Economía

El peso creciente de la deuda soberana

El nuevo entorno plantea dilemas complejos para los responsables de política económica. Shutterstock
  • 16/06/2025 00:00

El nuevo entorno plantea dilemas complejos para los responsables de política económica. Asegurar la sostenibilidad fiscal sin comprometer la recuperación económica o provocar malestar social será una tarea difícil. Las opciones van desde recortes del gasto y aumentos de impuestos, hasta reformas estructurales que estimulen el crecimiento potencial

Una nueva y aleccionadora realidad económica se impone en las principales economías del mundo. Estados Unidos, Japón y el Reino Unido enfrentan un marcado incremento en los intereses de su deuda soberana. Este fenómeno va más allá de los indicadores financieros: refleja un cambio profundo en el apetito de los inversores, que ahora exigen primas de riesgo significativamente mayores. Esta creciente cautela impone una fuerte presión sobre las finanzas públicas, agudiza los déficits y plantea dudas sobre la sostenibilidad fiscal en el largo plazo.Durante años, estos países se beneficiaron de un entorno de tipos de interés históricamente bajos, que permitió financiar déficits elevados a bajo costo. Sin embargo, la persistente inflación global tras la pandemia, el fin de las políticas de flexibilización cuantitativa de los bancos centrales y la incertidumbre geopolítica han revertido esa tendencia. Los inversores, más conscientes de los riesgos asociados a los altos niveles de deuda, están reevaluando el valor de los bonos gubernamentales y exigiendo mayores rendimientos.

Estados Unidos: déficits persistentes y señales de alerta

En EE.UU., la preocupación por la trayectoria fiscal es especialmente pronunciada. A mayo de 2025, los rendimientos de los bonos del Tesoro a largo plazo superaron el 5 %, reflejo de la inquietud del mercado. La deuda estadounidense ya supera los 36 billones de dólares, y medidas recientes —como los nuevos recortes fiscales y aumentos del gasto aprobados por el Congreso— han aumentado el escepticismo sobre la disciplina fiscal del país.La rebaja de la calificación crediticia de EE.UU. por parte de Moody’s, motivada por el crecimiento de la deuda y el aumento de los costes de su servicio, es un indicio de esta preocupación. La relación deuda/PIB de EE. UU. se sitúa en torno al 121%, una cifra que ha provocado un intenso debate sobre sus implicaciones a largo plazo para el crecimiento económico. Los pagos por intereses superarán el billón de dólares este año y podrían alcanzar el 5,3 % del PIB para 2034, convirtiéndose en una de las mayores partidas del presupuesto federal.Este creciente coste limita la capacidad del gobierno para financiar otras prioridades, como infraestructura o programas sociales, y alimenta el riesgo de una “espiral de deuda”, donde mayores déficits llevan a mayores intereses, lo que a su vez engrosa aún más el déficit. Incluso tras los recortes de tasas realizados por la Reserva Federal a fines de 2024, los rendimientos se mantienen elevados, mostrando que el problema no es solo monetario, sino estructural.

Japón: un experimento monetario en punto crítico

Japón enfrenta un escenario aún más delicado. Con una relación deuda/PIB superior al 200 %, la más alta entre las economías desarrolladas, el país es extremadamente sensible al aumento de los tipos de interés. Durante décadas, el Banco de Japón (BoJ) contuvo los rendimientos con una política ultra expansiva, incluyendo tasas negativas y compras masivas de bonos.Sin embargo, desde marzo de 2024, el BoJ ha iniciado un giro gradual hacia la normalización monetaria, poniendo fin a las tasas negativas y elevando su tasa de política al 0,5 %. Los efectos ya son visibles: los rendimientos de los bonos del gobierno japonés (JGB) a largo plazo han aumentado considerablemente. Una subasta fallida de JGB a 20 años marcó un punto de inflexión, al llevar los rendimientos de los bonos a largo plazo a niveles del 3.2% no vistos en décadas.El propio primer ministro ha comparado la situación con la crisis griega, y el FMI ha instado a las autoridades japonesas a delinear una estrategia clara para hacer frente al aumento de los costes financieros y al gasto creciente asociado con el envejecimiento poblacional. En un país donde más del 25 % de la población tiene más de 65 años, la presión sobre el gasto social es especialmente aguda. La sostenibilidad de su deuda en un entorno de mayores intereses es uno de los interrogantes más serios de la economía global.

Reino Unido: estabilidad fiscal en la cuerda floja

El Reino Unido tampoco escapa a esta tendencia. Luego de años marcados por la inestabilidad política y las secuelas del Brexit, la deuda pública ha alcanzado los 2,8 billones de libras. El Banco de Inglaterra, en su esfuerzo por contener una inflación persistentemente alta, ha elevado las tasas de interés, encareciendo el servicio de la deuda.

En marzo de 2025, los pagos por intereses del gobierno central llegaron a 4.300 millones de libras, el nivel más alto jamás registrado para ese mes. El endeudamiento total del ejercicio fiscal alcanzó los 148.300 millones de libras, lo que estrecha el margen de maniobra fiscal.

La presión es tal que se pone en duda el cumplimiento de las propias reglas fiscales del gobierno, diseñadas para contener el gasto y reducir el déficit.El FMI ha advertido que se necesitarán “decisiones fiscales difíciles” para responder a las crecientes demandas en sanidad y pensiones, a medida que la población envejece. Aunque se espera que la inflación regrese al objetivo hacia finales de 2026, la estabilidad fiscal aún está lejos de garantizarse.

Inversores más exigentes: el fin de la complacencia

El hilo conductor en estos tres casos es el cambio de percepción de los inversores respecto a la deuda soberana. Factores como la inflación persistente, el alto endeudamiento, la inestabilidad política y las dudas sobre el crecimiento futuro han elevado la aversión al riesgo. Los tenedores de bonos ya no consideran estas emisiones como refugios seguros incondicionales.Esto se manifiesta en rendimientos más altos y subastas de deuda con demanda débil. La confianza del mercado ya no se basa en la reputación pasada, sino en la credibilidad de los planes fiscales y la capacidad de generar crecimiento suficiente para estabilizar la deuda. La era del dinero barato ha quedado atrás; los gobiernos deben competir más agresivamente por el capital global.

Un camino estrecho por delante

El nuevo entorno plantea dilemas complejos para los responsables de política económica. Asegurar la sostenibilidad fiscal sin comprometer la recuperación económica o provocar malestar social será una tarea difícil. Las opciones van desde recortes del gasto y aumentos de impuestos, hasta reformas estructurales que estimulen el crecimiento potencial.

La credibilidad y claridad en la comunicación de las políticas fiscales serán claves para mantener la confianza de los mercados. Además, la cooperación internacional y la estabilidad geopolítica jugarán un papel importante, dado que los shocks externos pueden agravar las vulnerabilidades existentes.

En conjunto, el desafío es formidable. Las economías avanzadas, por mucho tiempo consideradas inmunes a este tipo de presiones, ahora enfrentan la misma disciplina que han exigido tradicionalmente a los países emergentes. La paciencia de los mercados tiene límites, y estos parecen estar acercándose.

*El autor es director mercado de capitales – ASB Bank Corp y director de la junta directiva de la Asociación Panameña de Mercado de Capitales, Apamec

Los inversores, más conscientes de los riesgos asociados a los altos niveles de deuda, están reevaluando el valor de los bonos gubernamentales y exigiendo mayores rendimientos”