2025, avanzar en medio de las dificultades

Archivo | La Estrella de Panamá
  • 23/12/2025 00:00

Está finalizando el año 2025, un período que estuvo marcado por diversas dificultades para el país y para quienes les ha correspondido tomar decisiones sobre el destino de la Patria, pero que desde mi visión nos ha permitido avanzar en la búsqueda de soluciones. No ha sido un año fácil, ni para el Estado ni para los ciudadanos, pero sí ha sido un año profundamente revelador, nos obligó a mirarnos como sociedad, a tomar posiciones sobre diversos temas y, sobre todo, a comenzar a corregir rumbos.

El 2025 quedará registrado como un año de transición. Transición entre la queja y la acción, entre una política cómoda y una política que empieza, aunque aún tímidamente, a reencontrarse con su responsabilidad pública. Panamá no resolvió todos sus problemas, está lejos de hacerlo, pero sí dio pasos importantes para enfrentarlos con mayor claridad y madurez.

Uno de los avances que hemos visto, es la evaluación de la visión de los ciudadanos. Sin duda, hoy han elevado su nivel de exigencia. Hoy se discute con mayor profundidad sobre temas que hace algunos años eran impensables, como transparencia, eficiencia del gasto y rendición de cuentas. Temas que antes parecían exclusivos de expertos o de coyunturas escandalosas, hoy forman parte del debate cotidiano. Ese cambio cultural no es menor, es la base de cualquier futura transformación social. Ciudadanos más críticos y con una visión mucho más arraigada a su realidad diaria.

Entre los grandes retos que tuvo que enfrentar el gobierno, el frente económico fue, sin duda, uno de los más complejos. A pesar de las tensiones internas y del contexto internacional, sectores clave de la economía comenzaron a mostrar señales de estabilización; se recuperó la confianza en mercados estratégicos y se reafirmó el papel de Panamá como un punto logístico y financiero relevante para la región.

No perdimos como país el grado de inversión, un hecho que envía un mensaje claro de confianza y responsabilidad. Pero, quizás más importante aún, se empezó a hablar con mayor seriedad sobre un crecimiento que vaya de la mano con la equidad y la sostenibilidad, entendiendo que el desarrollo no puede medirse únicamente en cifras macroeconómicas, sino en su impacto real sobre la vida de las personas.

La gestión pública sigue en deuda con uno de los problemas más sensibles que enfrentan los jóvenes y, en general, todos los ciudadanos: el empleo. Es un desafío estructural que no puede resolverse de la noche a la mañana, y entenderlo así es parte de la realidad que como país debemos asumir. Sin embargo, ya se han comenzado a dar los primeros pasos.

Hoy existe una necesidad urgente por parte de quienes gobiernan de generar un clima de inversión y confianza, no solo con los inversionistas extranjeros, sino también con los inversionistas locales, que son quienes sostienen gran parte del empleo formal y la actividad económica. Crear las condiciones adecuadas para que puedan crecer, invertir y contratar es clave para aumentar los puestos de trabajo que Panamá necesita con urgencia.

El empleo debe convertirse en la gran obsesión del futuro inmediato. Reducir la informalidad y generar más trabajo formal, digno y sostenible no es solo un objetivo económico, sino una condición indispensable para la estabilidad social, la movilidad de los jóvenes y la construcción de un país con mayores oportunidades para todos.

Panamá cierra el 2025 con algunas heridas por sanar, sí, pero también con aprendizajes que pesan y un rumbo que empieza a definirse. Avanzamos no porque todo esté resuelto, sino porque dejamos de quedarnos inmóviles frente a los problemas. Porque entendimos que el futuro no se anuncia ni se hereda, se construye con decisiones, con coherencia y con trabajo diario. Y en esa tarea está el verdadero compromiso con el país que soñamos.