Año nuevo, misma gente, misma mente

Actualizado
  • 01/01/2016 01:00
Creado
  • 01/01/2016 01:00
Necesitamos dejar de ser una panda de asociales egoístas y empezar a pensar como comunidad

Doce meses. Trescientos sesenta y cinco días. Me da pereza y un poquito de angustia seguir haciendo el recuento de horas, minutos y segundos que tenemos por delante a estrenar. Cuando me puse a escribir esta columna de año nuevo los posibles temas bailaron delante de mi, y le he dado muchas vueltas.

El 2016, en su tónica, acaba revuelto. La decana de la prensa panameña en un sinvivir por culpa de los matones del norte y de un gobierno que no se pone los pantalones y baila al son que tocan los intereses económicos. Una gigantesca compañía que durante varios gobiernos ha estado engrasando conciencias y bolsillos. Un legislador que en un momento de estrés pierde completamente los papeles. La Caja del Seguro Social descabezada por un tipo que se definió a si mismo como mediocre. Me tentó el diablito de mi hombro para comentar largo y tendido sobre los milloncitos que el Despacho de la Primerísima quiere invertir en convertir el parque Omar en una nueva Avenida Central, con buco cemento y puestos de buhoneros.

Las muertes, todas las muertes, el reguero de ídolos derrotados que nos dejó el 2016, de ya infausta memoria. Pensé en los muertos de la palabra, de la música. En aquellos que no volverán a patear un balón o a entonar un canon.

Estaba yo indecisa, pensando en qué podría expresar en este primer aullido de esta nueva oportunidad de hacer las cosas de una manera diferente, cuando vi la luz: lo que quiero pedirle a Jano, dios de las puertas y los nuevos comienzos, es que nos cambie la mente en un pispás. Necesitamos dejar de ser una panda de asociales egoístas y empezar a pensar como comunidad.

La única forma de que esto funcione es que todos y cada uno de nosotros dejemos de pensar en lo que ‘yo quiero', en lo que ‘a mi me conviene'. Tenemos que dejar de pensar en si este delincuente es ‘mi compadre', o si aquel corrupto es ‘el primo del marido de mi hermana'. Hemos de entender que algo está mal cuando está mal, aunque sea algo que hayamos hecho nosotros, o sea algo que hizo el que nos dona a la campaña que llevamos adelante. Cuando esto pase, cuando todos y todas seamos realmente iguales, no solo ante la ley, sino ante la opinión pública y su repudio, entonces Panamá empezará a funcionar porque todos estaremos remando para el mismo lado. Porque lo que pasa en este país no es solo que la justicia no es igual para todos, que obviamente no lo es, sino que nosotros mismos no sabemos establecer donde está la línea que nos marca la ética. Señalamos el error del otro, pero cuando los cuatro dedos que se cierran para que el índice apunte nos señalan a nosotros, o a alguien de nuestro entorno, somos expertos en encontrar mil y una justificaciones de baratillo para excusar nuestros actos.

Y la ética es lo que es. Y la ley es como es.

Y si queremos que los demás respeten las leyes debemos empezar nosotros a bebernos la cicuta sin rechistar. Aunque sepamos que la condena fue injusta y que la acusación fue una falacia. Aunque sepamos que nuestra muerte se pudo evitar con la huida. Aunque sepamos que la puerta de la celda está abierta.

La ley es la ley. Y no tiene escapatorias. Solo cuando seamos capaces de entender que las reglas y las leyes y las normas son para todos, no solo para el otro, entonces podremos empezar a vivir en sociedad.

COLUMNISTA

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