La ruta argentina de Carlos Méndez

Actualizado
  • 08/05/2011 02:00
Creado
  • 08/05/2011 02:00
Carlos Méndez pregunta qué tal salió, si suena bien, si se necesita amplificar la voz. Está probando sonido en The Cavern, mítico bar Be...

Carlos Méndez pregunta qué tal salió, si suena bien, si se necesita amplificar la voz. Está probando sonido en The Cavern, mítico bar Beatle de Buenos Aires. Esta noche, aquí mismo tendrá su primer show en solitario en Argentina. El lugar agrega presión por el peso del legado: aquí actúan, tocan y monologan artistas bien ponderados.

Méndez, autor del premiado disco ‘De Pie’, parece un poco nervioso, quiere que todo salga perfecto. Otra vez el panameño Chale Icaza descarga furia sobre la batería y David Caparó carraspea las cuerdas de la guitarra. Carlos cierra los ojos, acaricia el micrófono y sopla y deja saber que ‘hay ventanas que se abren y el alma puede decir dónde mirar’.

CAMBIOS

‘No es como en los primeros shows’, dice él ya relajado luego de la prueba de sonido. Cuando Méndez empezó siempre echaba pa’lante en pequeños bares con pequeñas canciones en PTY. ‘Tampoco es como en las primeras giras’, dice, como en los toques en Bolivia, México, Bogotá o Costa Rica. ‘Ni siquiera como el del Teatro Nacional’, insiste recordando aquel histórico show del año pasado con la presentación del disco ‘De Pie’ a beneficio de la Escuela de Fútbol del Real Madrid.

‘Esto es un bar pequeño con público que está acostumbrado a escuchar a grandes artistas’, explica sentado en una pequeña mesa, rodeado de fotos de John Lennon. ‘Cuando es con poca gente te dan más nervios, porque si una cosa sale mal, se nota’.

Lo cierto es que el día de hoy fue largo y feliz. Sin estos nervios de ahora. Méndez estuvo en el estudio del ex tecladista de Soda Stereo, Tweety González, trabajando en el nuevo disco. Se codeó con otros artistas reconocidos como Kevin Johansen y Luis Alberto Spinetta, inspiración fundamental en el sonido de Méndez. ¿De dónde salió la influencia? Méndez lo recuerda exactamente. Fue un día, en 1994, al volver del Colegio Javier, donde estudió. Estaba apurado por escuchar ‘Secuencia Inicial’, un programa rockero de Radio 10. Del parlante salía ‘Alma de Diamante’, viejo hit de Spinetta. ‘Fue algo bien impresionante, como un jazz cantado’, dice. Se preguntó ‘¿qué vaina es esto?’ y averiguó que eso que le erizaba la piel se llamaba Luis Alberto Spinetta, raíz profunda del rock argentino. A los 13 años, Anastasio Puertas le había presentado al ídolo que todavía admira.

Méndez, entonces, fue creciendo y absorbiendo influencias de todo tipo sin olvidarse jamás de Spinetta. Como creció rodeado de jazzeros, le agarró el gusto. Después llegaron los Beatles y también las raíces populares: salsa, Willy Colón, afro y reggae viejo. Así fue como se fue moldeando ese sonido tan particular que ahora mismo Panamá exporta al mundo. A Méndez le gusta definir su estilo como ‘orgánico’. ‘Las canciones nacen pequeñas conmigo y mi guitarra, para luego meterle algunas cosas de todos lados’. Todo eso ni lo pensaba ese día de 1994. Entonces la música solamente lo conmovía y movilizaba, pero ni era cantante ni tenía un estilo. Tampoco sospechaba que 16 años después de la iniciación, iba a conocer a Spinetta.

BUENOS AIRES

Ya casi es la hora. El lugar empieza a llenarse de gente. Algunos argentinos llegan a escuchar lo que definen como ‘gema nueva del Caribe’, son esos pocos avisados de que este joven encierra una promesa. Otros, en cambio, lo conocen de hace tiempo: estamos hablando de la nutrida comunidad de panameños que viven en Buenos Aires. Muchos de ellos jóvenes y estudiantes que llevan a sus amigos para compartir con ellos un pedacito de Panamá. Méndez se pasea entre la gente, toma un trago de cerveza y se comporta como un chico educado: abraza a los compatriotas, da la mano a los encargados del lugar, sonríe a los nuevos y a la gente de la Embajada. Entonces llega la hora. Sube al escenario, guitarra en mano, vuelve a saludar y se presenta: ‘Mi nombre es Carlos y es bien interesante tocar aquí’.

Arranca ‘Subterráneo’, con la sonrisa que parece tatuada. Si había nervios en la prueba, o ya no se notan o se fueron. Enseguida presenta a la banda y agradece a la Embajada. Después desempolva la historia de su próximo disco que, dice, es como su hija y su país. Entonces canta ‘Mar’.

Sigue ‘Cronológicamente’, besa el micrófono en ‘Tiempos Modernos’ y los argentinos, tan proclives a la autorreferencia, ven aquí y allá algo de Spinetta, de Soda Stereo, de Fito Páez. Suele pasar: cuando uno está disfrutando de algo, siente que ya lo conoce, que ya le pertenecía, incluso antes de conocerlo

Hasta que llega la que le puso nombre a su segundo disco, ‘De Pie’, canción con la que pretende despedirse. Sin embargo, no es tan fácil bajarse de allí. El coro grita ‘¡otra, otra, otra!’. Entonces llega ‘Los entierros de mi pobre gente pobre’, en una versión notable que formará parte de su próximo disco. Aunque estén a miles de kilómetros de distancia, el público panameño y el porteño se parecen en algo. Los dos disfrutan ese rock con sabor caribe.

LO QUE VIENE

Los días de Carlos en Buenos Aires no terminaron con este, su primer show como artista principal en la capital latinoamericana del rock. Méndez trabajó duro en el armado de su segundo disco junto al productor Twitty Gonzalez, que Méndez pretende traer a Panamá para grabar todo en el patio y con gente del patio, para que el disco huela y suene como su nombre: ‘Mar’.

Antes de volver a Panamá, otro show, esta vez promocional, en el stand panameño de la Feria del Libro. Recién entonces Méndez se entrega a La Estrella para hablar lejos de casa. Méndez fuma, ríe y se emociona con el repaso de su vida. Habla del peso de una especie de destino, cosas que lo ‘marcaron’ para siempre: el padre disfrazándolo de Michael Jackson para que baile en el banco donde trabajaba, ese maestro eligiéndolo a los 12 años para representar al colegio en un concurso de canto y sacándolo de clases para ensayar.

Intentó seguir una profesión ‘formal’, abogacía, pero no: ‘Era imposible, la música era todo. Me pasaba el día oyendo discos, tocando’. Así que lo asumió y aplicó a una beca en México, estudió dos años en la Universidad de Música y después a animarse. A salir a la luz a mostrar las tripas convertidas en canciones. Y entonces vinieron los bares, los shows chiquitos y tranquilos, tan distintos a los nervios de su debut en Buenos Aires. ‘Yo pienso que como que hay una luz ahí, te desvías pero al final siempre te lleva... Pero siempre hay que estar con los ojos abiertos, porque si no agarras las oportunidades, no entiendes’.

Hoy, persevera en la búsqueda de los sonidos de su tierra para ‘Mar’: ‘Quiero darle eso porque ‘De pie’ me gusta mucho, pero es bien porteño, muy argentino. Ahora quiero que quede completamente impreso en mi música mi lugar, mi barrio, mi país’. Y la idea de ‘un disco grande’, con parte hecha en Nueva York, como sueña Twitty. Y la promesa de jugársela, ‘a ver si se puede conseguir’.

Ahora, Carlos sabe dónde está parado y dónde quiere estar: ‘Soy bien contrario a la idea vieja de los rockeros. Hoy murió otro rockero (por el escritor Ernesto Sábato, a quien le dedicó un tema en la Feria del Libro). Los más rockeros no son los tipos que se drogan’.

Al otro día del toque en la Feria del Libro, el domingo, justo antes de volver al mar, Méndez tenía una despedida sin igual: una comida en lo de otro rockero, en la casa de Spinetta, ‘el Flaco lindo’, como le gusta decir.

Méndez llegaría allí con café panameño de regalo, el Flaco lo abrazaría y le agradecería la gentileza con un grito de ‘¡Panamá!’. No sabemos qué sonó de fondo. Bien podría haber sido la mítica rabiosa Rutas Argentinas. A la que Méndez, seguramente, habrá respondido con Ciudadanos del Mundo. Y empieza a caminar...

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