Hay que ser muy celosos en la defensa de la soberanía

Actualizado
  • 20/01/2024 00:22
Creado
  • 19/01/2024 22:26
Cuando los pueblos se lanzan a las calles tienen dirigentes que saben que por encima del vientre está el corazón, que arriba del corazón está el cerebro, entonces los pueblos salen a manifestarse a la calle

El 13 de diciembre de 1966, el Dr. Carlos Iván Zúñiga Guardia presentó un proyecto de resolución para condenar un acto de intervención del Ejercito de los Estados Unidos en el Aeropuerto Nacional de Rio Hato. Transcribimos el mencionado proyecto de resolución y un extracto de sus palabras conforme aparecen en los Anales de la Asamblea Nacional de Panamá.

Que el día primero de diciembre de 1966 un avión comercial perteneciente a la Cía. Chitreana de Aviación, se vio obligado a aterrizar en el aeropuerto Nacional de Río Hato, debido al mal tiempo atmosférico;

Que miembros del Ejército de los Estados Unidos acantonados en ese sector, ejercieron actos de autoridad en perjuicio del Capitán y pasajeros de la Nave;

Que el Tratado de Mutuo Entendimiento y cooperación de 25 de enero de 1955 que autoriza el uso del sector de Río Hato para maniobras y entrenamiento del Ejército de los Estados Unidos, no delega a dicho Ejército ninguna función jurisdiccional; que, en consecuencia, el incidente del primero de diciembre constituye una convención de los convenios existentes,

Resuelve:

Protestar de la manera más enérgica por el acto de intervención del Ejército de los Estados Unidos llevado a cabo el primero de diciembre de 1966, en el Aeropuerto Nacional de Río Hato, en perjuicio de la soberanía del Estado panameño.

Palabras del Honorable Dr. Carlos Iván Zúñiga

Nosotros, señor Presidente, debemos ser muy celosos, como lo son todos los países del mundo, con relación a la defensa de su soberanía.

A cada momento leemos que gobiernos de determinados países protestan porque aviones de otros países invaden el espacio aéreo del país que protesta. Hace un par de días, leí un comunicado – creo que de la Cancillería peruana – protestando porque un jet militar ecuatoriano o viceversa, no recuerdo con exactitud quién fue el que protestaba, habían invadido el espacio aéreo del otro país.

Es que los países del mundo, en todas las épocas, han tenido un gran respeto a su propia soberanía. El panameño siempre lo ha tenido. Es posible que en muchos episodios dolorosos de la vida nacional no haya existido la debida sincronización entre la sensibilidad patriótica del pueblo y la sensibilidad gubernamental; y se ha quedado el ultraje sin la debida reprobación; pero la mayoría de los casos históricos en los cuales ha existido de parte de los Estados Unidos o de otra nación un acto perturbador de las esencias de la soberanía, pueblo y nación han sabido responder con dignidad ante la ofensa inferida. Allí el caso célebre del año 21, con la imposición del Fallo White, y aquella maravillosa admonición ante la historia, del Doctor Narciso Garay, quien dijera que “mientras existiesen corazones panameños se mantendría viva la herida inferida a la Nación”. Aquel otro célebre comunicado del Ministro Lefevre, o Presidente Lefevre, no recuerdo exactamente qué cargo ocupaba a la sazón, cuando se ordenó el desarme de la Policía Nacional por parte de las autoridades de los Estados Unidos, donde el gobierno panameño calificó de humillante la imposición del fuerte sobre el débil ese acto de desarme. Es decir, en el pasado hemos sido siempre celosos en defensa de la soberanía y no hay razón para que hoy nos aligeremos de recuerdos patrióticos para captar este caso de Río Hato, como quien capta algo endeble, algo trivial, sin importancia y dejar el contenido del ultraje sin la debida protesta.

Se podría alegar que ya hubo un pronunciamiento de la Cancillería y se podría incluso alegar en una interpretación malabarista de la Constitución de que la política exterior lo dirige el Ejecutivo; y que, ante pronunciamiento del Ejecutivo no cabría un pronunciamiento de la Asamblea. Pero no cabe esta tesis corruptora, porque nos convierte inmediatamente no solamente en carneros del Ejecutivo sino en seres secuestrados de nuestra representación popular; no cabría la interpretación de que estamos nosotros inhabilitados para hablar sobre política exterior porque, constitucionalmente, la política exterior la dirige el Ejecutivo; eso sería tanto como considerar a la Cámara como un capitis deminutio propio de la sociedad esclavista en donde quienes representaban un fuero eran simples carneros de quien representaba el Poder. Y esta Asamblea Nacional no tiene por qué encontrar limitación de ningún orden político ni constitucional, ni siquiera de táctica porque no se puede usar la táctica frente a las heridas inferidas a la dignidad nacional. Es como entender la defensa a la integridad nacional como un juego de póker y nosotros no podemos jugar al póker la dignidad de la nación panameña. Lo que creo es que estos son los casos simples. Yo creo que lo que hace a la nación, no como una simple expresión orgánica es lo que decía don Fernando Londoño y Londoño en cierta ocasión, que lo había hecho que este país mantuviera el milagro de su nacionalidad, es precisamente la inveterada, la constante actitud de estar siempre en vigilia frente a cualquier ultraje que infiera a su soberanía, o su dignidad, a su condición de pueblo soberano.

Hace hoy 19 años, nuestro país se sacudía por una seria de actos igualmente reveladores del ultraje de hecho de ultrajes no nacidos de interpretaciones jurídicas sino repito, de ultrajes de hechos. La ocupación de hecho de las bases militares después de 1945 hizo posible, señor Presidente, que el 12 de diciembre se lanzara el pueblo a la calle. Para algunos, cuando el pueblo se lanza a la calle es porque hay emoción patriota; para esos, sólo hay patriotismo cuando lo dirigen las cabezas y los cerebros. Pero no: los pueblos también tienen sensibilidad patriótica. Y cuando los pueblos se lanzan a las calles tienen dirigentes que saben que por encima del vientre está el corazón, que arriba del corazón está el cerebro, entonces los pueblos salen a manifestarse a la calle.

Hace 19 años, el 13 de diciembres de 1947, hubo aquí una gran manifestación de mujeres, tal vez la primera manifestación de mujeres, sólo ellas desfilaron en defensa de la integridad nacional por lo que entonces se consideró un ultraje a la dignidad nacional que era la ocupación de hecho de los sitios militares y el Convenio que se había presentado y que, en el fondo, no era otra cosa que la legalización de esa ocupación de hecho. Pareciera que nuestro acontecer histórico nos tiene felizmente condenados a estar siempre en defensa de lo justo, en defensa de la soberanía. Pareciera que existe este fatalismo sobre la nación panameña de tener siempre un pulso al aire, en defensa de su patrimonio moral, de su dignidad. Mientras que ello ocurra, qué duda cabe que nosotros como diputados, como representantes de esta nación y de este pueblo actuemos bien si actuamos en defensa de la patria y actuamos mejor si tenemos verticalidad de no desperdiciar ninguna oportunidad para reafirmar en cada caso en que exista un ultraje, la vocación de libertad y de pueblo independiente.

Por eso, por esta simple circunstancia es que yo he creído conveniente presentar a la consideración de la Cámara la alteración del Orden del Día para que surja de aquí un claro y solido pronunciamiento en defensa de la integridad nacional; nada ni nadie podría quitarle este derecho a la Asamblea Nacional. Es un derecho que nace de su condición de representantes del pueblo; es el derecho nato que ha ejercido en el pasado la Asamblea y que no hay razón, no hay razón de ninguna índole para que pueda surgir un criterio distinto, sepultante de la dignidad de esta misma Cámara, que haga imposible este pedimento que de la manera más respetuosa yo he presentado a la consideración y aprobación de mis distinguidos colegas.

Muchas gracias, señor Presidente.

Es posible que en muchos episodios dolorosos de la vida nacional no haya existido la debida sincronización entre la sensibilidad patriótica del pueblo y la sensibilidad gubernamental; y se ha quedado el ultraje sin la debida reprobación...”.
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