Inseguridad y soluciones

Actualizado
  • 08/02/2020 00:00
Creado
  • 08/02/2020 00:00
En la actualidad existen dos realidades que pueden servir de aliento a toda política estatal para enfrentar los embates de los delincuentes. La primera es que la sociedad puede convertir su alarma en franco apoyo a toda gestión oficial para prevenir o reprimir el delito. La segunda realidad es que institucionalmente se cuenta con los organismos y con el personal idóneo para erradicar la plaga delictiva. Lo aconsejable o inteligente es incorporar a la población a la ejecución de las políticas oficiales de defensa social.
Inseguridad y soluciones

La parcela en que vivimos, nuestro Panamá, atraviesa por una etapa de inseguridad, sin precedentes. Las antiguas sociedades del istmo, apacibles y solidarias, se han tornado en zonas de peligro. La nueva estampa del país, tan matizada de conflictos, sugiere la existencia de grandes y crecientes desajustes internos, de carácter social, moral, económico y cultural.

Quienes se dedican al estudio del quebrantamiento social han recomendado todas las soluciones posibles, fundados en diagnósticos muy exactos. En esta materia todo está dicho y nadie puede alegar originalidad alguna en sus tesis.

Las soluciones más sensatas exigen tratamientos de largo plazo, porque guardan relación con las recetas preventivas. Empero, la ola avasallante de la criminalidad invita a dar prioridad a una serie de medidas represivas. Son líneas paralelas que reclaman consideraciones uniformes y simultáneas.

En la actualidad existen dos realidades que pueden servir de aliento a toda política estatal para enfrentar los embates de los delincuentes. La primera es que la sociedad puede convertir su alarma en franco apoyo a toda gestión oficial para prevenir o reprimir el delito. La segunda realidad es que institucionalmente se cuenta con los organismos y con el personal idóneo para erradicar la plaga delictiva. Lo aconsejable o inteligente es incorporar a la población a la ejecución de las políticas oficiales de defensa social.

A la cabeza de la acción preventiva debe ubicarse una cruzada nacional contra el desempleo. El Estado y la empresa privada deben acordar un plan al respecto, coronado de incentivos. Los lugares con un porcentaje menor de desempleados registran índices igualmente menores de criminalidad. No se trata de un factor que limpia el patio de delincuentes, pero sí contribuye a la disminución de la vida delictiva.

Asimismo, el Estado y la familia deben auspiciar un programa que facilite la educación moral en el hogar y en las escuelas, sin cuya presencia la sociedad carecería de sanos derroteros. En un país donde las cantinas permanecen abiertas las 24 horas del día y las iglesias de todas las religiones, las escuelas y las bibliotecas solo abren sus puertas en horarios breves, queda en evidencia la falta de creatividad y de entusiasmo para que lo bueno tenga contacto permanente con los pueblos.

El penalista Enrico Ferri, del positivismo italiano, recomendaba que la población debía organizarse para reemplazar el ocio por actividades denominadas sustitutas, como las culturales, deportivas, etc., etc. que dieran oportunidad a la vida sana. No debe ignorarse que la ociosidad es la madre de todos los vicios.

En materia cultural debe volverse a la dinámica extraordinaria del profesor Bonifacio Pereira con sus temporadas de verano nacionales (conciertos, recitales, teatro, cine , bailes, etc., etc.), desde un humilde Departamento de Bellas Artes del Ministerio de Educación. Las mismas actividades extracurriculares deben llevar a cabo todas las universidades que funcionan en el país. El Estado y los medios de comunicación, sobre todo la televisión, deben limpiar de las pantallas los programas de violencia o de vulgaridades que tanto afectan las buenas costumbres.

En el campo de la represión nada puede lograrse en firme, si primero no se libra una revolución penitenciaria. Es decir, un cambio total que permita la resocialización efectiva del penado. Hace 50 años estudiaba en la ciudad de Lima y por razón de los estudios visitaba frecuentemente la penitenciaría local. Allí funcionaban toda clase de talleres para los presos. Los detenidos aprendían oficios, según su vocación, y recibían lecciones de cultura general y de alfabetización.

El dinero devuelto por Panamá Ports debería invertirse para revolucionar el sistema penitenciario. Nada tan urgente y humano. Las cárceles dejarían de ser escuelas del crimen, para convertirse en centros educativos realmente rehabilitadores. En otros países los sistemas penitenciarios destinados a la resocialización cuentan con múltiples novedades (bibliotecas, solución a los problemas sexuales del penado, trabajo remunerado, etc.), gracias a la protección presupuestaria y a la buena responsabilidad gubernamental.

Es muy complejo y dilatado lo que debe hacerse para afrontar la ofensiva criminal que hoy azota al país. Basta con profundizar lo iniciado e incorporar a los programas establecidos lo que debe ser innovado. La naturaleza de los crímenes que se vienen ejecutando presagia un perfeccionamiento de la maldad o de la personalidad criminal.

Si observamos el comportamiento de la sociedad, podemos advertir que hoy reacciona con mayor indignación ante un crimen. Antes, cuando la sociedad no se hallaba saturada de males, lo recibía como una noticia sobre hechos lejanos o ajenos. Hoy se conmueve ante tantas acciones de sangre y siente que es suyo el dolor de las víctimas. Esa solidaridad tan humana, ese reproche tan colectivo, debe capitalizarlo el Estado para desarrollar una política conjunta contra el crimen.

(Publicado originalmente el 24 de septiembre de 2005).

Carlos Iván Zuñiga Guardia
FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 empezó su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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