• 26/01/2021 08:29

Percepción ciudadana y desigualdad de la distribución del ingreso

Según el Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales aproximadamente, un millón de panameños perciben, sienten, creen, que la desigualdad es uno de los principales problemas que afectan la buena marcha del país

Según la publicación más reciente del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS) un cuarto (24.5 %) de la población panameña, esto es, aproximadamente, un millón de personas perciben, sienten, creen, que la desigualdad es uno de los principales problemas que afectan la buena marcha del país.

Y, no se equivocan, en lo absoluto, este avezado grupo de panameños, porque efectivamente, para entender y empezar a resolver el grave problema económico, pero también político y social de las democracias del mundo actual, es condición sine qua non, poner en el centro del debate la perspectiva del crecimiento económico y la desigualdad originada por la dispar distribución de la riqueza o concentración del capital en "niveles incompatibles con los valores democráticos y los principios de justicia social que son los cimientos de una sociedad democrática".

A este propósito se aboca la investigación histórico serial de largo plazo de la distribución del ingreso en los Estados Unidos de América durante el período de 1910 a 2010, en la cual se pudo constatar dos importantes hechos: Primero, la tendencia de la distribución del ingreso es hacia la concentración. Así tenemos que el 10% más alto de la jerarquía de la captación del ingreso nacional de la Nación norteña, entre los años 1910 a 1920 osciló entre 45% y 50%; descendió a 35% y 40% en la década de 1940; estabilizándose en los años 1950 a 1970; pero entre 1970 y 1980 se produce un "rápido movimiento" ascendente, al punto que en el decenio de 2000 al 2010, el 10% de los estadounidenses más ricos volvieron a acaparar entre el 45% y 50% de la riqueza nacional.

Segundo, que el estudio que dio origen a la famosa "curva de Kuznets" la cual informa que la distribución del ingreso tiene forma de "campana" y por consiguiente tiende a la baja; constituyó en realidad un "cuento de Hadas" ya que el propio autor en conferencias dictadas en 1953 reconoció que dicha generalización tuvo más bien el 《objetivo político de disuadir a los 'países libres' de la tentación socialista durante el período de la "guerra fría"》.

Por otro lado, lo que demuestra la enjundiosa investigación del economista francés, doctor Thomas Piketty es que la fórmula r>g (la acumulación de la riqueza en manos privadas es mayor que el producto nacional) no solo significa la superación de las teorías de superpoblación de Thomas Malthus, del principio de escasez de David Ricardo y de la tendencia de "acumulación infinita" de Karl Marx; sino también la confrontación de las tesis apocalípticas anteriores, como también de las "no menos excesivas teorías" de Simon Kuznets quien afirma que "la desigualdad del ingreso se ve destinada a disminuir en las fases del desarrollo capitalista; aseveración desmentida por el propio autor y por los resultados de la investigación del doctor Piketty.

De modo que la divergencia de la evolución a largo plazo de la distribución de la riqueza realizado en los países de Europa o dicho de forma prosaica, de la desigual o "mala" distribución del ingreso, en la centuria y media que va de 1870 al 2010, "del valor total de la riqueza privada (inmobiliaria, financiera, empresarial y notas de deudas) expresada en años del producto o del ingreso nacional; primero, a finales del siglo XIX, el valor de la riqueza se establece en seis o siete años del ingreso nacional. Posteriormente se observa un impacto producto de las guerras mundiales de 1914 y 1945 y la relación capital/ingreso se reduce a dos o tres años del ingreso nacional". Para finalmente, volver al incremento continuo del decenio de 1950, al punto que a inicios de este siglo XXI "la riqueza se sitúa en las cimas observadas en las vísperas de la Primera Guerra Mundial". En síntesis, "la riqueza privada valía entre seis y siete años en el mercado nacional de Europa en el año de 1910; entre dos y tres años en la década de 1950; y de cuatro a seis años en el 2010".

Y, como quiera que la desigualdad es también el problema de las naciones emergentes, así como de los Estados de desarrollo dependiente del cual forma parte Panamá, y que nuestro país ocupa el deshonroso tercer lugar de los países más desiguales de Latinoamérica, solo superado por Brasil y Honduras. Le vendría muy bien al decíl más pobre de la población y a la clase media de la sociedad panameña, que la "Academia" en lugar de "investigaciones" aisladas y basadas en empirismos patrimoniales uniera esfuerzos multidisciplinarios a objeto de realizar un estudio serial histórico de la acumulación de la riqueza y la proverbial desigualdad, al menos en la centuria republicana.

Por lo pronto podemos señalar que estudios de otra naturaleza del Ministerio de Economía y Finanzas y del Banco Mundial indican que el índice de GINI que mide también la desigualdad, coloca a nuestro país en el valor 49 frente al 46 de Latinoamérica. Que en nuestra nación existen dos enclaves económicos donde en la práctica se refleja una profunda desigualdad del ingreso. Uno es la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) donde los salarios promedios de los trabajadores son varias veces mayores que los salarios promedios en la República de Panamá; y que los miembros de la Junta Directiva de la ACP se distribuyeron emolumentos escandalosamente excesivos y al Administrador le asignaron un salario de 312 mil dólares anuales, similar al de un alto Ejecutivo de una empresa transnacional estadounidense y 4 veces superior a los ingresos del Presidente de la República de Panamá.

El otro horroroso enclave lo constituye la Minera Panamá, donde al inicio de la pandemia y ante la indiferencia de sus directivos , se produjo el contagio y muerte de un número plural de trabajadores. Pues bien, del resultado de la extracción de cobre y oro de la tierra istmeña, la empresa transnacional se embolsa el 98% de las ganancias de la producción, correspondiendo al dueño -Pueblo panameño- del recurso mineral un irrisorio 2% de las utilidades. No se conoce en el mundo semejante distribución de la riqueza entre el dueño y el explotador.

Desde luego, para modificar esta situación brutalmente desigual no se requiere un estudio serial de la distribución del ingreso en Panamá; basta la modificación de la Constitución, en el primer caso y, en el segundo, la negociación con la minera de un nuevo contrato, menos leonino y más justo. ¡Así de sencilla es la cosa!

El autor es abogado y analista político.

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