El paraíso y la serpiente

Actualizado
  • 03/05/2012 02:00
Creado
  • 03/05/2012 02:00
PANAMÁ. Daniel Ayora, de 48 años, se crió en el Perú y tiene nacionalidades norteamericana e italiana. Vino a Panamá de California en 20...

PANAMÁ. Daniel Ayora, de 48 años, se crió en el Perú y tiene nacionalidades norteamericana e italiana. Vino a Panamá de California en 2003 en un velero trimarán de 12 metros, y encontró el lugar donde quería pasar el resto de sus días: Cayo de Agua, una isla de 16 kilómetros cuadrados que se encuentra entre Isla Popa e Isla Bastimentos en el archipiélago de Bocas del Toro.

En aquel entonces la isla estaba poblada por indígenas ngäbes quienes fuesen sus dueños por haberla poseído durante más de un siglo. Daniel vivía entre ellos como si fuesen su familia. Compartió con ellos su sueño de crear un hotel ecológico, un lugar para inspirar aprecio y respeto por la naturaleza. En 2004 los indígenas aceptaron venderle tres hectáreas de terreno en un punto en el norte de la isla. Entonces él y ellos comenzaron a realizar su sueño.

Tomó siete años y todos los ahorros de Daniel, mas contribuciones de amigos suyos, pero el resultado era una unión perfecta de belleza natural e imaginación humana. Las habitaciones de los huéspedes, la recepción, y el restaurante, fueron diseñados y construidos por indígenas ngäbe bugle siguiendo sus costumbres ancestrales de vivir en armonía con lo alrededor. Se utilizaron materiales de la isla como caña blanca, níspero y palo redondo, todos estos recursos renovables. El estilo rancho de techos altos y paredes abiertas permitió que las brisas ventilaran estos lugares.

El hotel no dependía de nada fuera de lo natural. El agua del restaurante y de los baños venía de un sistema de recolección de lluvia en tanques de almacenamiento con una capacidad de casi dos mil galones. Paneles solares propusieron electricidad para iluminar los edificios y para hacer funcionar un congelador y un sistema de música. En las tierras del hotel se sembró piña, papaya, plátano, yucas, otoe, noni y caña. Del mar venían peces y mariscos; del pueblo indígena de la parte sureña de la isla carne, pollo y puerco.

El hotel se llamaba Rana Verde por una especie (Dentrobates Pumilio) que solo se encuentra en Cayo de Agua, y que emana un veneno usado por los indígenas de antaño en sus flechas. En todo lugar posible se sembraron flores para atraer abejas y otros polinizadores. Garzas, tucanes y loros visitaron la punta. Isla adentro había una laguna de agua dulce donde vivían caimanes y una familia de perezosos frecuentaba las copas de unos árboles grandes.

La punta tenía tres playas donde los huéspedes podían nadar o navegar en cayuco y recibes con maravillosas vistas subacuáticas para los buceadores. La costa ofrecía cuevas y ensenadas para explorar. La selva alrededor de la laguna tenía más de un kilómetro de senderos aptos para visitar de día o de noche con antorchas.

Los primeros huéspedes llegaron en junio del 2010. En poco tiempo Rana Verde fue ampliamente conocido por su originalidad.

Además de traer turistas, se prestó para bodas y fiestas particulares. En agosto del 2011, Daniel contaba con tener el hotel lleno durante la estación fuerte de turismo.

Pero no hay paraíso sin serpiente. Llegó un extranjero con fuertes contactos con la orden política de la época. Con ningún derecho, pero con acceso al establecimiento corrupto de la capital y del distrito, se embarcó en apoderarse de Cayo de Agua. Compró a la misma persona que había vendido a Daniel Ayora 34 hectáreas a lado de Rana Verde. Estafó otras 76 hectáreas, y con el respaldo de las autoridades distritales, quemó los ranchos de los indígenas para hacerlos abandonar la isla. También hizo la denuncia en la alcaldía de que la tierra de Daniel era suya y el alcalde hizo una orden de evicción contra Daniel.

El gobernador de la provincia ordenó al alcalde suspender la orden y enviarles los documentos pero el alcalde no le hizo caso. Mientras tanto, el 17 de agosto, el capataz de su vecino le aseguró a Daniel que si no se iba de Cayo Agua, su jefe quemaría Rana Verde algún viernes, ya que ese era el día que Daniel iba a Isla Colón para hacer compras.

El viernes 2 de septiembre del 2011, cuando Daniel regresaba a Cayo de Agua en el velero, recibió una llamada de un indígena que trabajaba en el hotel ecológico: un barco con doce policías con uniformes verdes y cuatro barcos de empleados de su vecino, con sierras de cadena y gasolina, estaban en camino hacía Cayo de Agua. Llamó al destacamento de policía y confirmaron la noticia. El alcalde había dado una orden de evicción con instrucciones de quemar todo. Obreros del hotel trataron de resistir, pero fue inútil. A pesar de que había turistas residiendo en el hotel, los hombres del vecino le prendieron fuego. Todo lo que había construido Daniel y los indígenas de la isla fue destruido.

¿Qué pasó después? Por un buen rato nada, si de justicia se trata. Es deprimente vivir en un país donde oficiales cometen actos de terrorismo y quedan impunes, pero esto es el Panamá que tenemos. El gobernador siguió apoyando a Daniel y la ANAM lamentó la destrucción que se hizo en la isla. Daniel quedó sin tierra y su hotel destruido.

A finales del año la embajadora de los Estados Unidos, Phyllis Powers, a quien Daniel había escrito pidiendo ayuda, fue a Bocas del Toro y se reunió públicamente con Daniel. Parece que la visita tuvo algún efecto positivo. Le fue más fácil para Daniel conseguir ayuda. En marzo del 2012 la Autoridad Nacional de Administración de Tierras (ANATI) certificó que los derechos posesorios que Daniel compró en el 2004 correspondían al terreno de Rana Verde. En abril tuvo una reunión con el ministro de turismo Salomón Shamah, quien le prometió que el Estado le iba a devolver su tierra y otorgarle el título. ¡Ojalá que el Estado cumpla! Ojalá también que podrá recrear el Eco Lodge Rana Verde que dio tanta distinción a nuestro país.

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