Chiquillo viejo

Shutterstock
  • 04/08/2025 00:00

De pelaíto, y a pesar de las múltiples advertencias de mis padres, metí el dedo en un enchufe. El recuerdo afloró vívido en mi mente hace unos días, cuando me disponía a revisar uno de los quemadores de la estufa en casa, que no encendía con el botoncito.

No sé si usted cocina, amigo lector, pero yo me defiendo. No seré un chef, pero puedo atender las necesidades básicas, y recibir elogios de mis comensales. Nada gourmet ni complicado, pero comida normalita y de buen sabor, Gracias a Dios. Hago esta referencia porque, ya completamente acostumbrado al botoncito de encendido automático, los fósforos han pasado a no existir en la cocina. Así que me puse a hurgar en los elementos que componen el quemador, hasta que ¡Zaz!, después de muchos años, recibí una descarga eléctrica.

Doloroso y muy molesto.

Los voltios adicionales y de imprevisto me dejaron claras dos cosas. La primera, lo rápido que nos ponemos cómodos con las facilidades del modernismo. O sea, no tengo fósforos en la cocina. La segunda, no hay manera mejor de aprender que a través de la experiencia. Bastó un corrientazo de niño para saber que no debía acercarme a los tomacorrientes y, décadas después, ese mismo corrientazo me recordó que si voy a dármelas de handyman, debo desconectar los equipos antes de meterles mano.

Llevando mi experiencia personal a la realidad nacional, me queda claro que no aprendemos como sociedad. Si hacemos el ejercicio de imaginar que la sociedad es un chiquillo, y que las decisiones que toma ese chiquillo en la casa son las opciones que tenemos como sociedad para elegir nuestro futuro, quedamos bastante mal en la prueba.

Analizando los últimos 45 años de historia nacional, no hemos tenido un momento de tranquilidad social, pues nuestros administradores han generado crisis económicas, tensiones con los Estados Unidos, inestabilidad ciudadana, abusos de poder y hasta una invasión. Y como todo lo que no se aprende, se repite, la situación actual es similar a la de hace 45 años. Como país, somos un chiquillo viejo, barbón y canoso que sigue metiendo el dedo en el enchufe, y sigue sin entender por qué le duele.

¿Dónde están nuestros padres, para que nos reprendan y nos expliquen que no solo actuamos mal, sino que lo que hacemos es peligroso?

Vaya lío. Ahora es que se pone espeso el asunto. Resulta que nuestros padres, no lo son. Somos un chiquillo adoptado por padrastros cuyo único interés es cobrar el beneficio que les trae el subsidio de adopción, así que nuestro bienestar realmente no les interesa. Siempre y cuando nos mantengamos vivos, les servimos, así que no se molestan en educarnos. La descarga de 120 voltios, siempre y cuando sea un choque, no va a matarnos, así que nos permiten seguir metiendo el dedo en el enchufe.

De hecho, que nosotros sigamos metiendo el dedo en el enchufe es la manera en la que ellos se mantienen recibiendo el beneficio que nosotros les representamos. Así que nos mantienen en un entorno especialmente diseñado para que lo más llamativo a nuestros ignorantes ojos sea precisamente el enchufe. Nuestro habitáculo es blanco, y los enchufes son de colores.

Así sucede en la política real. Por más de 45 años hemos venido eligiendo meter el dedo en el enchufe del color que más nos llame la atención, para recibir una dolorosa descarga que nos hace llorar por un rato, hasta que nos calmamos y pasamos a experimentar con otro enchufe de color diferente.

Nuestro atrofiado cerebro no acaba de entender que un enchufe es un enchufe, aunque sea de color diferente, y que el resultado de elegir meter el dedo allí siempre será doloroso. Si bien en el habitáculo existen otros elementos que podríamos aprender a utilizar para nuestro beneficio, están a nivel de aquel que camina, pero nuestro ralentizado desarrollo motor nos mantiene arrastrándonos, o gateando, mientras tratamos de buscar algo que nos llame la atención.

Y así nos va. Nos arrastramos y gateamos mientras buscamos una opción, una alternativa que nos llame la atención, pero es que al final, el habitáculo es un sistema fallido, diseñado con toda la intención de que nada cambie. Para poder encender una luz, o la tele, o el aire acondicionado debemos poder caminar, así que se aseguran de mantenernos de rodillas o caídos.

¿Cómo es posible semejante círculo vicioso? Fácil. Los administradores tienen a su favor el elemento del tiempo. Como ya mencionamos, llevan décadas de adoctrinamiento social. Elevamos al nivel de verdad innegable el hecho de que cada elección que hagamos tendrá un resultado similar, pues nos han hecho creer que eso es la política, y que no cambiará.

Tenemos que levantarnos, y ver las opciones que podrían mejorar nuestras vidas, haciéndolas más seguras y ¿por qué no?, más cómodas. Basta de corrientazos. Basta de gatear. Es hora de tomar responsabilidad de nuestras decisiones, y dejar de cometer el mismo error.

O nos levantamos, o nos van a seguir agarrando de chiquillos, por más viejos que estemos.

O tomamos decisiones, o las van a tomar por nosotros.

Dios nos guíe.

*El autor es ingeniero civil, empresario y escritor