506 años después: ¿vivimos en una ciudad inclusiva, segura, resiliente y sostenible?
- 17/08/2025 00:00
La semana pasada nuestra ciudad de Panamá la Vieja cumplió 506 años desde su fundación en 1519. Además, como bien sabemos, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, por su valor histórico y cultural como el primer asentamiento español en la costa pacífica del istmo.
En ese contexto es obligatorio trascender la admiración de nuestras ruinas— que por cierto son seguras, están muy bonitas y conservadas— y reflexionar sobre nuestro cumplimiento con el compromiso que adquirimos al suscribir en el año 2015 la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, en particular, con el cumplimiento de las metas del ODS 11 para lograr que nuestra ciudad sea más inclusiva, segura, resiliente y sostenible.
Debe ser el propósito de nuestro alcalde, representantes de corregimiento y juntas comunales. Para ello cuentan con sus presupuestos regulares, y los millones de balboas que fueron transferidos a las juntas comunales gracias a la llamada descentralización paralela.
Dicho lo anterior, en ese ámbito de las metas del ODS 11, hay cinco asuntos _ y estoy seguro de que me quedo corto _ que deben ocupar la atención inmediata de nuestras autoridades nacionales, municipales y locales.
El primer asunto para resolver es el del ordenamiento territorial. Una de nuestras mayores deficiencias, especialmente en las principales ciudades capitales de provincia, radica en el cumplimiento de la meta de urbanización inclusiva y sostenible. Es conocido y sufrido que el crecimiento urbano ha sido anárquico, y sin planificación alguna, salvo en las agendas de los empresarios que construyen y la institución que proporciona los permisos. Existe un auge desordenado de construcciones desproporcionadamente inmensas para los barrios donde están ubicándose, afectando nuestra movilidad, el aire que respiramos, provocando tranques vehiculares, inundaciones, generando estrés y accidentes. Y no me quiero imaginar cómo será la movilidad en nuestras calles, amén de la disponibilidad de agua potable y energía eléctrica, cuando esos edificios estén terminados y ocupados
Por otro lado, la basura se ha tomado la ciudad y la vemos acumulada por doquier, pues muchos ciudadanos la tiran irresponsablemente en las aceras, veredas, zaguanes, calles, quebradas, y después esperamos que vengan los de la Autoridad de Aseo —que siempre alega no tener recursos— y recojan todas las porquerías que arrojamos. Y como eso no ocurre con la frecuencia debida, sobre todo en los barrios menos favorecidos, la basura se acumula convirtiéndose en criadero de alimañas y fuente de enfermedades. Y sumemos a esta inmundicia las inundaciones al llegar las lluvias por el acúmulo de desperdicios en los cauces de nuestros ríos.
Es igualmente importante destacar el acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles para todos. Aunque tenemos un sistema de Metro complementado por una red de metro buses, aún estamos lejos de alcanzar este objetivo. Si intenta abordar un autobús o un taxi durante las horas pico, podrá comprobarlo por sí mismo: la puntualidad y la seguridad son un desafío. Además, a pesar de contar con un plan nacional de seguridad vial, sigue siendo una ilusión en muchos aspectos. Aunque existen leyes y reglamentos, las principales causas de accidentes y muertes persisten: el exceso de velocidad, las distracciones como el uso del teléfono mientras se conduce, el estrés diario, la conducción bajo los efectos del alcohol, la falta de habilidad al volante y el incumplimiento de las normas de tráfico. Como resultado de esta situación, cada año se pierden en promedio 400 vidas en accidentes y miles de personas resultan heridas, lo que afecta tanto a su economía y bienestar, así como al de sus familias.
Igualmente difícil, si no imposible, es el acceso universal a zonas verdes y espacios públicos seguros, inclusivos y accesibles, en particular para las mujeres y los niños, las personas de edad y las personas con discapacidad. Si no me cree, pregúntese: ¿cuándo fue la última vez que paseamos por cualquier parque?, ¿hay parques cerca de nuestras casas?, ¿cuánto tiempo tardamos en llegar a nuestro trabajo todos los días?, ¿caminamos, lo hacemos en bicicleta, en nuestro carro, en el ineficiente sistema de transporte que padecemos?
Como si lo anterior fuera poco, está el grave asunto de la inseguridad en nuestras calles. La mayoría de los ciudadanos nos sentimos inseguros. Mantenemos altas cifras de violencia general, doméstica y en especial contra las mujeres, el número de pandillas va en aumento, y no son raros los secuestros, asaltos a cualquier clase de negocios y empresas, y las muertes vinculadas a los ajustes de cuentas, como lo demuestran las noticias casi diarias de homicidios en cualquier sitio.
Pero, la recuperación de nuestra ciudad es un asunto de todos los ciudadanos, y no solamente de las autoridades y empresas. Si queremos que nuestra ciudad sea inclusiva, segura, resiliente y sostenible, debemos ejercer nuestro derecho y deber de participar activamente en la gobernanza y la gestión de nuestra ciudad, comenzando por identificar problemas, proponer soluciones, sumarnos para el desarrollo de estas.