Francisco: El Papa de los gestos

Actualizado
  • 30/07/2013 02:00
Creado
  • 30/07/2013 02:00
J orge Mario Bergoglio sorprendió a propios y extraños cuando, al día siguiente de la fumata blanca, se dirigió en persona a la modesta ...

J orge Mario Bergoglio sorprendió a propios y extraños cuando, al día siguiente de la fumata blanca, se dirigió en persona a la modesta pensión romana en la que se alojaba, para pagar de su bolsillo la magra cuenta de su estancia. En una sociedad que vive de gestos e imágenes, en la que tan importante es el cómo se dicen las cosas, el Papa argentino quiso desde el primer día situarse a ras de suelo. Al parecer, esa quiere ser la perspectiva de su papado, mirar problemas del mundo a través de los ojos de sus propios protagonistas.

En su primer gran viaje papal al extranjero, Francisco ha seguido trasladando en Brasil mensajes profundos a través de sus propias actitudes. A Bergoglio se le percibe natural al saltar las medidas de seguridad, desplazarse en sencillos vehículos o compartir afablemente unas horas con los vecinos de una favela de Río de Janeiro. No hay en los gestos del Papa asomo de teatralización, de esa actuación mientras están presentes los medios de comunicación a la que tan acostumbrados nos tienen otros actores de nuestra sociedad. Percibimos que el Papa argentino, acostumbrado a viajar en Metro por su diócesis bonaerense o a sorber un mate mientras charla amigablemente con su gente, se muestra como es.

Después de los papados de Benedicto XVI y Juan Pablo II, el Papa de la sonrisa está insuflando un aire de profunda renovación, esperanza y optimismo en la Iglesia. Desde el primer día ha querido afrontar los graves problemas que aquejan a la curia, desde los escándalos sexuales a los oscuros manejos financieros de algunos prelados. Bergoglio ha empezando siendo exigente con los propios, con aquellos que más ejemplo tienen que dar. El nuevo Papa ha decido actuar enfrentándose a la tradicional resistencia al cambio que tienen todas las estructuras organizativas y de poder, y la Iglesia católica es seguramente la más antigua del mundo.

En un mundo y un continente tan necesitado de líderes, de personas que den ejemplo y que antepongan principios a intereses, el Papa Francisco puede ser para el conjunto de la sociedad, creyente o no, un líder moral antes que un líder espiritual. El Papa habla de fe, pero también lo hace de pobreza, de rebelión frente a los poderosos, de lucha frente a la injusticia, de humildad o austeridad.

La coherencia entre el mensaje y el comportamiento es lo que hace pensar que el Papa Francisco no sólo cree lo que dice cuando afirma que ‘la medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza’, sino que también va a luchar por conseguirlo.

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