A grandes males, grandes remedios
- 27/06/2025 01:00
a la expresión “A grandes males, grandes remedios” tiene su origen en la idea de que cuando nos enfrentamos a un problema o situación grave, se deben tomar medidas drásticas o extremas para solucionarlo. Esta idea se refleja en el aforismo de Hipócrates ‘Ad extremos morbos, extrema remedia exquisite optima’, quien sugería que, en casos extremos de enfermedad, los remedios extremos son los más efectivos.
Traemos a colación este aforismo para referirnos a la situación de la educación nacional, hoy paralizada por más de sesenta días, en razón de un paro docente, a mi juicio con motivaciones político electorero, influidas por pensamientos radicales que no encuentran respaldo popular y que han llegado a la conclusión de que sólo afectando la estabilidad social y económica del país, lograrán generar tal nivel de descontento social, que sus ideas podrán colarse entre el sentimiento de desesperanza popular.
Este esquema de activismo político ha tenido a lo largo de las cuatro últimas décadas toda clase de justificaciones, el aumento de la canasta básica, el aumento del combustible, el contrato minero, la reforma del Seguro Social, etc. Todos los gobiernos, desde la invasión a la fecha, han tenido que lidiar con huelgas docentes. Ninguna de estas huelgas ha logrado el efecto que los docentes exigían, salvo beneficios especiales a ese gremio, como el aumento salarial recibido en 2013, y el pago de los salarios durante los periodos de paro de labores.
Pero nada en esos paros y huelgas se refiere a su rendimiento docente, a su formación profesional, al cumplimiento de metas de rendimiento, al desarrollo de aptitudes técnicas, a la investigación, al complemento de su labor con actividades extracurriculares, en fin, con tantas actividades complementarias que los docentes de las instituciones particulares realizan como parte de su labor en beneficio de la formación integral de sus alumnos.
Fuera de este contexto, que puede explicar suscintamente el origen y razón de la protesta docente, existe un hecho incuestionable que ha sido analizado, debatido y diagnosticado hasta la saciedad, pero que ningún gobierno se ha atrevido a enfrentar de raíz, y es la pésima calidad de la educación que reciben nuestros estudiantes del sector público, al extremo de que las autoridades no se animan a realizar las pruebas de aptitud ante la enorme probabilidad de obtener resultados catastróficos.
De todos los problemas que puede enfrentar una nación, catástrofes, epidemias, crisis económicas, ninguna causa tanto daño y a tan largo plazo como el fracaso de su sistema educativo.
Como titula este artículo, es hora de enfrentar este mal con grandes remedios, no con paliativos temporales sólo para salir de la situación inmediata, pero que mantendrán en la crisis del sistema. Y el remedio, duro y traumático no es otro que el cierre anticipado del año escolar.
Cerrar anticipadamente el año escolar significa que miles de alumnos perderán un año de sus vidas, cierto, pero con el sistema que tenemos están perdiendo la totalidad de sus vidas. Esta medida dura y extrema es necesaria porque permite cambiar radicalmente el paradigma de la educación pública, abre posibilidades ilimitadas para el cambio integral del modelo de gestión, de la administración de los centros educativos, del metido de elección de docentes, de los currículos académicos, de los métodos de enseñanza, del propio calendario educativo, y con estas posibilidades lograr la transformación que permita a esta y a las futuras generaciones, contar con un servicio educativo que responda a las correctas aspiraciones y necesidades de la sociedad panameña.
Cerrando el año escolar, el país se ahorra más de mil millones de dólares del presupuesto asignado al Meduca, puede ser orientado a la reconstrucción de la infraestructura educativa tan deficiente que tenemos y a construir nuevos centros especializados como el ITSE y una universidad del docente.
Cerrar el año lectivo permite reestructurar el modelo de gestión del actual Ministerio de Educación, creando un ente rector autónomo y técnico, separado del órgano Ejecutivo y de la politiquería partidista, administrado técnicamente, y descentralizado, en el que cada unidad educativa sea administrada por un patronato independiente, incluido el nombramiento de maestros y profesores, y dirigido por personas idóneas.
Cerrar el año lectivo permite revisar y rehacer el pénsum académico, actualizando los contenidos a la tecnología y a las exigencias del mundo moderno, dando a la educación calidad, equidad y pertinencia.
Para hacer menos traumática la medida, Meduca podría celebrar acuerdos con los colegios particulares, para que estos, por una matrícula razonable, reciban a los estudiantes graduandos con alto promedio, de manera que puedan graduarse y continuar sus estudios superiores.
Esto no es un invento ni un recurso para acabar con los gremios docentes, es la conclusión de diálogos y compromisos alcanzados por la sociedad, pero nunca implementados. El asunto no es “¿Qué hay que hacer?”, sino en “¿quién lo hace?”. Y en la coyuntura actual, existe la oportunidad, aunque duela, es cuestión de aprovecharla o no.