Cinco razones por las que protesta Panamá
- 03/05/2025 00:00
Las protestas magisteriales y sindicales que hoy sacuden a nuestro país son el síntoma de la crónica de una lucha anunciada. Constituyen la expresión de un hastío general por promesas incumplidas, decisiones inconsultas, voluntades egoístas, así como el cinismo y la avaricia de clubes oligárquicos. Los educadores marchan y se manifiestan contra un sistema que regala nuestra soberanía, pervierte la justicia, desprecia la solidaridad y amenaza nuestro hábitat. Las razones por las que protestan son justas y es importante que las tengamos en claro. No las enlistamos abajo en orden de prioridad, pues todas son igualmente importantes. Urgentes, deberíamos decir. No son las únicas, pero quizá sean las más destacables. Nuestros docentes luchan contra lo siguiente:
1. Pensiones de hambre. Llamadas así, atinadamente, por el dirigente magisterial Diógenes Sánchez, al igual que sus colegas y la mayoría de los panameños. Si bien hay muchos artículos aceptables de la Ley 462, lo medular en ella, que tiene que ver con nuestras jubilaciones, no fue modificado según las mejores alternativas, de acuerdo con economistas de nuestra primera casa de estudios, la Universidad de Panamá. Entre estos, podríamos destacar al Prof. Felipe Argote, uno de los que más conoce del tema en el país. Los docentes, como la gran mayoría de los panameños, ven ahora cómo se redujeron sus beneficios y se expropiaron sus cuentas (quienes han enviudado recientemente conocen esto de primera mano), por la mayoría de una Asamblea que no entendió o no quiso entender la letra menuda de cálculos y ‘corridas’ que nunca fueron expuestas con claridad, ni lograron convencer, aunque sí vencer en el matraqueo legislativo.
2. Soberanía mancillada. Mientras los maestros reclaman y luchan, el gobierno ha demostrado un servilismo indigno e indignante ante los intereses de Washington. Las concesiones en materia canalera, migratoria y seguridad, negociadas con rapidez y facilidad sumisa ante los arrebatos erráticos de Trump, contrastan radicalmente con la negativa de atender las necesidades del pueblo panameño. ¿Dónde quedó la dignidad nacional cuando se firman acuerdos que convierten a Panamá en un ‘patio trasero’? ¿Adónde quedaron nuestros protopróceres que mostraron su enojo por una tajada de sandía? ¿En qué queda la memoria de nuestros mártires, aquellos valientes jóvenes de nuestro glorioso Nido de Águilas? Como tristemente señaló la ilustre exmagistrada Graciela Dixon, ‘se ha retrocedido hasta 1903’.
3. La amenaza de la mina. El muy posible, casi seguro, retorno de la minería depredadora, rechazada masivamente en las calles hace dos años, es otra afrenta al país. La mayoría de nuestra nación dijo, gritó NO al ecocidio, pero el poder económico y político insiste en revivir un modelo que envenena ríos, expropia terrenos comunitarios, afecta a comunidades indígenas y campesinas, y solo beneficia a unos pocos. Los docentes, al igual que todos los panameños, saben perfectamente que no hay educación posible en un país sin ríos saludables, suelos cultivables o una selva habitable, donde puedan vivir nuestras especies. Es incomprensible que todavía hay algunos panameños que no entienden que Panamá no puede ser un país minero, por la naturaleza propia de su geografía y cuenca hidrográfica, así como otras peculiaridades de nuestro ecosistema.
4. Corrupción e impunidad. Mientras los estudiantes aprenden en sus libros sobre democracia, derechos humanos y Estado de derecho, la realidad panameña les enseña impunidad y corrupción. Robos y coimas millonarias quedan en nada, los poderosos no rinden cuentas y el sistema judicial parece una farsa, un circo o una broma de muy mal gusto. O peor, todas las anteriores. ¿Cómo explicarles a los jóvenes que en Panamá la ley es flexible para los ricos e implacable para los pobres? ¿Cómo hacerles comprensible que el derecho a veces se vuelve torcido, que lo justo no es tal, o que el juega vivo es compatible con la Constitución? Que nuestra fauna política es un ‘mundo patas arriba’, al mejor estilo de Alice in Wonderland o Eduardo Galeano.
5. Un gobierno que no escucha y descalifica a sus críticos. Las recientes actitudes, prepotentes, que ha mostrado el presidente son lamentables: desprecia las críticas de periodistas y trata las protestas como terrorismo o maleantería, en lugar de intentar dialogar con quienes le increpan para lograr algún nivel de entendimiento con sus detractores. Denosta a nuestra universidad y su gobierno reprime a sus estudiantes y docentes. Igualmente, ignora voces inteligentes, de respetables juristas y abogados, como Silvio Guerra o Roberto Ruiz Díaz, quienes con experticia y clara expresión han alertado y siguen advirtiendo sobre el deterioro institucional y la legitimidad democrática del actual gobierno.
Por todo lo anterior, debemos entender que la lucha de nuestros docentes no es gremial, es nacional. Están en las calles por el Panamá que queremos y merecemos: uno con jubilaciones dignas, sin minería, con justicia para todos, soberanía total y un gobierno que escuche y haga caso a su pueblo, que debe ser siempre su razón de ser.