La floración de los guayacanes se convierte cada año, entre los meses de marzo y abril, en un espectáculo visual que pinta de amarillo el horizonte de...
- 08/01/2021 00:00
- 08/01/2021 00:00
Yo creo que el mercado nos está enviando un mensaje. El agua no es un recurso infinito y hay que darle su justo valor. La usamos, pero no pagamos lo que realmente cuesta tratar ni el agua potable ni las aguas servidas. Pero no es solo cuestión de pagar por la descontaminación, sino también por lo que cuesta mantener un bosque productor de agua, un río o un acuífero subterráneo, por ejemplo. Todas esas externalidades hay que internalizarlas.
Para los defensores ambientales y de derechos humanos, el agua tiene un valor intrínseco e inconmensurable, porque provee servicios ecosistémicos mucho más allá de sus beneficios económicos directos. No podemos simplemente seguir extrayendo el agua, agotando el recurso y deforestando bosques en equis lugar, para luego seguir replicando el mismo modelo insostenible donde se nos antoje, como si fuéramos langostas. Si se canaliza adecuadamente, el comercio de derechos futuros (future commodities) puede convertirse en un instrumento para generar recursos que financien estos costos.
Panamá tiene agua en abundancia, pero mal administrada. Los instrumentos de mercado podrían mejorar la administración del recurso, siempre y cuando se diseñen garantizando la equidad y no solo para favorecer a los más grandes, en detrimento de los más pequeños. Lo primero es garantizar la disponibilidad futura del agua para los dos usos prioritarios: consumo humano y producción de alimentos.
Cuando una materia prima cotiza en bolsa, comienza la especulación. Creo que ese es el mayor riesgo de esta medida. Hasta ahora, la lógica de los mercados ha girado exclusivamente en torno a la rentabilidad. El cambio climático ha comenzado a cambiar esa dinámica para incluir consideraciones ambientales, sociales, de derechos humanos, etc., aunque no con la rapidez suficiente. Es una oportunidad para que Panamá ponga en orden su casa y utilice sus ventajas comparativas en términos de recursos hídricos para atraer al inversionista serio y no al mero especulador.
Lamentablemente, aún no. Los científicos ya declararon la emergencia climática. Solo nos queda esta década para evitar que el clima se descontrole totalmente, cortando drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global y adaptándonos a los eventos climáticos extremos, tales como huracanes, marejadas, inundaciones, etc., a nivel local, los cuales serán cada vez más intensos y frecuentes. Más vale que todos los sectores nos pongamos las pilas.
La cotización del agua en Wall Street agrava la pobreza y condiciones de vida de la humanidad, transforma el agua de consumo humano en un commodity , sin considerarlo un derecho, lo convierte en un bien de capital, y en un factor de encarecimiento de bienes y servicios, siendo la salud y los alimentos los más afectados. En Panamá se debe evaluar de forma urgente la pertinencia de seguir explotando actividades económicas como la minería y las minihidroeléctricas que compiten con el abastecimiento y causan un daño irreversible a las fuentes abastecedoras de agua, contaminando y desapareciendo las zonas de carga y recarga acuífera.
A cada país le compete preservar el acceso al agua como un derecho fundamental. En el caso de Panamá, el mecanismo constitucional de preservar el agua para los ciudadanos lo encontramos en los artículos 258 y 259 de la Constitución que establecen la no apropiación del agua por el sector privado, y lo más importante, su calidad de bien público, la contempla nuestra legislación como un bien del Estado y por consiguiente de todos los ciudadanos, para ser utilizada como servicio público y en actividades de producción de alimentos y en la industria.
La preservación del agua es fundamental como bien del Estado. Como lo garantiza la Constitución Nacional, el agua utilizada en procesos no debe reñir con el abastecimiento y nuestro país no debe caer en el juego de los mercados, justamente cuando tenemos una actividad como el Canal de Panamá cuyo insumo principal es el agua, que cada vez es más difícil de conseguir. El carácter público del agua debe seguir imperando, y es lo que ha garantizado que en Panamá haya suficiencia de este recurso y que haya sido accesible para las mayorías.
El impacto que tendrá en la humanidad es un nuevo modelo de esclavitud, donde los privilegiados que se hagan dueños de las fuentes de agua dominarán y subyugarán a los que carezcan del acceso a ella. Hay varios continentes. En Asia y África se dan abusos teniendo como base la tenencia del agua; mujeres y niños recorren muchos kilómetros en busca de agua, siendo objeto de abusos.
A Panamá le falta avanzar en la conciencia de la importancia del agua para tener una vida digna; la misma tiene una relación directa con la cobertura boscosa. Las talas implacables en las riberas del Canal y en la provincia de Darién son un ejemplo de lo mal que lleva el país el tema. El ciudadano debe convertirse en un vigilante de su entorno, así como las instituciones públicas, pero esta conciencia debe ir acompañada de educación y certeza de castigo. Aquí los funcionarios y diputados son dueños de un entramado de tala que se ha encargado de la devastación de zonas de recargas acuíferas en todo el país, si no los detienen, acabarán por convertir el agua en un artículo suntuario.