Leyendo a la mujer francesa radicada en México

Actualizado
  • 24/04/2016 02:00
Creado
  • 24/04/2016 02:00
Me acerqué a la estantería sobre la cual muy de vez en cuando encuentro alguna joya que compraré

Me metí en esa librería a la que suelo ir pero cuyo nombre no voy a mencionar porque, repito una y otra vez, aquí no se da publicidad gratis, y menos cuando, en este caso, uno va a dicha librería no porque los vendedores sean amables y amantes de los libros, ni porque los precios sean bajos, o porque lo hagan sentir a uno en casas, sino porque es la opción menos lamentable de las pocas que hay en este país de edificios y bahía pestilente, cosa que seguiré repitiendo una y otra vez hasta que me contradiga en alguna canción o en algún poema (de seguro que será en alguna canción cuya letra querrá resaltar los puntos positivos que tiene este bello país de abundancia de peces y mariposas).

En fin, la cosa es que me metí en esta librería, pasé los estantes repletos de libros comerciales, tipo vampiros, zombies y erotismo inocente y rancio, y me acerqué a la estantería sobre la cual muy de vez en cuando encuentro alguna joya que compraré yo y uno que otro nostálgico o pretencioso lector.

Y encontré una joya entre tanta mierda. Portada: blanco y negro. Un espejo que mostraba los primero escalones de una escalera (¿al cielo? ¿al infierno). Título en letras rosado oscuro: La voz del espejo. Nombre de la autora debajo del título en pequeñas letras negras: Fabienne Bradu. (Primer vez que me topo con su nombre). Nombre de la editorial, también en letras rosado oscuro sobre cinta de color negro: Pértiga. Volteo el libro: ensayos sobre Gonzalo Rojas, Cortázar, Paz, Rosario Castellanos y la esposa del autor de El Principito, cuyo nombre no haré ni el más mínimo esfuerzo de escribir porque siempre es un lío para mí tanto escribirlo como pronunciarlo. Grato ha sido leer a esta autora francesa radicada en México desde hace años.

La mujer francesa radicada en México, como la llamaré a partir de este momento, escribe sobre la carnal espiritualidad en la poesía de Gonzalo Rojas, parte del libro que, como calenturiento poeta que soy, igual que el poeta chileno, me encantó. Se podría decir fácilmente que fue mi parte favorita. Gracias a la mujer francesa que reside en México, me acerqué mucho más a la obra del señor Gonzalo. «Me enamoré de ti cuando llorabas / a tu novio, molido por la muerte», cita la mujer francesa radicada en México a Gonzo. Mi crítica literaria para Gonzalito Rojas es, ni más ni menos: «¡Qué cabrón!».

Luego se embarca la mujer francesa radicada en México en hablarnos sobre la visita del surrealista André Breton a México y sus días con Trotsky, cómo estos no se llevaron tan bien como cabría suponerlo y cómo al final Breton etcétera y etcétera. Esa parte, como se ve, no me gustó demasiado, pues poco me interesaba a mí la reconciliación entre el devenir histórico propio de la filosofía comunista y la poesía surrealista.

Luego vino el ensayo sobre Cortázar y todo fue más fácil y tal vez por eso menos intelectual, elocuente y sublime, pero por eso mismo más lleno de alma, poesía y corazón. Después vino Paz y se reitera lo del erotismo, el amor, la luz sobre las cosas, el viaje a la India, la voz del espejo. La verdad, amigos, les recomiendo que se lean a esta mujer francesa radicada en México. ¿Dónde la pueden conseguir? Lo siento, recuerden que de publicidad gratis, nanái nanái.

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