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China hala las orejas al flamante embajador de EE.UU.

Imagen ilustrativa de la Estatua de la Libertad. Shuttestock
  • 17/05/2025 23:00

Algo muy extraño ocurre en EE.UU., el “faro” de la libertad y la democracia en el mundo, cuando los franceses, que donaron la Estatua de la Libertad a Washington en 1886 para celebrar el centenario de su independencia en 1776, piden que se la devuelvan.

Después de todo, los perspicaces franceses son conscientes de que EE.UU., con Donald Trump al mando, odia, persigue, maltrata, encarcela y mata a cuanto inmigrante se le cruza en el camino.

Por ello, los franceses tratan de salvarle la cara a su amada Estatua y ahorrarle la vergüenza de haber engañado al pueblo norteamericano durante 128 años. En el reinado de Trump, todo inmigrante es pecador y culpable de no haber nacido en América (no confundir con Abya Yala).

Pero no es un asunto solo de legalidad sino de un salvaje racismo. Al parecer, quizás por su incapacidad absoluta para distinguir entre el bien y el mal —diagnóstico refrendado por 27 reputados psicólogos estadounidenses— Donald Trump no se percata de que él mismo y su familia, incluidos sus abuelos y su esposa, son inmigrantes europeos.

El racismo de Trump, que denosta a los trabajadores de origen hispano, es tal que ha decidido importar a miles de sudafricanos exclusivamente de tez blanca.

Pero su obsesión contra los inmigrantes, que produjo una crisis a nivel federal en el sistema judicial de Washington, se está extendiendo a las relaciones internacionales, especialmente a la República Popular China, sin olvidar sus gruñidos y zarpazos a Canadá, México, Groenlandia y Panamá, a quienes pretende convertir en otro Estado más de la Unión.

Como ejemplo de que Trump está contaminando con sus sueños de opio a sus embajadores, veamos el llamado de atención que le hizo la embajada de China en Panamá al bisoño representante de los EE.UU., Kevin Marino Cabrera, en sus primeras palabras en nuestro país el pasado 8 de mayo.

Según la portavoz de la embajada: “El flamante embajador de Estados Unidos en Panamá define ‘contrarrestar la influencia maligna de China en la región’ como una de sus prioridades”.

Ello viola “la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas”, según la cual “las funciones de las embajadas radican en promover las relaciones amistosas entre los países remitentes y receptores y fortalecer la cooperación en diversos campos, y no existe ninguna disposición sobre ‘contrarrestar la influencia de terceros países’”.

La embajada de China reitera que, según el presidente Mulino, “China no constituye ningún problema para el Canal”, tal como lo afirma Washington.

“La cooperación entre China y Panamá en la Franja y la Ruta ha logrado resultados fructíferos, contribuyendo positivamente al desarrollo de Panamá y el bienestar de los panameños. Estos hechos no deben ni pueden ser negados”.

En cuanto a la transacción de concesiones de puertos, las autoridades chinas “están llevando a cabo una revisión antimonopolio de conformidad con la ley”, que es plenamente compatible con las prácticas internacionales.

Además, “China siempre se ha opuesto categóricamente a las prácticas que utilizan coerción económica y abuso intimidante para perjudicar los intereses y derechos legítimos de otros países.”

En materia de la ciberseguridad —añade la embajada— “es bien sabido quién está orquestando la oleada mundial de escuchas telefónicas y vigilancia y quién es el mayor país de origen de ciberataques”.

Finalmente, culmina señalando la portavoz de la embajada: “Creemos que la abrumadora mayoría de los panameños coinciden en que Estados Unidos es el país que más daño ha hecho a Panamá a lo largo de su historia, y que ahora es también Estados Unidos el que ha amenazado reiteradamente la soberanía panameña y pregonado reiteradamente ‘recuperar el Canal’”.

“La clave para cumplir con las funciones de la Embajada es hacer más cosas que sean bien recibidas por Panamá, en lugar de apuntar a China”.

*El autor es diplomático de carrera e internacionalista