han llegado a imponerse y, en este ambiente, ‘defender lo contrario es tabú y expone al que lo hace a ser tachado de hispanofilia, de racista y hasta de antipatriota'.

PANAMÁ, HISTORIA GLOBAL

Lo que Castillero Calvo intenta destacar con su minicruzada es que la historia de Panamá no puede entenderse desde una ‘perspectiva provinciana', limitada a una visión ideológica o étnica o a una época o fronteras geográficas: hay que verla en el contexto de la historia global, porque Panamá siempre ha tenido vocación aperturista y ha estado en la encrucijada de los grandes acontecimientos mundiales, señala.

‘Desde el momento en que emergió el istmo de Panamá jugó un papel en la transformación del clima planetario, y ese cambio climático fue responsable de la aparición de hábitats que hicieron posible la vida del hombre en Europa y Africa'.

El istmo se convirtió entonces en el centro del evento paleozoogeográfico conocido como ‘el Gran Intercambio americano, que permitió la migración de toda clase de plantas y animales', sostiene.

Ese rol fundamental en el contexto planetario lo volvió a asumir el istmo durante la Conquista y la Colonia y ‘ahora en el siglo XXI, continúa siendo así', afirma con fuerza Castillero.

Lo mismo ocurrió, dice, durante el periodo que los historiadores llaman la primera mundialización, cuando ‘el gran motor que movía la economía del mundo eran los metales que provenían del Nuevo Mundo, sobre todo de las minas altoperuanas', indica.

‘Panamá fue en aquel momento el lugar de paso del 60% de la plata que circulaba por el mundo', que luego de llegar a Europa seguía un largo camino hasta llegar a China', prosigue.

‘Gracias al sistema de ferias y al trasiego de la plata, en Panamá se acumularon grandes fortunas... aquí residían dueños de barcos, de casas, de transporte, de ganados, de mineras, lo tengo archidemostrado en mi libro Sociedad, Economía y Cultura Material ', sostiene, e ilustra con dos anécdotas.

La primera: en 1630 abrió operaciones en el istmo una compañía de venecianos dedicada a la exportación de perlas a China.

La segunda: unas monedas acuñadas en Panamá fueron encontradas en un barco portugués hundido frente a Madagascar en 1580 y pico.

‘Son evidencias palmarias de lo temprano que estuvo Panamá vinculada al resto del mundo', insiste.

Algo similar ocurrió en el siglo XIX: ‘Antes que ningún otro país latinoamericano, el nuestro se vinculó a la segunda revolución mundialista, la de los transportes', dice.

‘Con el descubrimiento aurífero de California, Panamá tuvo el primer ferrocarril que se construyó al sur del río Grande. En ese momento, las principales compañías navieras concurrieron al istmo porque era la zona más estratégica y barata para comunicarse con oriente, y por supuesto, con Chile y Perú'.

LA CIUDAD

Otra prueba de la herencia cultural milenaria de la que participamos es tan cercana como las ciudades en que hemos vivido gran parte de los panameños.

En este aspecto, dice Castillero que ‘cuando uno camina por la vieja ciudad de Panamá, esa ciudad perfectamente trazada a modo de parrilla, orientada a los puntos cardinales, norte sur, este y oeste está participando de una herencia cultural milenaria, que se remonta a Tales de Mileto, que heredaron los romanos, que lo traspasaron a la península Ibérica'.

‘Pedrarias Dávila fue el primero que trajo a América instrucciones precisas para fundar ciudades en regla, es decir, conforme a ese modelo de más de mil quinientos años', continúa el historiador.

OBSTÁCULOS

Castillero Calvo sostiene que esa riqueza histórica nuestra ha tardado mucho tiempo en ser identificada, recogida y transmitida, debido a varias razones, entre ellas, la falta de fuentes documentales.

Mientras muchos de los países centroamericanos empezaron a interesarse en recoger los documentos históricos y publicar colecciones nacionales en el siglo XIX, en Panamá solo se identificó su necesidad ya entrada la tercera década de la República y por una ‘epifanía' de Belisario Porras.

El propio Porras lo confesó, dice Castillero: en una de sus campañas políticas en el interior, cuando tuvo necesidad, el alcalde del pueblo le ofreció un fajo de papeles coloniales en lugar de la eficiente tuza. Así fue como se decidió a construir el Archivo Nacional, que quedó establecido en 1932.

No obstante, entonces, como ahora, el tema de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos y el tema del Canal empezaron a ser un asunto vital y complejo que concentró la atención de la mayoría de los interesados en analizar los acontecimientos históricos panameños.

Todo eso, analiza el historiador, ha hecho que el pasado panameño, visto desde un punto de vista más amplio, haya permanecido oculto ‘bajo un manto de sombras'.

Él reconoce, sin embargo, que el interés por la historia ha ido aumentando y que ahora Panamá cuenta (desde 2004) con una historia general en cinco tomos y más de 3 mil páginas (que, dice, no se ha reimpreso por razones políticas: lleva la fotografía de la presidenta Mireya Moscoso). Recientemente, fue publicada una versión de 700 páginas de la historia contemporánea.

Lo cierto es que aun queda mucho por recorrer y tenemos un buen número de obstáculos que superar.

Antes, advierte Castillero, ‘debemos quitarnos esa especie de costra, esa visión de la historia como un recuento soporífero e improductivo, limitado a unas pocas fechas, episodios y personajes conspicuos, o lleno de prejuicios, que en nada contribuyen al fortalecimiento de la identidad nacional'.

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‘No se trata de reinvindicar solo lo hispánico, sino de integrar todas las historias, la de los cimarrones, la de los grupos originarios, la de los emigrantes. Es un tema que debe ser discutido con honestidad, sin engaños ni veladuras y sin temor a derribar tabués'.

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MITO 1

Los gunas fueron víctimas de las atrocidades de la conquista

Los gunas se han dejado convencer de que fueron víctimas de las atrocidades del periodo colonial, pero ellos en realidad no llegaron a pisar el territorio propiamente panameño sino hasta la primera década del siglo XVII, desde su hábitat, que era el Golfo de Urabá, sostiene Castillero Calvo. Llegaron al istmo a través de Chepo, en 1611, aprovechando el espacio dejado por el desaparecido grupo cueva y por los cimarrones. En Chepo mataron a algunos esclavos y vacas y produjeron gran alarma en la capital. Así empezó un forcejeo que duraría todo el periodo colonial, pero ellos, a excepción de unos cuantos grupos al sur de Darién, nunca pudieron ser sometidos.

MITO 2

Panamá, país de tránsito

Algunas familias panameñas, como la Arosemena, pueden remontar sus raíces en el istmo hasta el siglo XVI. El héroe del grito de la Villa de los Santos, don Segundo Villarreal, tuvo como su más lejano ancestro a Bartolomé Villarreal, fundador de Portobelo, en 1597. Igualmente, los fundadores de Natá, con muchos apellidos conocidos, llegaron casi cien años antes de que los cunas entraran al territorio, por Darién.

José de Fabrega era panamaño de primera generación, al igual que su teniente principal, Miguel Chiari y José María Remón, también de primera generación.

MITO 3

El cimarronaje fue soporte de la identidad nacional

El cimarronaje solo duró treinta años, entre mediados del siglo XVI y 1580. Luego de muchas refriegas, los dos principales grupos, el de Antón Mandinga y el de Luis Mozambique se entregaron y aceptaron vivir en comunidad cerca de las ciudades de Panamá y Nombre de Dios, a cambio de tener suelo propio y servir de mogollones o soldados para seguir a otros cimarrones. Los antiguos cimarrones fueron incorporados al sistema colonial y se convirtieron en leales y efectivos soportes de la lucha, no solo contra nuevos levantamientos cimarrones, sino contra los indios cunas y los numerosos invasores que amenazaron Panamá durante los siglos XVI y XVII.

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PERFIL

ALFREDO CASTILLERO CALVO PERTENECE A LA PRIMERA GENERACIÓN DE HISTORIADORES PANAMEÑOS FORMADOS EN UNIVERSIDADES Y PREPARADOS ACADÉMICAMENTE.

Es doctor en Filosofía y Letras, Sección Historia de América, por la Universidad de Madrid (1967).

Ha sido catedrático titular en la Universidad de Panamá desde 1967 hasta su jubilación en 2007.

Ha recibido varios reconocimientos públicos por su obra como historiador y defensor del patrimonio cultural.

Recientemente ingresó a la Real Academia de la Historia, en España. Anteriormente, en 2014, fue investido como miembro oficial de la casa de las Buenas Letras en Sevilla. Es autor de numerosos libros y artículos, entre ellos, los más recientes son ‘Panamá a través de la fotografía' (1860-2013), ‘Panamá Historia Contemporánea' (América Latina en la Historia Contemporánea) y la reedición de ‘La Ciudad Imaginada' (Historia social y urbana del Casco Viejo de Panamá). Otros que destacan son ‘Arquitectura, Urbanismo y Sociedad', ‘La Vivienda Colonial en Panamá' (1994), ‘Conquista, Evangelización y Resistencia' (1995), ‘Guía UNESCO del Patrimonio Mundial, Panamá' (2004), ‘Sociedad, economía y cultura material: Historia urbana de Panamá La Vieja' (2006), ‘Los metales preciosos y la primera globalización' (2008) y ‘Cultura alimentaria y globalización, Panamá, Siglos XVI-XXI' (2010).

En 1994, obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Ricardo Miró; en 1999 la Universidad de Panamá le otorgó el Premio Universidad en Ciencia y Tecnología y el Smithsonian Institution de Washington le otorgó el Legacy Award del Latino Center en 2009. Su libro más reciente es ‘El Descubrimiento del Pacífico y los Orígenes de la Globalización' (2013).

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