Ajustes en las economías

Actualizado
  • 16/12/2008 01:00
Creado
  • 16/12/2008 01:00
Las economías emergentes de centro y este de Europa han realizado un notable progreso en la última década transitando desde economías pl...

Las economías emergentes de centro y este de Europa han realizado un notable progreso en la última década transitando desde economías planificadas a economías de mercado. En este proceso de liberalización de las economías se han acometido reformas estructurales en muy distintos ámbitos que han facilitado el acceso de algunos países a la Unión Europea, e incluso en algunos casos plantearse en un horizonte de mediano plazo su entrada en el euro.

Todo ello ha permitido, en unos años en el que el entorno internacional ha sido muy favorable, tasas de crecimiento en estas economías en el rango 4,5-9%.

Ahora bien, el patrón de crecimiento de muchas de estas economías ha propiciado la aparición de fuertes desequilibrios macroeconómicos, entre los que cabe destacar unos abultados déficit por cuenta corriente. Exceptuando a Polonia, Hungría o República Checa que presentan un saldo por cuenta corriente negativo en el entorno del 5%, el resto economías muestran desequilibrios superiores al 10% e incluso en algún caso al 20%.

Si bien es cierto, que buena parte de la financiación de este déficit se cubre con entradas de Inversión Extranjera Directa, sigue quedando una partida significativa que tienen que financiarse a través de flujos de capitales considerados menos estables.

En un contexto como el actual, en el que predomina la escasez de liquidez en los mercados internacionales, esto se traduce en que estas economías se identifican como especialmente vulnerables versus otras que tienen una posición acreedora neta. En consecuencia, estos países han sido penalizados por los inversores. En definitiva, el aumento de la prima de riesgo país no hace sino alinearse con los saldos por cuenta corriente.

Siendo éste un elemento clave para entender el deterioro de la percepción de estas economías por parte de los inversores, no es el único. El fuerte crecimiento del crédito es otra pieza clave. Incluso teniendo en cuenta que hay un proceso de convergencia hacia estándares de desarrollo financiero más parecidos a los de la media comunitaria, el crecimiento del crédito ha sido desmedido, a juzgar por el avance del ratio de crédito sobre PIB, que en algunas de estas economías se ha duplicado en el lapso de seis años. Lo que resulta más problemático, es que buena parte del aumento del crédito se ha financiado desde el exterior, siendo la base de depósitos local modesta.

En prácticamente todos estos países, el volumen de crédito excede con mucho al volumen de depósitos (en más de 50%) llegando en alguno de ellos a triplicarlos. Así, la dependencia de los préstamos bancarios transfronterizos ha aumentado drásticamente en los últimos años y en muchos casos esa dependencia presenta una alta concentración por país de origen de los fondos (fundamentalmente países vecinos de la Europa desarrollada).

En un nuevo escenario de mayor aversión al riesgo, en el que han cesado los flujos de entrada de capitales, el crecimiento del crédito de los últimos años es ciertamente insostenible.

Apuntadas las que quizás representan las principales vulnerabilidades de estos países, cabe decir que el margen de actuación es limitado y que, por tanto, un ajuste parece inevitable. El margen fiscal está acotado por una posición de partida deficitaria de las cuentas públicas.

Los posibles recortes de tipos para estimular la demanda interna están condicionados por las presiones depreciatorias sobre las divisas (algunos países se han visto obligados a subir de forma agresiva los tipos de interés para defender las divisas).

La flexibilidad que podría otorgar la política cambiaria está también condicionada por el mantenimiento de tipos fijos o currency boards. Por otro lado, el volumen de reservas en varias de estas economías no da para cubrir los vencimientos de deuda de corto plazo.

Así, las ayudas de organismos internacionales a través de los programas tradicionales (y con condiciones) del FMI se convierten, en algunos casos como en Hungría y Ucrania, en la única salida.

La situación de estos países se parece mucho más a las típicas crisis de balanza de pagos latinoamericanas de los años 80 y 90, que a lo que está ocurriendo en el resto de los países emergentes.

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